Uno de los estrenos más esperados de 2024 fue la obra El monstruo de White Roses en los Teatros Luchana. Después de su paso, con éxito, en la Sala Mirador, regresó a los escenarios desde el 13 de enero. Protagonizada por Víctor Palmero y Lucía Díez, es una obra escrita y dirigida por Jesús Torres. Está en cartel los sábados a las 21:30 horas y los domingos a las 19:15 horas en la Sala 4 de los Teatros Luchana.
Título: El monstruo de White Roses Título original: El monstruo de White Roses
Reparto: Víctor Palmero Lucía Díez
Duración: 70 min. apróx. Dirección: Jesús Torres Dramaturgia: Jesús Torres Diseño de iluminación:Jesús Díaz Cortés Videoescena: Antonio Villar Fotografías: Moisés F. Acosta Producción: El Aedo Teatro
Saludos de 'El monstruo de White Roses'
Sinopsis de 'El monstruo de White Roses'
“I´m here! Help!”, fue el grito que despertó al tranquilo barrio de White Roses, en Ohio, una mañana de febrero. Martin Risk, el vecino que escuchó aquellos gritos comenzó a buscar hasta encontrar de dónde procedían. Llegó hasta el 2107 de la avenida principal, donde encontró a una joven que pedía ayuda. Martin no daba crédito a lo que veían sus ojos: aquella joven era Emily, la joven maestra de escuela secuestrada casi un año atrás. Harry Coleman, un conductor de autobús escolar, la había sometido a toda clase de abusos, torturas y violaciones en el sótano de su casa. Harry fue conocido como el Monstruo de White Roses.
El caso de la desaparición de Emily Dawson dio la vuelta al mundo y estuvo presente día tras día en los noticieros y periódicos inaugurando la que se conocería como la “década de las desapariciones”.
El monstruo de White Roses, escrito y dirigido por Jesús Torres (Premio Teatro 2019 Autor Exprés por Fundación SGAE por “Puños de harina”) y protagonizado por Lucía Diez (“La noche más larga”, Netflix) y Víctor Palmero ("La que se avecina", "The Hole") presenta la relación entre Emily y Harry a través de los meses de cautiverio. Una relación que se ve afectada por el papel que juega la prensa sensacionalista en el secuestro, que inventa datos y da voz a falsos testigos para alimentar la curiosidad de los telespectadores de este caso que, a pesar de no ser real, juega con la verosimilitud y la ficción para reflexionar sobre la actitud que tomamos ante estas noticias. (TEATROS LUCHANA).
La libertad como moneda de cambio
Jesús Torres ofrece, nuevamente, una historia que rompe las barreras nacionales y explora las configuraciones culturales, en esta ocasión, norteamericanas. En la obraEl monstruo de White Roses, Torres realiza un ejercicio de reflexión en torno a la naturaleza humana, de los límites, de las obsesiones y del trauma. Gracias a ello, da distintas aristas a la hipótesis en la que se desea navegar, llevándolo ante una descripción oscura e, incluso, maquiavélica, que atrae a los espectadores. Es innegable que la historia va enganchando a los asistentes, que desean descubrir los secretos que esconden sendos personajes.
Por lo cual, se valora positivamente que Torres haya conseguido afianzar este microuniverso asfixiante, donde el verdugo y la víctima comienza en una posición muy clara que irá descomponiéndose con el pasar de la función. Con lo cual, en este sentido, jugar con la ambigüedad y con la búsqueda de ir explorando los juegos mentales de cada personaje es una estrategia efectiva. Sin embargo, hay algunos momentos en los que se desinfla algo el libreto, al extenderse en demasía en algunos detalles y mantener una linealidad que podría matizarse más para dar momentos de mayor tensión y potencia. La razón no es otra que se espera de esta pieza un mayor tramo de acción.
Dos actores en frenesí
Una de las razones por las que merece la pena disfrutar de la obra de El monstruo de White Roses es su elenco actoral. En primer lugar, Víctor Palmero ofrece una interpretación llena de detalle y con una concentración máxime. Por tanto, cada movimiento, la forma de hablar, de deambular por el espacio, indican la estupenda construcción que ha afianzado el actor sobre el personaje. Su transformación es absoluta, en especial, si lo comparamos con los últimos trabajos sobre las tablas, es un registro absolutamente distinto y eso hace que se valore todavía más su impoluto trabajo escénico, ya que se mete de lleno de principio a fin.
Lucía Díez se transforma en la perpleja Emily Dawson, con una luminosidad llena de sombras, que van aforando su trabajo sobre la escena. Por lo cual, tiene el reto más duro, al tener que transmitir dos vertientes enfrentadas entre sí: víctima y victimaria, lo que le da más juego a su interpretación. Por tanto, se puede afirmar que Díez logra moverse entre dos aguas, acertando en esa visión nada maniquea, donde exprime al máximo la psique compleja de su personaje. No obstante, como apunte a mejorar, sería importante dar más potencia a la forma vocal, ya que algún diálogo se hace más complicado de escuchar.
La reconstrucción de los hechos
La propuesta escénica de El monstruo de White Roses combina el tan famoso, y exitoso, género del true crime televisivo. Por tanto, el uso del audiovisual es imprescindible, llevando al espectador a ponerse en frente, literalmente, de la pequeña pantalla. Así, se fabrica un imaginario cercano al género en el que se encuentra la obra que cerca el acabado artístico de una manera satisfactoria. El diseño de la escenografía es estupendo, atrayente, tétrico, se puede ver una construcción que va más allá de lo minimalista y que funciona sin problema. Asimismo, la caracterización de los actores es sobresaliente, dando esa sensación de caso estadounidense que encierra un cruento desenlace.
No obstante, siendo teatro y tomándose las licencias de hacer creer al espectador que lo que ve sobre el escenario es real, podría omitirse la parte en inglés y que fuera directamente en español. Se entiende la razón que hay detrás, pero no luce de la manera que debiera. Por otro lado, la densidad de algunos momentos reducen el impacto de la obra, a la cual le hace falta algún golpe de efecto más potente. No se puede negar que la disposición del escenario y el movimiento no siempre ayuda, ya que para las butacas más alejadas, los momentos en los que están sobre el suelo, no se pueden ver. En consecuencia, hay parte del público que se puede perder este desarrollo. A pesar de ello, el resultado es notable y es una propuesta distinta, un eje interesante.
Conclusión
El monstruo de White Roses es una obra que bebe del true crime estadounidense con una historia que entretiene y con esa dicotomía compleja en sus personajes que le da matices muy bien aprovechados. Por tanto, el libreto goza de esa recreación, obteniendo un compendio plausible. Víctor Palmero y Lucía Díez están estupendos, se meten de lleno a la acción, de principio a fin. A nivel técnico y artístico, se aplaude una construcción de la escenografía muy atractivo visualmente, con un uso del audiovisual bien planteado. No obstante, se echa en falta más golpes de efectos e ir a por todas con la incertidumbre que generan este tipo de historias. Un true crime teatral que mantiene la estructura que hace triunfar a este género en plataformas, aunque podría sacarse todavía más partido.
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