"Esto no es Jamaica": Aquello que nos sobrevive

Esto no es Jamaica acontece en el Prat, pero podría suceder en cualquier lugar del mundo.

Retazos de la vida cotidiana de un grupo de personas que con la promesa de un trabajo fijo y soñando con un mejor porvenir, llegan a un pueblo que no es el suyo. Y aprenden a convivir con una playa donde no se pueden bañar, con el olor fétido que desprenden sus fábricas y a tener conversaciones mientras los aviones sobrevuelan sus cabezas. Y echan raíces. Les gusta hacer barbacoas en la pineda de la autovía, ir a coger mejillones y ayudarse entre vecinos. Este lugar ya lo sienten como propio. Es su paraíso particular.

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Este lugar al que sus padres llegaron para prosperar es su pueblo. Ellos han nacido aquí. Son de aquí. Y eso les ha pesado durante mucho tiempo, escondían sus orígenes y soñaban con vivir en la ciudad vecina. Pero han crecido y lo han visto prosperar. Las fábricas llevan años cerradas, la playa tiene el agua transparente y ya ni se inmutan cuando los aviones sobrevuelan sus cabezas. Ahora se enorgullecen de pertenecer a este lugar. Saben que esta es su esencia. Y de aquí ya no les mueve nadie. O quizá sí, porque se está poniendo de moda.

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Porque las historias locales pueden ser universales. (TEATROS LUCHANA). 

Dónde quedarán los recuerdos

Carol López adentra a los espectadores en El Prat, en Barcelona, en Esto no es Jamaica, una historia que revela la importancia de reivindicar las raíces, aquello que identifica los barrios como su sello de identidad. A pesar de partir de una historia local, el libreto de López consigue que sea fácil identificable para el gran público por las referencias comunes que explora a lo largo de la pieza. Asimismo, plantea diversos debates que no pasan indiferentes y deja el poso de cómo el tiempo y las generaciones cambian, pero sin perder un hilo conductor que hace que se transfieran a la herencia de los hijos, e, incluso, nietos. Por ello, se agradece que haya ese testigo entre las dos plazas temporales que expone y ver los cambios que se producen entre una y otra.

Una mirada amable, que utiliza una comedia para todos los públicos, haciéndola así más accesible para cualquier edad que se acerque a ella. Un retrato de una sociedad en pleno cambio, que hace que se plantee el paso del tiempo desde distintas miradas. También se aplaude la cercanía con la que se abordado el guion, realizando una construcción de los personajes desde lo cotidiano, desde el día a día, ofreciendo así distintas escenas que se podrían haber extraído perfectamente de una rutina cualquiera. Gracias a ello, se establece una fragancia de familiaridad y nostalgia, que es lo que busca la pieza. Sin duda, una propuesta que deja un buen sabor de boca y una energía positiva tras finalizar la obra.

Una generación que da paso a otra

El reparto que protagoniza Esto no es Jamaica es un grupo heterogéneo que aprovecha las fuerzas de cada uno de ellos. Un trabajo en equipo con química y una energía compartida muy bonita. Para comenzar, Rocío Quesada ofrece un trabajo contundente, desde la naturalidad, sacando partido a su carácter y metiéndose de lleno en sus distintas facetas. Especial mención a su escena con Rocío Jurado como telón de fondo, es una maravilla. Sheila Fernández y Cristina Brondo lo dan todo sobre las tablas, con un dinamismo muy pertinente, quedándose sus trabajos en la retina del espectador. Albert Riballo ofrece un trabajo sensible, con carisma, donde su humanidad hace que sus personajes triunfen. Por último, Ángel Roldán aporta verosimilitud, combinándola con esa pizca de humor que hace que se encuentre el equilibrio entre ambas facciones.

La puesta en escena parte desde una propuesta minimalista a la que sacan partido desde el principio. La escenografía no cuenta con grandes vuelos, pero no lo necesita, dado que la búsqueda de dar cercanía, les ha permitido que su diseño juegue a su favor. Además, saben apoyarse en otros elementos escénicos, como el diseño de iluminación, efectos sonoros, que completan la escena. El ritmo es tranquilo, sin ganas de correr, algo que podría afectar en alguna escena, pero que en su conjunto deja un buen resultado. Por último, mencionar lo efectivo que son los pequeños detalles para marcar los diferentes personajes y queden claras las diferentes líneas de tiempo.

Conclusión

Esto no es Jamaica reivindica la memoria del barrio, las raíces de lo que se fue y de lo que queda. Carol López ofrece un libreto familiar, agradable, que deja una sensación positiva en los espectadores. Además, se acompaña de un elenco en muy buena sintonía, que rema a favor en todo momento, lo que permite que haya una buena labor. La puesta en escena es minimalista y efectiva, destacando los pequeños detalles. Una carta de amor al paso del tiempo, a la nostalgia y a la importancia de no olvidar de dónde se viene.

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