El nuevo proyecto de Sharon Fridman llega bajo el nombre de Dosis de paraíso. Para comenzar, explora el amor y las relaciones, desarrollándose en un diálogo con las nuevas tecnologías y el espacio emocional. Además, forma parte del trabajo de investigación y creación de las residencias técnico-artísticas del Teatro Francisco Rabal de Pinto, que se consolida con la colaboración de artistas internacionales de Bélgica e Israel. Se encuentra en la Sala Max Aub de las Naves del Español, en Matadero, hasta el 19 de septiembre, a las 20:30.
Crítica de 'Dosis de paraíso'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Dosis de paraíso
Título original: Dosis de paraíso
Reparto:
Melania Olcina
Arthur Bernard Bazin
Duración: 55 min. apróx.
Dirección: Sharon Fridman
Asistente de dramaturgia: Antonio Ramírez-Stabivo
Música original: Idan Shimoni y Ofer Smilansky
Diseño de espacio: Sharon Fridman, Ofer Smilansky y Oficina 4Play
Vestuario: Mizo, by Inbal Ben Zaken
Diseño de sonido: Iñaki Ruiz Maeso
Fotografía y vídeo: Juan Carlos Arévalo
Diseño gráfico: Juan Bueno
Apoyo de: INAEM, Comunidad de Madrid, Ayuntamiento de Pinto y Auditorio de Tenerife
Distribución: Teatro Español
Tráiler de 'Dosis de paraíso'
Sinopsis de 'Dosis de paraíso'
Dosis de paraíso es la nueva creación de Sharon Fridman, una exploración sobre el amor y las relaciones, en la que se desarrolla un diálogo con las nuevas tecnologías en búsqueda de espacios emocionales, gracias a la colaboración con artistas internacionales de Bélgica e Israel. Este trabajo de investigación y creación se ha desarrollado en el marco de residencias técnico-artísticas en el Teatro Francisco Rabal de Pinto, donde la compañía es residente desde octubre de 2018.
Ellas se encontraron y se entregaron la una a la otra. Descubrieron el hábito de la turbulencia, la oportunidad del abrazo y el miedo a la soledad. Mantenerse en el paraíso no fue tarea fácil, mantenerse en el presente, sin la refracción del pasado ni la proyección del futuro.
Todos nos buscamos, todos en el camino, bajo la luz incierta que nos percibe y que difumina los límites del tiempo, dirigidos hacia un horizonte sin memoria, hacia una soledad plena en la que el amor quizás se desvele en el latido del corazón. (TEATRO ESPAÑOL).
La unión y la separación
Para entrar en el universo de Sharon Fridman se necesita ir con la mente despejada, dispuesto a sumergirte en un ambiente donde se da importancia al sentir. De esta forma, mediante los estímulos que provocan a nivel visual y musical en Dosis de paraíso cada espectador tiene la posibilidad de recrear su propio relato. Gracias a ello, se establecen diversas concepciones, jugando en un ambiente conceptual en el que se plasma perfectamente las relaciones personales. Por lo tanto, a través del baile se puede ver el transcurso de historia de unión, de dolor, incluso amor. Además, permite también ver esa procesión interna entre lo que se ve, lo que transmite y las sombras que dan un perspectiva distinta. Mediante ese conglomerado experimental, el público puede detenerse ante los detalles que emanan sensibilidad y sentir.
El ambiente que se genera es realmente sugerente, dejando espacios a los estímulos que se resarcen en un escenario con una estética totalmente visionaria. Por otro lado, los dos intérpretes, Melania Olcina y Arthur Bernard Bazin, muestran una conexión exquisita, con un uso del lenguaje corporal excelente. Incluso, cuidan todo tipo de pormenores, como la expresividad facial, ante unos movimientos en repetición que dicen absolutamente todo, sin tener que especificar el qué. De esta manera, expande su mundo introspectivo hacia todo el público, mostrando una simbiosis reflexiva y vigorosa. Por tanto, ambos realizan un trabajo emocional y con sumo cuidado para poder emanar de su propio ser estas sensaciones tan distintas. Ambos forman una pareja pasional, que deja conectar al asistente con ellos, pero también se dan el suficiente espacio para dar importancia a cada una de sus participaciones sobre el escenario.
La danza de luces y fuegos
Tras ese derroche sensitivo, se esconde una planificación estética y artística inconmensurable, que se sublima en un paradoja visual. Por lo cual, para llegar ante ese espectáculo de luces y sombras, en Dosis de paraíso se realiza una estructura enriquecida en una inteligencia emocional sobresaliente. De modo que, la forma de colocar los elementos lumínicos en la escena, son alegorías de la propia cárcel del alma, que contrastan con la libertad del movimiento. En consecuencia, da rienda suelta a un montaje dinámico, donde nada se mantiene impasible. Después, la forma de crear el espacio dramático con las luces, elegidas en perfecta armonía, van remarcando ese carácter experimental, que hacen tan especial su visionado. En primer lugar, porque transportan al espectador a un sitio futurista, y, luego, por la dificultad de poder empastar este preciosismo, que no sólo es un escaparate visual, sino que habla por sí mismo.
Por otra parte, la composición sonora busca la consonancia con el resto de elementos artísticos, con una concepción en la que proliferan sintetizadores, que aprovechan los propios efectos de sonido diegéticos de la escena. Por ende, ese hilo musical termina de envolver en toda esa vorágine a los asistentes, que siendo seducidos por ella, no son capaces de apartar la mirada. Entonces, se ve esa influencia de captar la atención sensorial y activar diversos mecanismos que la engrandecen. Para terminar, la virtuosidad de la coreografía es magnífica, que se mueve entre el dadaísmo, pero marcando perfectamente el esquema que desea transmitir. A pesar de ello, en ningún momento plantea una idea preconcebida, siguiendo una coherencia de libertad hacia el espectador y la acepción que quiera otorgar al espectáculo. Lógicamente, es una obra conceptual, que es accesible solamente si se abre la mente y no se busca algo concreto.
Conclusión
Dosis de paraíso es una obra que hace vibrar, un espectáculo que llama y levanta los estímulos. De esta forma, el espectador es quien completa el relato, gracias a una maestría en los elementos estéticos, visuales, lumínicos y sonoras. Junto a ello, un influjo a través del baile que se sublima en sus bailarines, Melania Olcina y Arthur Bernard Bazin, que transportan al público a toda esa vorágine sensitiva. Por tanto, se ve una disposición artística espectacular, que es un goce una vez se ha entrado en ella. Un universo futurista y espectacular, que transmite la complejidad del sentir y deja un poso enigmático que encandila.
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