El último viaje de Robert Rylands, película dirigida por Gracia Querejeta en 1996, adaptación de la novela Todas las almas de Javier Marías. El escritor no quedó contento con el resultado final de la película por lo que denunció al productor Elías Querejeta y a la directora Gracia Querejeta (La buena suerte, Invisibles) al considerar que la película había tergiversado el contenido del libro y, tras el litigio, hubo una indemnización de 36 mil euros para el escritor por daños morales y la retirada de su nombre de los créditos del filme.
La cinta sigue la historia de Robert Rylands, un hombre que regresa a Oxford después de una década de ausencia, envuelto en un misterio que irá desvelándose poco a poco. Con un elenco que incluye a Ben Cross y William Franklyn, El último viaje de Robert Rylands explora temas como la muerte, la memoria y las relaciones personales de manera profunda y emocional.
Crítica de 'El último viaje de Robert Rylands'
Resumen
Ficha Técnica
Título: El último viaje de Robert Rylands
Título original: El último viaje de Robert Rylands
Reparto:
Ben Cross (Cromer)
William Franklyn (Robert Rylands)
Cathy Underwood (Jill)
Kenneth Colley (Archdale)
Perdita Weeks (Sue)
Gary Piquer (Juan)
Lalita Ahmed (Ahira)
Karl Collins (Abraham)
Maurice Denham (Hume)
Año: 1996
Duración: 98 min.
País: España
Director: Gracia Querejeta
Guion: Elías Querejeta, Gracia Querejeta. Novela: Javier Marías
Fotografía: Antonio Pueche
Música: Ángel Illarramendi
Género: Drama. Intriga
Distribuidor: Alta Films
Tráiler de 'El último viaje de Robert Rylands'
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- Marías, Javier(Autor)
Sinopsis de 'El último viaje de Robert Rylands'
Robert Rylands, un arqueólogo profesor de universidad del que se perdió la vista durante los últimos diez años, regresa a Oxford cuando está a punto de cumplir 70. Pasa una noche entera haciendo una declaración voluntaria en la comisaría de policía. Su historia establece vínculos entre varias personas: la pelirroja llamada Jill, su hija Sue, la india Ahira, el estudiante negro Abraham Jones y el joven español Juan Noguera, que acaba de llegar para dar un curso de literatura. La declaración de Rylands revela su relación íntima y duradera con Alfred Cromer-Blake. La noticia de que los días de Cromer-Blake están contados convierte el último viaje de Robert Rylands en una experiencia emocional personal.
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Los secretos de Oxford
El último viaje de Robert Rylands es, ante todo, una película de palabras. La mayor parte de la acción se concentra en un espacio muy concreto, la sala de una comisaría en la que Robert, un arqueólogo septuagenario, desgrana su vida, sus secretos y su pasión. La trama se presenta como un puzle de memorias que poco a poco se van conectando.
Lo interesante es que la película se construye a partir de la voz de Rylands, una voz quebrada por la edad pero lúcida en sus detalles, capaz de saltar del recuerdo más íntimo al análisis casi académico. La intriga no radica en lo que va a ocurrir, sino en cómo se revela ese pasado y qué significados adquiere para los demás personajes.
El peso de la palabra
Gracia Querejeta, en uno de sus primeros largometrajes, demuestra un pulso narrativo firme, aunque con un estilo aún en búsqueda. Lejos de los excesos visuales, opta por una puesta en escena sobria, casi ascética, donde lo importante no es lo que vemos sino lo que escuchamos, la cámara se convierte en cómplice de los actores, se acerca con delicadeza a los rostros, se detiene en los silencios, da aire a las confesiones.
Querejeta sabe que está filmando un material literario y no lo disfraza, hay escenas que parecen sacadas directamente de páginas de un libro, con monólogos extensos que requieren paciencia, pero también sensibilidad. Esa decisión puede incomodar a un espectador que espere mayor dinamismo, pero le otorga autenticidad a la propuesta.
Miradas contenidas
El peso de El último viaje de Robert Rylands recae sobre William Franklyn, que interpreta a Robert Rylands, y lo hace con una mezcla de fragilidad y magnetismo, cada palabra parece salida de alguien que ha vivido mucho y que, al borde de la muerte, no busca justificar nada, sino simplemente dejar constancia de lo que fue. Su interpretación transmite cansancio físico, pero también una inesperada vitalidad interior, como si la confesión lo rejuveneciera.
Los personajes que orbitan alrededor de Rylands funcionan como espejos. Jill aporta ternura y dolor. Ahira introduce un aire de misterio. Abraham representa la mirada externa y crítica. Y Juan Noguera sirve como conexión con el público hispanohablante, una especie de alter ego del espectador que escucha y se sorprende. La química más intensa, sin embargo, está en el recuerdo de Alfred Cromer-Blake, aunque su presencia en pantalla es limitada, se siente constantemente, como un fantasma que habita cada palabra de Robert.
Sombras de biblioteca
La fotografía se mantiene discreta, con tonos apagados que evocan la frialdad de Oxford y el paso del tiempo. Los interiores son cerrados, casi claustrofóbicos, como si los personajes estuvieran atrapados en sus propios recuerdos. La iluminación tenue refuerza la idea de que estamos ante un relato íntimo, contado en voz baja, sin necesidad de grandes artificios.
El montaje apuesta por la calma, largos planos, pocos cortes, un ritmo que respeta el tempo de la palabra. La música aparece de manera escasa, siempre como un susurro, nunca como protagonista. Técnicamente, El último viaje de Robert Rylands no pretende deslumbrar, sino servir de marco para lo esencial, la confesión y la emoción.
Conclusión de 'El último viaje de Robert Rylands'
El último viaje de Robert Rylands es una obra contenida, delicada y profundamente literaria, no busca impactar con giros narrativos ni con artificios visuales, sino con la verdad desnuda de un hombre que decide, en su vejez, abrir las puertas de su pasado. La homosexualidad, tratada con naturalidad y sin morbo, se convierte en la columna vertebral de una historia de amor callado, tan real como trágico.
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