Muy estimada por la platea de Cannes, El triunfo es la tercera película del A-GUI-TOR francés Emmanuel Courcol (Actor-guionista-director. No se me dan tan bien los acrónimos como a Ojete Calor). Es sorprendente la prolijidad francesa en comedias blancas y populares, con un poso dramático social y humano, con una determinación didáctica, a veces brillante, y que funcionan como un torpedo soviético en taquilla. Si quiere encontrarse de frente con algo del estilo de Bienvenidos al norte, Intocables, Los chicos del coro… vaya a ver El triunfo a los cines a partir del 25 de febrero de 2022. Se divertirá, tal vez llorará, y saldrá sintiéndose mejor persona.
Pero que esto no nos haga dudar de su profundidad y complejidad como obra intelectual. Porque con su película, Courcol reflexiona sobre el concepto clave que baña todo el arte a partir de la segunda mitad de siglo XX: el absurdo. Y lo hace desde el propio arte, en un juego de círculos concéntricos: la obra de teatro que es representada dentro de su película, Esperando a Godot, cumbre del teatro del absurdo; la propia investigación y comprensión que hacen los personajes sobre la obra que interpretan; y la película en sí, que es toda ella una gran broma en torno al absurdo.
Crítica de 'El triunfo'
Resumen
Ficha Técnica
Título: El triunfo
Título original: Un triomphe / The Big Hit
Reparto:
Kad Merad (Étienne Carboni)
Marina Hands (Ariane)
Laurent Stocker (Stéphane)
Saïd Benchnafa (Nabil Jouhari)
Lamine Cissokho (Alex)
Sofian Khammes (Kamel Ramdane)
Pierre Lottin (Jordan Fortineau)
Wabinlé Nabié (Moussa Traoré)
Alexandre Medvedev (Boïko)
Mathilde Courcol-Rozès (Nina)
Catherine Lascault (La juez)
Yvon Martin (El jefe de detención)
Vladimir Golicheff (El hermano de Jordan)
Thierry de Carbonnières (El marido de la jueza)
Elise Berthelier (El director de prisiones)
Olivier Foubert (El gerente del Odeon)
Año: 2020
Duración: 100 min.
País: Francia
Director: Emmanuel Courcol
Guion: Emmanuel Courcol, Thierry de Carbonnières
Fotografía: Yann Maritaud
Música: Fred Avril
Género: Drama carcelario
Distribuidor: Caramel Films España
Tráiler de El triunfo
Sinopsis de 'El triunfo'
Aunque esté en el paro con frecuencia, Etienne (Kad Meran) es un entrañable actor que dirige un taller de teatro en un centro penitenciario. Allí reúne a un grupo insólito de internos para representar la famosa obra de Samuel Beckett 'Esperando a Godot'. Cuando consigue la autorización para realizar una gira fuera de la cárcel con su pintoresca troupe de actores, a Etienne se le presenta finalmente la ocasión de prosperar.
Cada cita con el público se convierte en un nuevo éxito, y entre la improvisada compañía y su director se va forjando una relación única. Pero antes de que se dé cuenta, llega el momento de la última representación, que tendrá lugar en París. ¿Será esa función de despedida el mayor éxito del grupo?'. (Caramel Films España)
Dónde se puede ver la película
El absurdo, según Camus
El filósofo existencialista Albert Camus, también francés, dedicó su vida y obra a diseccionar metódicamente el concepto del absurdo. Él lo definía como la sensación de frustración, impotencia y desamparo que nos provoca el divorcio entre nuestra mente razonable y causal, y el universo carente de motivo, planteamiento y destino. Nuestra particular forma de entender la realidad, no la transforma ni la dirige. Ésta se rige por una única norma: la nada.
Camus ilustra el sentir absurdo a través del mito de Sísifo. Según la mitología griega, Sísifo era el rey de la actual Corinto, un mortal, que con su gran astucia fue capaz de burlar a la muerte dos veces. El castigo que recibió por sus engaños fue el de subir cada día a cuestas una gran roca por la ladera de una montaña. Cuando lo conseguía, la roca caía por su propio peso y había de volver a subirla, y volvía a caer, y la volvía a subir. Así eternamente.
Para Camus, este es el peor castigo imaginable que puede sufrir un hombre inteligente. Ser consciente de que lo que hace todos los días, horas y minutos de su vida, es una actividad vacía, inútil y carente de todo significado. Despertarse-desayunar-metro-trabajo-comer-trabajo-metro-casa-dormir-despertarse. ¿Dónde está el fin? –y valgan para esta pregunta todas las acepciones de fin.
(Por supuesto, esto es un micro-extracto sintetizado y liofilizado de una parte concreta de la filosofía de Camus, pero esto es un artículo sobre cine)
La frustración es clarividencia
“El hombre absurdo”, sin embargo, no es alguien a la larga triste y amargado. Al contrario de lo que pueda parecer, Camus es un vitalista. Entiende que la nada no implica finalmente la tragedia, sino el ser dichosos, gracias a ser conscientes de la misma. En el momento en que Sísifo se hace consciente de su absurdo destino, vacuo, fútil, frustrante, también comprende que todos los destinos de todos los hombres son vacuos y fútiles, y que, en un mundo sin reglas, ni amo, ni plan, no podemos decir tal cosa como que tenemos mala suerte. Sísifo comienza entonces a disfrutar del tranquilo silencio de su montaña, el suave verdor de la hierba en el suelo, mecida por la brisa vespertina cuando el sol se esconde tras los contornos de su roca. Sísifo es feliz.
En la entrevista que hicimos a Emmanuel Courcol a tenor de El triunfo, confesó que se hizo guionista por sus frustraciones como actor, y que se hizo director por sus frustraciones como guionista. El siguiente paso lógico sería hacerse productor… Parece lícito, quizá definitorio del hacer humano, el entender la frustración como propulsor de la creatividad. La misma frustración que lleva al protagonista de la cinta (Kad Merad) a dejar a un lado su carrera de actor, para emprender la absurda aventura de representar a Beckett en una prisión.
El absurdo, según Beckett
La sociedad europea post Segunda Guerra Mundial estuvo empapada de absurdo. Camus y el existencialismo filosófico lo teorizó, pero el sentimiento de absurdo devoraba cada palmo de tierra calcinada, cada calleja y cada cloaca. Los preceptos clásicos, las ideas establecidas, las creencias tradicionales, habían desembocado en la mayor catástrofe imaginable. Habían perdido el asidero al que agarrarse, eran extranjeros en su propia tierra.
Los artistas necesitaban alejarse todo lo posible de esas bases arcaicas, habían de ser extirpadas sin anestesia. El arte ya no era trascendente, y sus principios habían sido cuestionados. Deconstruyeron sus disciplinas, las viviseccionaron, las redujeron hasta el átomo y trataron de comprenderlas a niveles de pensamiento muy complejos. La pintura, con movimientos como el expresionismo abstracto de Pollock, que ya no se basaba en una vanguardia idealista y revolucionaria como en el surrealismo, sino en una exploración de la anomia; la música, con reacciones como la música concreta, el serialismo o la música aleatoria; o la literatura, con el teatro del absurdo de Ionesco, Fernando Arrabal en España, y, por encima de todos, Samuel Beckett.
Los dramaturgos del absurdo (que no son Miguel Mihura, Monty Python ni Muchachada Nui) se rebelan contra el realismo y las estructuras clásicas, se dinamitan los actos, se pulverizan las intrigas. Incluso, atacan al mismísimo corazón y esencia del teatro: la acción. Esta pierde su sentido. Las representaciones son anti-obras, donde la propia escritura no está divorciada del contenido, formando el qué y el cómo un todo en sí mismo. Los personajes ya no poseen una definición clara, ni psicológica ni funcionalmente.
La gran broma
Emmanuel Courcol en su El triunfo nos habla, desde el principio de la cinta, del mensaje contrario. Nos habla del arte como una opción moral salvífica, vehículo para la trascendencia.
Los presos empiezan yendo a clases de teatro como pasatiempo, como tentempié espiritual hasta que se acabe su condena, como tentemozo de su integridad. Les va gustando, van perdiendo la vergüenza, se van imbuyendo de la dignidad del drama. Disfrutan de salir de prisión para representar su obra, como liberación pasajera. Pero pronto comprenderán que no existe mayor libertad que la de un artista en el ejercicio de su arte. Pueden fugarse en esas excursiones, pero deciden no hacerlo, pues la fuga espiritual sobre las tablas supera con mucho a la libertad física de poder salir a la calle. Los celadores les quitan los regalos de sus fans, y les acaba dando igual. Han entendido lo que es ser actor. Y entonces…
La escena final de El triunfo es el remate del gran chiste, la culminación de la gran broma de la vida. Emmanuel Courcol niega de golpe su propia premisa, dejándonos con una extraña sensación de engaño, de irracionalidad, de absurdo. La misma sensación de la que hablaba Camus. Quienes la hayan visto, lo entenderán. Con razón, Beckett al conocer el final de la historia real en que se basa la película, dijo algo así como: “Era lo mejor que le podía pasar a mi obra”.
Conclusión de 'El triunfo'
En ‘Le Mythe de Sisyphe’ (1942), Albert Camus escribió: “Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar con su roca. Pero Sísifo enseña la felicidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas”. Sísifo es feliz porque, aunque esté condenado, aunque esté preso, está despierto.
Del mismo modo, en El triunfo, Emmanuel Courcol enseña una divertida y agradable comedia, bien rodada, bien contada, llena de ternura y bondad, y dentro de una prisión. Y es capaz de enmascarar una profundísima reflexión, acerca en este caso del concepto filosófico y artístico del absurdo, como hace todo buen cine, como zumo de naranja en la medicina.
Reportaje de El triunfo en Días de Cine TVE
Únete a nuestro CANAL DE TELEGRAM