Este mes de junio de 2024, el Teatro de la Zarzuela de Madrid ha devuelto a la vida la emblemática zarzuela Doña Francisquita, bajo la dirección musical de Guillermo García Calvo y la dirección de escena de Lluís Pasqual. Esta producción promete revitalizar la obra clásica con una fusión de talento interpretativo y una puesta en escena innovadora que respeta las raíces tradicionales del género. Hasta el 30 de junio en cartel.
Título: Doña Francisquita Título original: Doña Francisquita
Reparto: Sabina Puértolas (Doña Francisquita)
Marina Monzó (Doña Francisquita)
Ismael Jordi (Fernando )
Alejandro Del Cerro (Fernando )
Ana Ibarra (Aurora)
Maria Rodríguez (Aurora)
Enrique Ferrer (Cardona)
Manuel De Diego (Cardona)
Milagros Martín (Doña Francisca)
Santos Ariño (Don Matías)
Isaac Galán (Lorenzo Pérez)
Gonzalo De Castro
Lucero Tena
Duración: 170 min. apróx. Dirección: Lluís Pasqual Textos hablados: Lluís Pasqual Dirección musical: Guillermo García Calvo Escenografía y vestuario:Alejandro Andújar Iluminación: Pascal Merat Audiovisuales: Celeste Carrasco Coreografía: Nuria Castejón Producción: Teatro de la Zarzuela
Tráiler de 'Doña Francisquita'
Sinopsis de 'Doña Francisquita'
Doña Francisquita nos presenta la historia del amor de Francisquita por Fernando que ni lo nota, absorbido como está por una cómica: Aurora la Beltrana, que no le corresponde. Francisquita cortejada por el padre de Fernando se deja querer y lo alerta contra su hijo, logrando, de esta manera, interesarle. En realidad leyendo la canción del ruiseñor nos enteramos de todo, pues “la rosa que languidece de casto amor” es Francisquita, “el ruiseñor” es Fernando, “el zángano zumbador” es Don Matías y “la otra flor” es Aurora. Esta trama principal se desarrolla en un ambiente castizo que capta sensacionalmente el espíritu del pueblo de Madrid tal como lo entendió Vives cuya pretensión con esta obra fue “hacer una Verbena de la Paloma en tres actos”. (TEATRO MADRID).
Contexto, trama y elenco
Doña Francisquita se ambienta en la Madrid del siglo XIX y narra las peripecias amorosas de la joven Francisquita y su enredo con el galán Fernando. La obra, con su mezcla de romance, comedia y elementos costumbristas, es un reflejo vívido de la época. El elenco de esta producción cuenta con destacadas sopranos como Sabina Puértolas y Marina Monzó, quienes alternan en el papel principal. Fernando es interpretado por Ismael Jordi y Alejandro del Cerro en distintas funciones. La presencia de actores veteranos como Milagros Martín y Santos Ariño, junto con la participación especial de Gonzalo de Castro y la reconocida percusionista Lucero Tena, aportan profundidad y experiencia a la representación.
Interpretación y dirección artística
La interpretación de los actores y cantantes es sobresaliente, destacando la química entre los protagonistas y la versatilidad de Monzó. Bajo la batuta de García Calvo, la Orquesta de la Comunidad de Madrid ofrece una interpretación vibrante y precisa de la partitura. El Coro del Teatro de La Zarzuela, dirigido por Antonio Fauró, complementa la acción llenando el aire sobre las cabezas de los allí presentes, por momentos parecía que el aire se volvía espeso y vibraba al son de sus cánticos. La dirección escénica de Pasqual logra mantener el equilibrio entre el respeto a la tradición y la incorporación de elementos contemporáneos, lo cual se ve reflejado en la coreografía de Nuria Castejón.
Decorados y vestuario
Los decorados y el vestuario, diseñados por Alejandro Andújar, merecen una mención especial. La escenografía captura con acierto la atmósfera de la época. Y logra transportar al público a la Madrid decimonónica con una paleta de colores y detalles que evocan la autenticidad del momento. El vestuario, detalladamente confeccionado, complementa la escenografía y ayuda a delinear los personajes con claridad y elegancia. La iluminación de Pascal Merat y los audiovisuales de Celeste Carrasco añaden capas adicionales de profundidad y atmósfera a la producción, creando un espectáculo visualmente atractivo y coherente.
La Cuarta Pared
Un detalle interesante de esta producción es la "cuarta pared" que ocasionalmente asoma. Involucrando al público de manera directa e inesperada. Estos momentos, cuidadosamente integrados por Pasqual, rompen la barrera entre actores y espectadores, sin llegar a interpelar de forma directa. Se suceden como un toque de atención casi acusativo, pero esquivos, pues realmente no esperaban una respuesta real.
La ruptura con la obra virginal, trasladándola al interior de estudios de producción musical y televisivos, obligan a pensar la obra desde fuera. ¡Ser invitado a la reflexión y a criticar lo que la rodea nunca fue tan sencillo!
Conclusión
Un elogio al amor, un cántico a los romances joviales y un enredo con agradable desenredo, como es propio de esta, nuestra opereta nacional. Tras más de cien años desde su estreno en el Teatro Apolo, Doña Francisquita convoca a los enamorados a lamentarse en conjunto en los palcos de este brillante cine primitivo, sin pantalla.
“Siempre es el amor, siempre es el amor travieso, y hace suspirar, hace suspirar por eso” se entonan la protagonista y su ennoviado; quien es, a su vez, hijo de su prometido… Trama, enredos, nudos y más nudos. Como estandarte del género semicantado “que no entienden en Europa”; no deja pasión olvidada entre bambalinas. Sumado un excelente guion a la ejecución precisa y sensible, logran largo de las casi tres horas de duración.
Esta producción no solo honra la tradición de la zarzuela, sino que también la revitaliza para las audiencias contemporáneas, ofreciendo una experiencia teatral rica y renovada. La “cuarta pared” que mencionaba antes, permite al público no ser únicamente espectador. Esto no suele suceder en ese patio de butacas, convirtiéndose así en uno de esos "sustos que dan gusto", que dice mi abuela.
No puede quedar en el tintero la aparición de Lucero Tena con sus castañuelas bailando entre sus dedos por fandangos. La guinda de un pastel que ya era delicioso. Seguidamente saldrían a bailar esos mismos fandangos el cuerpo de baile del teatro, logrando resignificar la elegancia con sus movimientos.
Hablar de Doña Francisquita supone hablar de un corazón roto que, aunque entorpecido, logra recomponerse a lo largo de la historia. Y como dice nuestro Fernando “son de advertir: un corazón que sangra” pero bien le responde Aurora “no es coincidencia, sino ardid”. Pues no es otra la que hemos de esperar de una buena zarzuela: que trate la vida como una consecución dramática de sentires y motivos carnales que pueblan la misma. ¡No se la pierdan!