"El alcalde de Zalamea": Los clásicos toman el Canal

El alcalde de Zalamea, una de las obras más reconocidas y admiradas de nuestro más importante autor dramático -Calderón de la Barca-, nos habla de muchas más cosas que las que cuenta su argumento, como le sucede a todas las grandes obras. Además de la tensión política que se respira entre líneas, de su poesía y perfecta construcción formal de sus personajes, para mí su mayor valor está en que otorga al espectador el papel de jurado ante las diferentes formas de conducta que se establecen dentro de una sociedad. Y, al hacerlo, le introduce en el importantísimo debate sobre los derechos humanos que antes, y ahora, tiene cada ciudadano, y en la responsabilidad ante los hechos que ocurren en la sociedad que habitamos. (TEATROS DEL CANAL). 

Una propuesta clásica

El alcalde de Zalamea es junto con La vida es sueño una de las obras más conocidas y aclamadas de Calderón de la Barca. Se ambienta en una aldea de Extremadura donde los tercios se detienen en su camino a Portugal. A pesar de todas las precauciones del campesino Pedro Crespo, el capitán, Don Álvaro, viola a su hija. Pedro Crespo, nombrado alcalde, se encuentra ante el deber de defender a su hija y, sobre todo, su honor frente al abuso de alguien de un estamento superior. Encarna así el conflicto entre la ley civil y la ley moral. Resuena el eco de la tragedia de Antígona y de tantas otros relatos sobre la resistencia sobre la opresión.

José Luis Alonso de Santos aborda la adaptación y dirección de la obra desde parámetros clásicos. No hay innovación formal ni experimentación. Nos encontramos ante una puesta en escena tradicional, centrada en la fidelidad al texto y en unas interpretaciones sobresalientes.

De lo civilizado a lo salvaje

El diseño del espacio escénico, a cargo de Ricardo S. Cuerda, así como el de vestuario, por Elda Noriega, no buscan deslumbrar, pero cumplen perfectamente su función. Están al servicio del texto y de las interpretaciones. Los atuendos responden a la moda del siglo XVII. Vemos los uniformes de los tercios con sus calzas, casacas y morriones. Los ropajes de lujo de Lope de Figueroa y del rey con sus fajines y lechuguillas. Y las sencillas de Pedro Crespo y su familia, propias de campesinos. Cada textura, cada tejido, cada accesorio habla de una posición social, tan importante en este drama.

La escenografía, de colores pardos y texturas rústicas, evoca el mundo rural y la vida sencilla y austera. Los paneles móviles sirven para pasar del espacio urbano de la aldea al espacio del bosque, donde tiene lugar el crimen. De lo civilizado a lo salvaje. El enorme tronco en el centro de la escena transmite inestabilidad e inquietud.

Un sobresaliente duelo escénico

Arturo Querejeta deslumbra en el papel de Pedro Crespo. Como también deslumbra Daniel Albaladejo con su Lope de Figueroa. Las escenas que comparten son memorables. Sus interpretaciones subrayan la complejidad de los personajes y la química que transmiten es excepcional. Sus intervenciones, especialmente cuando están juntos, son conmovedoras y, cuando toca, muy divertidas. Magníficos.

La solidez y entrega del resto del elenco, compuesto por actores de varias generaciones, también son dignas de mención. En su conjunto, resultan armónicos. Destacamos el trabajo de Jorge Basanta y de Isabel Rodes, que interpretan los papeles de gracioso y de mujer aguda, y que alivian la tensión dramática de la obra. También Javier Lara, en el papel de Don Álvaro, y Adriana Ubani como Isabel. Cada uno aporta los matices necesarios para crear un todo equilibrado.

Conclusión

Teatros del Canal apuesta por los clásicos de la mano de José Luis Alonso de Santos con esta versión de El alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca, que sobresale por su protagonistas, especialmente, Arturo Querejeta y Daniel Albaladejo. La vigencia de esta obra escrita hace más de trescientos años es incontestable. La reflexión que plantea sobre la justicia y la opresión sigue presente. Como sigue presente el tema de la cultura de la violación y la autonomía de las mujeres. Un clásico sobre el que volver una y otra vez. No pierdan la oportunidad de disfrutarlo.

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