El pasado 17 de febrero se estrenó Esta sí tenemos que bailarla, de Nando López, con dirección de Eva Egido. Después del gran éxito televisivo que obtuvo con "La edad de la ira", Nando López regresa al teatro con una obra que respira verdad y vida. La obra cuenta con Eva Egido y Rocío Vidal en el reparto, mientras que la canción principal está a cargo de Fran Perea, siendo también co-productor de la obra. Después de su estreno en el 40º Festival de Teatro de Málaga, se representará hasta el 18 de marzo en el Teatro Quique San Francisco.



Estreno de Esta sí tenemos que bailarla

Crítica de 'Esta sí tenemos que bailarla'

Ficha Técnica

Título: Esta sí tenemos que bailarla
Título original: Esta sí tenemos que bailarla

Reparto:
Eva Egido
Rocío Vidal 

Duración: 90 min. apróx.
Dirección: Eva Egido
Dramaturgia: Nando López
Escenografía y vestuario: Berta Navas
Iluminación:
Rubén Vejabalbán
Canción original:
Fran Perea
Música y espacio sonoro:
Rubén Vejabalbán
Dirección de producción:
Rocío Vidal
Diseño gráfico y fotografía:
Rubén Vejabalbán
RRSS:
David Tortosa
Producción: Acciones imaginarias, Feelgood Teatro y Todo al Tres Producciones

Saludos de 'Esta sí tenemos que bailarla'

Sinopsis de 'Esta sí tenemos que bailarla'

La fiesta es aún peor de lo que esperaban, así que tanto Leyre como Diana abandonan pronto el reencuentro de su antigua promoción del instituto, al que ni siquiera saben por qué han acudido. Hartas de la explosión de nostalgia noventera y decididas a continuar la noche en cualquier otro sitio, ambas encuentran en la necesidad de compartir taxi una excusa para alejarse, al menos durante unas horas, de una vida a la que a veces les cuesta regresar. Dispuestas a beberse —metafórica y literalmente— la madrugada, las dos se dejan llevar por la ciudad en busca de algún deus ex machina que, a sus cuarenta y algo, les permita creer que el presente no está tan lejos del futuro idílico que les prometieron y que, cosas del éxito, se les sigue escapando.

Esta sí tenemos que bailarla es una road-movie tragicómica y canalla en la que dos mujeres en sus cuarenta deciden huir de sus vidas durante una noche. Una comedia ácida llena de ritmo, diálogos punzantes y momentos que van de lo íntimo a lo explosivo. Un viaje tan honesto como salvaje a través de bares y carreteras cinéfilas en el que sus dos protagonistas comparten madrugada a vueltas con sus dudas, su nostalgia tramposa y sus ganas de vivirlo -y bebérselo- todo. (TEATRO QUIQUE SAN FRANCISCO). 



Esta sí tenemos que bailarla
Foto de Daniel Pérez

Una sororidad sorprendente

Nando López regresa a los escenarios teatrales con Esta sí tenemos que bailarla. Una obra que habla sobre la vida, lo que fue, lo que se esperaba y de lo que vendrá. Para comenzar, se agradecen producciones que son protagonizadas por mujeres más allá de los 40. A pesar del avance social que está habiendo, no es lo habitual. Sin embargo, su punto fuerte viene con la naturalidad y la verdad que respira el relato desde el primer minuto. López demuestra una vez más que su estilo se basa en escribir desde la emoción, desde una cotidianidad que hace conectar rápidamente con lo que se está viendo en escena. Por tanto, el cuidado con sus personajes es exquisito, es imposible no sentir ternura por Leyre y Diana, que no buscan ser perfectas y gracias a ello se convierten en dos personajes entrañables y reales.

A lo largo de los distintos pasajes que van viviendo las dos amigas durante una noche de reencuentro, se abordan temas de vital importancia como son la maternidad, el acoso, las expectativas, la demanda familiar... Multitud de debates que no caen en saco roto, sino que ofrecen una reflexión muy bien planteada que hace que estas dos mujeres se conviertan en el retrato de una generación que se encuentra en un constante vaivén de acontecimientos. Además, se adereza con una comedia bien introducida, que permite que este baile narrativo sea un auténtico placer. Con lo cual, esta aventura fabrica una sensación que hace que, incluso, aunque no se sea de dicha generación, se comprenda absolutamente el viaje que se desea realizar. Por último, subrayar la importancia de la representación LGBTQ+ en esta obra, es magnífica, una muestra de visibilidad real.

Teatro Quique San Francisco
Foto de Daniel Pérez

Dos mujeres todoterreno

Eva Egido y Rocío Vidal son las encargadas de dar vida a Leyre y Diana en Esta sí tenemos que bailarla. En primer lugar, Eva Egido, quien también dirige la pieza, aborda su papel desde una frescura y una cercanía que encaja a la perfección con ese humor ácido que caracteriza a su personaje. Por tanto, ha sabido fabricar una base contundente, que va adornando con cada matiz que le demanda la obra según va transcurriendo. Con lo cual, se ve una evolución sutil, que triunfa en la humanidad que rezuma su expresividad corporal y sobre todo facial. Está totalmente entregada a la escena, sabiendo en todo momento hacia dónde tiene que ir. Además, provoca las risas en escenas absolutamente cómicas como la del lanzamiento de vaso o el llegar a una farola. Estupenda.

Rocío Vidal no se queda atrás y se encuentra al mismo nivel interpretativo que su compañera. No obstante, con un estilo de interpretación diferente que le permite brillar de forma independiente. Por lo cual, realiza un arco dramático bien aprovechado, llevando al espectador a su parcela sentimental y conectando con ella en todo momento. Gracias a ello, se ve ese contraste más desenfadado y de carácter con la fragilidad que apuntala su personaje. Una actuación que logra autenticidad y naturalidad. También sabe aprovechar aquellos momentos de mayor comedia, permitiéndole exponer distintas capas de su trabajo sobre la escena. En conclusión, las dos actrices transmiten verdadera química y es lo que hace que sea una maravilla ver esa conexión en escena de principio a fin.

Teatro Quique San Francisco
Foto de Daniel Pérez

Sentirse en casa

Una reunión de antiguos alumnos, el sueño – o pesadilla – de muchas personas, que les sirve para rememorar un pasado que parece ficción. Así comienza Esta sí tenemos que bailarla, de una forma inteligente, al utilizar un elemento perpetuo de la sala del Teatro Quique San Francisco para crear un momento inmersivo en su inicio. Después, una escenografía minimalista, que a pesar de poder parecer no suficiente, se convertirá en su principal bastión, al saber transformarlo continuamente y de una manera eficaz. Además, tiene momentos de verdadera sorpresa técnica, como el columpio, que expone una preparación y un diseño que va más allá de lo estándar. Por otro lado, destaca la cotidianidad que transmite el espacio escénico, es fácil poder verse reflejado en algunas situaciones que se muestran en escena.

La música seleccionada es coherente con el sello de identidad que se busca, algo que ocurre también con la selección de colores que lleva perfectamente a ese ambiente festivo, nocturno, que necesita la pieza para contextualizar la acción. También es importante mencionar el vestuario, que aunque sencillo, es efectivo y encaja con el sello de identidad de la pieza. Únicamente, hay pasajes de la pieza en los que la estructura se vuelve algo más densa y pierde levemente el dinamismo que alcanza el montaje en su conjunto. A pesar de ello, no ocurre de una forma que pase factura al espectáculo, lo que hace que a nivel global se compense con partes llenas de movimiento y vida. En resumen, una pieza que al igual que la noche de copas que se ve en escena, triunfa por el viaje al que lleva a los asistentes.

Esta sí tenemos que bailarla
Foto de Daniel Pérez

Conclusión

Esta sí tenemos que bailarla es una copa de recuerdos, una reflexión vital, un viaje hacia la búsqueda de uno mismo aderezado con la comedia ácida que significa ser y vivir. Por tanto, la dramaturgia de Nando López es exquisita, hay un cuidado, una emoción, una verdad que hace que sea un placer transitar por estos personajes entrañables y sinceros. Además, se abordan varios debates y de una manera fantástica.

Junto con un texto de alto nivel, cuenta con dos actrices estupendas: Eva Egido y Rocío Vidal realizan un trabajo natural, cercano y comprometido. La puesta en escena está lleno de guiños populares, pero su verdadero poder reside en continuar con la familiaridad que se desea dar a la pieza, es auténticamente fiel a la personalidad de la obra. Una noche llena de introspección, que lleva a un debate tierno y verdadero, que deja al espectador con ganas de bailar y transitar.

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