Jesús Torres (La Historia Interminable, Puños de Harina) lleva a escena el secuestro de Emily Dawson en El monstruo de White Roses, con producción de El Aedo. Con solo dos actores sobre el escenario, Lucía Díez y Víctor Palmero, nos ofrece un thriller psicológico con tintes de true crime, en el que se pone de manifiesto la falta de escrúpulos de la prensa amarillista.

El monstruo de White Roses podrá disfrutarse en la Sala Mirador de Madrid hasta el día 30 de abril.



El monstruo de White Roses

Crítica de 'El monstruo de White Roses'

Ficha Técnica

Título: El monstruo de White Roses
Título original: El monstruo de White Roses

Reparto:
Víctor Palmero
Lucía Díez

Duración: 70 min. apróx.
Dirección: Jesús Torres
Dramaturgia: Jesús Torres
Diseño de iluminación: Jesús Díaz Cortés
Videoescena:
Antonio Villar
Fotografías:
Moisés F. Acosta
Producción: El Aedo Teatro

Saludos de 'El monstruo de White Roses'

Sinopsis de 'El monstruo de White Roses'

“I´m here! Help!”, fue el grito que despertó al tranquilo barrio de White Roses, en Ohio, una mañana de febrero. Martin Risk, el vecino que escuchó aquellos gritos comenzó a buscar hasta encontrar de dónde procedían. Llegó hasta el 2107 de la avenida principal, donde encontró a una joven que pedía ayuda. Martin no daba crédito a lo que veían sus ojos: aquella joven era Emily, la joven maestra de escuela secuestrada casi un año atrás. Harry Coleman, un conductor de autobús escolar, la había sometido a toda clase de abusos, torturas y violaciones en el sótano de su casa. Harry fue conocido como el Monstruo de White Roses.

El caso de la desaparición de Emily Dawson dio la vuelta al mundo y estuvo presente día tras día en los noticieros y periódicos inaugurando la que se conocería como la “década de las desapariciones”.

El monstruo de White Roses, escrito y dirigido por Jesús Torres (Premio Teatro 2019 Autor Exprés por Fundación SGAE por “Puños de harina”) y protagonizado por Lucía Diez (“La noche más larga”, Netflix) y Víctor Palmero ("La que se avecina", "The Hole") presenta la relación entre Emily y Harry a través de los meses de cautiverio. Una relación que se ve afectada por el papel que juega la prensa sensacionalista en el secuestro, que inventa datos y da voz a falsos testigos para alimentar la curiosidad de los telespectadores de este caso que, a pesar de no ser real, juega con la verosimilitud y la ficción para reflexionar sobre la actitud que tomamos ante estas noticias. (SALA MIRADOR). 



El monstruo de White Roses
Foto de El Aedo Teatro

El crimen como forma de entretenimiento

Es difícil determinar si en los años 90 hubo un aumento significativo de las desapariciones  de menores con respecto a otras décadas. Lo que sí está claro es que se convirtieron en el centro de interés de la prensa amarilla que encontró en estas tragedias un filón para llenar horas de espacio televisivo, en la mayoría de ocasiones centrándose en detalles morbosos. Aunque este tipo de fenómenos ha existido siempre, pensemos en El Caso, el alcance de la televisión no tenía antecedente, lo que generó una sensación de alarma social inaudita hasta entonces.

En la actualidad, ha mutado hacia el true crime, que en formato libro, documental o serie, llena las librerías y las plataformas de streaming. En principio, el true crime pretende poner de manifiesto las brechas en las investigaciones, profundizar en el contexto social y realizar un perfil psicológico de los criminales. Pensemos en el documental The Thin Blue Line (1988) de Errol Morris o El adversario (2000) de Emmanuel Carrère. En los últimos tiempos se ha incidido también en dar protagonismo a las víctimas, como en la producción de Netflix, Dahmer (2022).

Lo que está claro es que estas propuestas son un éxito casi garantizado. Hay algo tremendamente atractivo en ellas para quien las mira. Un misterio para psicólogos, sociólogos y antropólogos.

Sala Mirador
Foto de El Aedo Teatro

El caso de Emily Dawson

Es difícil hablar de la obra de Jesús Torres sin traicionar el secreto que el espectador tiene que descubrir desde su butaca. Así que seré cuidadosa.

La desaparición durante más de un año de Emily Dawson atrajo el interés de la prensa amarilla de los 90. Convirtió a Emily en carnaza con la que llenar horas de emisión. El escenario se nos presenta dividido en dos espacios, el estudio de la televisión y el sótano de la zapatería. Esta distribución representa la brecha entre dos realidades, la construida por los medios sin escrúpulos y la de los dos protagonistas de la tragedia, la víctima y su verdugo.

Jesús Torres ofrece una reflexión sobre la parcialidad con la que se construyen este tipo de relatos. Estos son escupidos a una audiencia hambrienta de sensacionalismo. En el mismo plató donde fue vilipendiada, Emily relata  su espeluznante historia, la del año que pasó a merced de su secuestrador. El trabajo de los dos actores, Lucía Díez, que encarna a Emily, y Víctor Palmero, como Harry, su verdugo, es sobresaliente y logra estremecernos. Jesús Torres despliega un estudio psicológico rico y lleno de matices no solo de ambos personajes, sino de su mundo y también del nuestro. Indaga en los grises, los puntos ciegos y las motivaciones de cada uno. Todo ello de una manera precisa y elegante, sin, por ello, justificar en modo alguno los hechos delictivos.

El monstruo de White Roses
Foto de El Aedo Teatro

Conclusión

El monstruo de White Roses de Jesús Torres es una obra valiente y llena de aristas. Por eso, es capaz de generar tantas lecturas como espectadores y de ofrecer más interrogantes que respuestas. Las efectivas interpretaciones de Lucía Díez y Víctor Palmero subrayan la potencia de un texto sobrecogedor que invita a la reflexión y al debate.

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