Con ocasión de las preselecciones a los Oscars 2019 del pasado 17 de diciembre, reseñamos el cortometraje Madre (Entre sus numerosos galardones, Mejor guion, Mejor dirección y Mejor cortometraje en los Premios Fugaz 2018; Mejor cortometraje de ficción Premios Goya 2019 y ahora preseleccionado a mejor cortometraje para los Oscars 2019).
Se trata del multipremiado cortometraje de Rodrigo Sorogoyen (Stockholm, Que dios nos perdone y El Reino), protagonizado por la actriz Marta Nieto (Madre, Hermanos y detectives, El camino de los ingleses y recientemente en la serie Vergüenza) y Blanca Ápilánez (Kiki, el amor se hace, Mala espina, Entre las piernas o Temps de silenci.). Una coproducción de Caballo Films, Malvalanda y Apache Films, y cuya continuación en largometraje, terminada ya la fase de rodaje, está previsto su estreno para el próximo otoño 2019.
Crítica del cortometraje Madre
Resumen
- 1 Crítica del cortometraje Madre
- 1.1 Ficha Técnica
- 1.2 Tráiler
- 1.3 Sinopsis
- 1.4 Premios
- 1.5 De la necesidad de hacer cine
- 1.6 Una cuidada estructura narrativa
- 1.7 Tres puntos clave
- 1.8 Sobre el uso del plano secuencia
- 1.9 El Juego con el lenguaje de lo explícito y lo implícito
- 1.10 Una impecable dirección de actores
- 1.11 Madre, un viaje de no retorno
- 1.12 Conclusión
Ficha Técnica
Título: Madre
Título original: Madre
Reparto:
Marta Nieto (Marta)
Blanca Apilánez (Madre)
Álvaro Balas (Iván)
Miriam Correa (Policía)
Año: 2017
Duración: 18 min.
País: España
Director: Rodrigo Sorogoyen
Guion: Rodrigo Sorogoyen
Fotografía: Álex de Pablo
Música: Olivier Arson
Género: Drama
Productoras: Caballo Films, Malvalanda, Apaches Entertainment
Tráiler
Sinopsis
La cotidiana conversación entre Marta y su madre se convierte en una trágica situación contrarreloj cuando reciben la llamada del hijo de la primera
Premios
- Premios Goya: Mejor cortometraje de ficción. 2017
- Premios Fugaz: Mejor guion, Mejor dirección y Mejor cortometraje. 2018
- Preseleccionado a mejor cortometraje para los Oscars 2019
- 105 Premios obtenidos
De la necesidad de hacer cine
Seguir rodando, de eso se trata. No importa el formato, el tiempo o lo medios, sino lo que hagas con ellos. Saber contar una historia, saber transmitir unos sentimientos y emociones. El pánico, la angustia, la desesperación, el sufrimiento, el horror, la impotencia, la preocupación y el miedo de unas madres y un niño ante lo desconocido. Todo eso es el cortometraje Madre, el inquietante y formidable cortometraje de Rodrigo Sorogoyen.
Y es que Madre -como explica el propio director-, podría ser un potente inicio de un largometraje, sin embargo, es un cortometraje; y además un muy buen cortometraje. Madre, no es sólo una perfecta muestra de lo poco que a veces se necesita para hacer buen cine, sino también un excelente gesto de amor a él; pues nace de ese afán de querer hacer cine por encima de todo; de esa necesidad y de unas ayudas que la ICAA y la CAM concedió a Caballo Films (la productora del mismo director) y que entonces decidieron aprovechar apostando por un formato muchas veces considero menor.
El resultado y sus consecuentes reconocimientos no podrían ser mejores.
Una cuidada estructura narrativa
Como en sus anteriores trabajos, la apuesta de Sorogoyen aquí es arriesgada: filmar el surgimiento de la tragedia, el pánico y el miedo en estado puro. Sorogoyen sabe que no se trata de magia, sino de saber jugar con lo que el cine tiene de extraordinario, de saber hacer de la realidad ficción, de saber aprovecharse de ambos. Pues si hay una máxima en el cine de Sorogoyen es el naturalismo por encima de todo. Y es precisamente en esta máxima donde radica una de las claves de su cine; pues a través de ese naturalismo llevado al extremo logra que nos identifiquemos con las situaciones y personajes de sus ficciones, y que, por tanto, nos impacte, nos incomode y nos asuste vernos en ellas.
En Madre, una de las claves radica en la cuidada estructura narrativa del relato. Pues a través de ella, sutilmente, Sorogoyen logra adentrarnos en un viaje de no retorno. Vayamos por partes.
Una apacible e idílica playa desierta, con calmadas y espumosas olas; la cámara enfoca una parte del cielo con nubes oscuras para luego quedarse en un cielo prácticamente nítido y con horizontes violetas. Así abre Madre, un sugerente inicio nada fortuito y que ya nos presenta uno de los elementos principales del relato: una playa vacía.
En este punto, Sorogoyen se tomará un tiempo para presentarnos calmadamente la imagen de la playa y los créditos del corto, algo tampoco nada gratuito; pues dejará al espectador un espacio de reposo y tranquilidad para lo que luego vendrá.
Seguidamente, la acción cambiará de espacio: del exterior de la playa al interior de la casa. Aquí, a través de una conversación cotidiana entre una madre y su hija (y que también introducirá uno de los grandes temas del corto: la preocupación de las madres por sus hijos), se nos presentan los restantes elementos y personajes protagonistas que conformarán el relato: de forma explícita, una madre madura (Blanca Apilánez) y su hija joven y también madre (Marta Nieto), e implícitamente, a través de la decoración del hogar y unos dibujos en la pared, el personaje del hijo; un personaje cuya figura no aparecerá en todo el relato, algo tampoco nada fortuito y que conseguirá el efecto buscado: la empatía con la madre, dando rienda suelta a la imaginación del espectador.
Elementos y personajes que convergerán en el instrumento clave e hilo conductor del relato: una llamada telefónica. Pues a través de la llamada telefónica del niño desde el móvil de su padre (el ex marido del personaje de Marta) se nos irá relatando la situación de éste: un niño pequeño sólo en una playa desierta de la costa vasco francesa, y un móvil sin apenas batería como única posibilidad de contacto con su madre. Elementos suficientes para hacer estallar la tragedia.
Tres puntos clave
Sin embargo, aquí cabe detenerse en tres de los puntos clave del relato, y que hacen de él la obra maestra que es: el juego con los espacios, el magistral dominio de los géneros y la llamada telefónica.
Por un lado, el juego con el espacio- el exterior de la playa y el interior de la casa- además de presentarnos los distintos elementos y personajes que construyen el corto, también actúan como lúcidos símbolos o metáforas de las sensaciones y emociones que hay en él. Por su parte, el mar, dota de ambigüedad al relato: la paz y la tranquilidad que podrían representar la idílica playa que se nos presenta en la imagen inicial, y al mismo tiempo la inquietud y el misterio que desprenden una playa desierta, como si tal imagen ya fuese un presagio de la tragedia que acontecerá.
Sin embargo, lo relevante aquí radica en el contraste entre el exterior de la playa y la confortabilidad y seguridad del interior de la casa, y en como a través del recurso de la llamada telefónica se adentrará al espectador en un viaje de no retorno hasta transformar y corromper por entero aquella imagen apacible de la obertura del relato. La llamada telefónica, actuará, por tanto, como un perfecto recurso narrativo y visual: nos describe una situación que no podemos ver, dando pie a nuestros temores más oscuros y colocándonos en la misma posición que a la madre (pues tenemos la misma información que ella), logrando así que empaticemos con ella y con el miedo del niño a través de su dulce y asustada voz.
Un lúcido recurso que sostendrá de forma magistral el relato; pues a partir de él empezará una escalada de tensión y terror psicológico llevada al límite, siendo el elemento que permita filmar el horror, la creciente impotencia y desesperación de una madre ante el miedo a perder a su hijo, y el miedo de él en su voz.
De este modo, observamos también en Madre, uno de los recursos que Sorogoyen alcanza como pocos directores logran hacer y hacen de él un director único: el dominio del cambio de géneros. Pues como también ocurre en sus otras obras, progresivamente- en este caso través del recurso de la llamada telefónica-, el tono amable de las primeras imágenes, irá mutando, en un principio, a través de tintes de filme de suspense, hasta convertirlo en una ficción entre el drama y el thriller de terror psicológico llevado al extremo.
Sobre el uso del plano secuencia
Otro de los aspectos más admirables de Madre radica en el uso del plano secuencia; en cómo logra adentrarnos en ese viaje de no retorno que es Madre y en la fuerza expresiva que alcanza en tan sólo un plano secuencia de apenas 18 minutos.
De nuevo, en el cine de Sorogoyen nada es fortuito. El hecho de que la acción transcurra en un solo plano secuencia nos permite vivir la acción en tiempo real, dándonos la sensación de asistir a la misma tragedia en directo. Pues si el relato se construyese a través de distintos planos fijos el resultado sería muy distinto, y probablemente carecería del frenetismo, de esa esa sensación de nerviosismo, aceleración e impotencia que nos hace situarnos en la misma piel de la madre.
Como reseñaba Carlos Boyero para El Reino, en el plano secuencia de Madre, Sorogoyen también logra hacer prodigios con la cámara: la cámara en continuo movimiento, acompañando de un lado a otro de la casa al personaje de Marta Nieto, hace de la acción pura potencia visual.
El Juego con el lenguaje de lo explícito y lo implícito
En todo relato es importante lo que se dice, pero en sumas ocasiones lo que hacen de él algo valioso es más allá de lo que se dice lo que no se dice: sugerir más allá de decir; saber jugar con el lenguaje de lo explícito y de lo implícito. Madre es también una excelente muestra de ello; pues Sorogoyen sabe jugar de forma magistral y elegante con los recursos cinematográficos.
Como comentaba, el hecho de que la acción en ningún momento salga de la casa nos permite imaginar, desde la distancia, a través del recurso de la llamada, la situación del niño en la playa; un hecho que además de dotar a la acción de profundo dinamismo, nos adentra en la situación de la madre, haciéndonos sufrir también por su hijo. Pues Sorogoyen vuelve a lograr aquí lo que en sus otras ficciones: meterse de lleno en aspectos oscuros y profundos de la vida y del ser humano que permanecen ocultos y que generan incomodidad; en este caso el miedo de una madre ante lo desconocido y el pánico ante la posibilidad de perder a su hijo.
Por otro lado, el sutil juego con los planos y la luz; otro de los recursos que construyen una buena ficción y en los que se observa la agudeza de su director. Pues en Madre, los primeros planos retratan las emociones y sentimientos del personaje de Marta Nieto, situando su rostro a contraluz en los momentos de mayor desesperación e impotencia y cubriéndolo de sombras ante el miedo, lo que permite dotar a estas imágenes de gran expresividad emocional.
Una impecable dirección de actores
Ahora bien, todo este extraordinario trabajo que hay detrás de las cámaras no se sostendría sin la formidable actuación de sus protagonistas.
La acción, la tensión del relato no funcionaria sin la empatía que Marta Nieto, a través de la naturalidad y humanidad que desprenden sus reacciones, sus gestos, miradas, lágrimas, movimientos, gritos, la expresión del horror en sus ojos, logra generar en el espectador, regalándonos momentos de gran fuerza expresiva ante los que resulta imposible permanecer indiferente, como el sublime primer plano en que, ante el miedo a un desconocido, le grita a Iván que corra. Del mismo modo, su personaje necesita de la figura serena y razonable que representa Blanca Apilánez: la madre madura que trata de no perder los nervios y la cordura ante la situación. Pues como comentaba, de la relación entre ambas se desprende uno de los grandes temas del corto: la preocupación de las madres por sus hijos.
Asimismo, tampoco cabe olvidar a Álvaro Balas (el hijo), sin cuya voz, sin la ternura, la inocencia y el miedo que destila este relato no sería posible.
Madre, un viaje de no retorno
Por último, la imagen final termina de construir un relato redondo de principio a fin. Completa ese viaje de no retorno en el que nos ha sumergido. Pues el relato abre y cierra con la misma imagen: la playa desierta.
Volvemos a la misma playa del inicio, sin embargo, ahora con la sensación de que esa playa no es la misma, que ya no puede ser aquella playa idílica y apacible del principio. Y es aquí donde culmina lo magistral del cortometraje de Sorogoyen: a través de todo lo que nos ha contado, de ese viaje emocional en el que nos ha inmerso en apenas 18 minutos nos ha cambiado por completo la imagen que teníamos de la playa antes de advenimiento de la tragedia. Ha logrado pervertir aquella posibilidad amable del principio, evocando a lo más oscuro que hay en nosotros, y transformándola en la viva imagen del horror.
Pues me extraña imaginar que haya nadie con un mínimo de sensibilidad, que, tras ver el cortometraje, pueda permanecer inmutable ante aquella imagen.
Conclusión
En definitiva, el cortometraje Madre constituye toda una lección de cine; un extraordinario ejemplo de que, en el cine, un buen guion, junto a un uso inteligente de la cámara y del lenguaje cinematográfico lo puede ser todo; de que la magia del cine no es otra cosa que saber jugar con el lenguaje de las palabras y las imágenes. Pues es a través del lúcido uso de estos elementos, como Sorogoyen logra sostener con admirable fuerza el ritmo y la expresividad del relato hasta el fundido a negro final; un relato en el que incluso la rompedora música de los créditos finales acentúa la potencia del mismo.
Y es que, con Madre, de nuevo, Sorogoyen logra hacer de la realidad una magnífica ficción. Una ficción en la que el misterio y la quietud de una playa desierta, el horror que puede haber en ella; el pánico, la angustia, la desesperación, el sufrimiento, el pánico, la impotencia y el miedo de una madre ante la posibilidad de perder lo que más ama, nos hacen reflexionar sobre cuestiones tan inherentes a la condición humana como el miedo a lo desconocido, la fragilidad de la vida o las relaciones materno-filiales.
Un viaje hacia la imagen de la tragedia, todo eso es Madre.