Esta no será una review-análisis al uso como en ocasiones anteriores: no. Será una disertación narrativa con la intención de transmitirles lo que La Guarida, 2018 de Iago de Soto me ha causado en sus quince minutos de metraje.
Crítica de La Guarida
Resumen
Ficha Técnica
Título: La guarida
Título original: La guarida
Reparto:
Juan Carlos Castillejo (Paco)
Felipe García Vélez (Rafa)
María Hervás (Ángela)
Juan Carlos López Agustino (Mudo)
Mona Martínez (Antonia)
Daniel Ortiz (Mario)
Pablo Vázquez (Matías)
Año: 2018
Duración: 15 min.
País: España
Director: Iago de Soto
Guion: Joan Abelló (Historia: Joan Abelló, Iago de Soto)
Fotografía: Miguel Leal
Música: Pau Loewe
Género: Thriller
Productora: El Inquilino Producciones S.L.
Sinopsis
Mario conduce de noche, bajo la lluvia, por una carretera solitaria.
De repente, se detiene. En medio de la carretera hay una mujer desorientada y manchada de sangre, no recuerda lo que le ha pasado ni cómo ha llegado hasta allí.
Mario decide conseguir ayuda y parar en el primer sitio que encuentren: el bar La Guarida. Allí les acogerán y les socorrerán de buen grado hasta que la verdad empiece a salir a la luz.
Puede que para entonces el bar ya no parezca un lugar tan seguro…(http://www.laguaridaelcorto.com/)
Tráiler
1976: Los albores del posfranquismo
"Es por ello que con este referendum el rey Don Juan Carlos I, pida a todos los españoles este crucial paso hacia la democracia..." Uno no termina de ver encajar este maravilloso comienzo, sutil, sin resultar evidente, típicamente fordiano, casi un guiño a El hombre que mató a Liberty Valance, 1962: ya no hay vaqueros de verdad en el Oeste, el Salvaje Oeste pasa a ser la tierra de los abogados.
Parece que la España del posfranquismo pasa a ser la de esos primeros licenciados universitarios, concretamente un cartógrafo, un hombre de razón y moderado que representa ese idealismo que emanaba de Jimmy Stewart en la película mencionada con anterioridad. Noche, lluvia que no cesa y...
La tensión con cuenta gotas
Y Iago de Soto les invita a su guarida, donde él se ocupa progresivamente de ir crispándonos los nervios gracias a la escritura del guionista, Joan Abelló, que es plenamente consciente de qué va la cosa: un planteamiento que allana y engancha prácticamente al instante al espectador, que no para de preguntarse que le ha ocurrido a esta joven con "cara de ángel".
La candidez típica rural hace acto de presencia inmediata, un hecho bastante tópico y que por un momento nos de la sensación de estar ante un episodio de "Amar es para siempre"... Hasta en las formas, pero no queridos: nunca juzguen un libro por su tapa. Y mucho menos los primeros tres minutos de un cortometraje, lo que sería la duración total del mismo para un largometraje en su planteamiento.
La receta Carpenter
¿Y si planteamos La Cosa, 1982, a la inversa? Hay quién diría que en el cine español experimentos así en forma y contenido son imposibles. Yo sé que un tal Enrique Urbizu discreparía largo y tendido acerca de semejante afirmación; sobre todo porque se lo escuché decir en una conferencia y se me quedó grabado a fuego.
Por fin, por fin dos creadores cogen la sartén por el mango (sí, me refiero a Iago de Soto y a Joan Abelló) preparan el sofrito de incógnita con un aliño de suspense, nos lo sazonan con elementos de época, añaden algo de, por muy contradictorio que suene, realismo-teatral, aderezando bien el espacio (la guindilla y el picante para luego) y van cocinando el drama a fuego muy, muy lento. El thriller es el plato fuerte, estos son solo los entrantes, queridos.
Si Peckinpah levantase la cabeza... reventaría la tapa del ataúd
No hay lirismo del inglés, hay un contenido grasiento, desagradable, del que solo unos pocos están dispuestos a mancharse las manos, ¿podéis oler el hedor? Sí, es la sed de venganza, y también como magnífico elemento del campo, está en lo más profundo de las gentes de este nuestro relato posfranquista rural. Y es que Hobbes ya lo dijo: "El hombre es un lobo para el hombre."
Y qué lobos, y qué tensión, y la cámara lenta no se nos antoja gratuita, no hay estética por la estética, simplemente un momentum que penetra en la retina de nuestro cartógrafo protagonista, un hombre de fe ciega en el progreso, en la democracia, en los derechos humanos... La música asciende, la lluvia los empapa, no hay juicio que valga, ni el representante de la ley puede hacer nada al respecto, ya está todo decidido.
Y la puntilla para el final
Que los estereotipos ya cansan... Pero en este caso, voy a reconocer que está justificado, desde el agente de la ley que decide dejarse llevar por las circunstancias con tal de no quedar mal con los suyos, pasando por el tonto del pueblo con falla del habla, de breve aparición; sí, muy en la línea de John Mills en La hija de Ryan de David Lean (1970), por el enjuto con tara, el matrimonio que regenta la tasca céntrica del lugar, el protagonista idealista, la chica en apuros...
Y ese cuadro, qué puedo decir, señores; me lo veía venir. Y aún con ello, la tensión, el mal rato y la sobresaliente dirección actoral, fotografía, ambientación, arte, todo, absolutamente todo eleva el resultado a uno de los mejores cortometrajes que ha dado nuestra España, ya sí democrática, ¿lo es? ¿O acaso ya no hay más guaridas? ¿Estáis seguros?