El imperativo categórico, de Sonia Szunberg, llega al Teatro de la Abadía en su versión en castellano. Se trata de una de sus obras más celebradas, Premio Nacional de Literatura Dramática, protagonizada por Ágata Roca y Xavier Sáez.
Título: El imperativo categórico Título original: L’imperatiu categòric
Reparto: Àgata Roca
Xavi Sáez
Duración: 75 min. apróx. Dirección: Victoria Szpunberg Dramaturgia: Victoria Szpunberg Escenografía: Judit Colomer Iluminación: Marco Lleixà (AAIV)
Espacio sonoro: Lucas Ariel Vallejos
Vestuario: Joana Martí
Ayudante de dirección: Iban Beltrán
Ayudante de escenografía: Idoia Costa
Asesor dramatúrgico: Albert Pijuan
Asesora de movimiento: Ana Pérez
Acabados escenografía: Taller de escenografía Castillos
Agradecimientos: Miquel Seguró, Miquel Cabal i Guarro, Sabina Witt, Román Cuartango y Sala Beckett Producción: Teatre Lliure
Tráiler de 'El imperativo categórico'
Sinopsis de 'El imperativo categórico'
El imperativo categórico nos presenta a Clara G., profesora asociada de ética en la facultad de Filosofía, que está en crisis. Pasados los cincuenta, se acaba de separar, sin poder conseguir plaza en la universidad y a punto de quedarse sin casa, empieza a sufrir unos ataques extraños. Se desmaya a menudo, siendo unos ruidos persistentes, le invaden pensamientos oscuros, paranoicos.
Clara G. ha formado parte del sistema, pero cada vez está más arrinconada, cada vez está más cerca del margen. Va navegando a la deriva, topando con varios hombres, hasta que su brújula ética se endereza por un hallazgo casual: un cuchillo de cocina fabulosamente afilado. ¿Cuáles deben ser las pautas de su conducta en un entorno cada vez más hostil? ¿Cuáles son las fronteras éticas de un sistema que solo permite sobrevivir a costa de la miseria de los demás? (TEATRO DE LA ABADÍA).
Foto de Teatre Lliure
Una introducción necesaria
Podríamos pensar que Kant era un iluso cuando formuló, en su Crítica de la Razón Práctica, el imperativo categórico. O podemos pensar que sus experiencias vitales eran insuficientes (así como su conocimiento del alma humana) y que por eso tuvo la osadía de redefinir la forma de entender el conocimiento y los principios éticos y estéticos. En cualquier caso, la pregunta que a una le asalta cuando lee esta obra magna de la filosofía moderna es ¿Cómo se yo cuál es mi deber? ¿Cuál debe ser la máxima de mi acción que pueda usar como ley universal?
Lo que Kant dice es que el imperativo categórico no dicta lo que debes hacer, sino el modo en que debes actuar. Es la forma que guía la acción moral. Una fórmula que me va a servir para actuar en cualquier situación y que, por lo tanto, no tiene un contenido concreto. Una fórmula que será universal, es decir, que podrá ser usada por todo ser racional.
Pero ¿y si, aún actuando según el deber, no vivo dignamente? ¿Y si el resto de personas no actúa según el imperativo categórico? ¿Cuáles son las consecuencias?
Clara G. es una profesora asociada en la facultad de Filosofía. Tiene algo más de cincuenta años y no tiene plaza en la facultad, a pesar de llevar 20 años enseñando. Tampoco tiene un hogar, a pesar de llevar pagando su alquiler más de diez años ni una buena salud mental siendo, en general, una buena ciudadana. Experta en Kant, un día deja a un lado el programa facultativo para relacionar algunos de los preceptos de la filosofía kantiana con El Proceso de Kafka. O más bien, para confrontarlos. La obra de Kafka muestra la lucha del individuo contra un sistema opresor y sin sentido, un individuo que, en el caso de El imperativo categórico es mujer y esto lo hace todo mucho más difícil.
Foto de Teatre Lliure
El drama de la vivienda
La humillación a la que una persona se ve sometida cuando busca piso de alquiler en una ciudad tensionada, solo es comparable a la que se ve sometida cuando busca trabajo pasados los 40, pero la supera con creces. Szpunberg ha contado que se basó en su experiencia personal para escribir el texto, aunque siempre deja claro que no hace auto ficción, y es por eso que la obra tiene tan buena acústica. El comercial que le enseña a Clara uno de esos “loft para entrar a vivir”, su compañero del departamento de Ética en la universidad, el tipo que conoce en una aplicación de citas, el vecino que pone la música a todo volumen, el camarero que la agarra bailando hasta el ahogo son hombres que contribuyen a la atmósfera que se va volviendo asfixiante por momentos.
El drama de la vivienda afecta a cuatro millones de españoles según un estudio sobre desigualdades del instituto de Ciencias y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona. Decenas de miles de familias dedican más del 30% de sus ingresos a pagar el alquiler de una vivienda que, sin embargo, no tiene las condiciones de confort óptimas. Hablamos de un derecho básico que pocas veces se ha llevado a escena y nunca de la forma en que Sandra Szpunberg lo hace. Su denuncia social no admite medias tintas y no queda anulada por la comedia. Las risas que en los primeros minutos de la obra resuenan en la sala, no ahogan la realidad que los personajes ponen de manifiesto.
Foto de Teatre Lliure
Individualismo, soledad y precariedad
Victoria Szpunberg nos regala un texto exquisito e inteligente, que por abordar uno de los problemas sociales más graves de nuestro tiempo es, además, conmovedor. La magnífica interpretación de Ágata Roca (Premio Max a la mejor interpretación femenina) intensifica esta conmoción, aportándole la dosis justa de comedia a la que se suma el talento interpretativo de Xavi Sáez.
Un texto que también es violento, porque no hay más violencia que la que ejerce un sistema que no permite a sus ciudadanos acceder a un hogar digno. Carla ya ha recibido el burofax que la avisa del desahucio y no encuentra una vivienda que pueda pagar con su sueldo de profesora de universidad. Quien se haya visto en esta situación sabe que lo que cuenta Szpunberg no solo no es exagerado, sino que se queda corto. La realidad siempre supera la ficción y El imperativo categórico punza mucho más si has pasado, o estás pasando, por una experiencia similar.
El imperativo categórico trata sobre el individualismo, la soledad y la precariedad de nuestro tiempo, temas que generan debate, pero no siempre con la hondura necesaria. A veces hay que ir al teatro para ver un análisis más certero de la realidad, para acercarse a las particularidades sin perder de vista lo común. Para darnos cuenta de que la denuncia de las situaciones injustas es necesaria y pasa por ser colectiva.
Foto de Teatre Lliure
Conclusión
Es una suerte poder contar con autoras con Sonia Szpunberg que nos recuerdan que no todo está hundido en el fango de la estulticia.
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