"Finlandia": Diferencias irreconciliables

Finlandia es una obra que nos lleva a Helsinki, invierno, las 4 de la mañana. Israel ha recorrido 4000 km en coche para llegar a una habitación de hotel y decirle a su mujer Irene: “Levántate”. Así, de forma torrencial y beligerante comienza el fin de una historia, donde el pasado no es lo que era y donde no hay futuro común. Una madre y un padre discuten la custodia de su hija mientras van haciendo del otro una cavidad donde verter su relato, hasta desbordarla. (TEATRO DE LA ABADÍA). 

La última carta

Pascal Rambert reafirma su éxito con Finlandia, la cual llega nuevamente con su segunda temporada, donde expone la realidad de la separación de una pareja. Alejándose completamente del costumbrismo y el naturalismo, Rambert apuesta por un texto que goza de una calidad léxica de alto nivel. Gracias a ello, se presenta una riqueza lingüistica, que se agradece, dado que le da otro enfoque y otro tipo de narrativa. Por tanto, no se puede negar que el dramaturgo ha sabido establecer un sello de identidad, dando una batalla feroz mediante la palabra, en lo que podrían ser monólogos perfectamente, pero van contraponiéndose para dar cuerpo a la acción. El texto explora el camino vital de una pareja que se encuentra en su ocaso, donde los reproches realizan un análisis inteligente acerca de las relaciones humanas que va más allá de lo convencional.

No se trata de una obra que busque una pelea entre el género masculino y el femenino al uso, sino que utiliza como vehículo en esta primera percepción para retorcerlo e ir más allá. Con lo cual, no se queda en la simpleza de exponer las diferencias entre hombres y mujeres, sino que dibuja distintos matices a su alrededor para permitir a los asistentes reflexionar sobre lo que están viendo sobre las tablas. También cabe destacar el respiro que ofrece a los espectadores ante pequeñas pinceladas de comedia, siendo una manera de no cargar en exceso la dramaturgia. El plot twist hacia el final es brillante, una forma de realizar una denuncia de una manera absolutamente elegante y sin incidir constantemente en ello, totalmente eficaz.

Cara a cara

Dos monstruos escénicos son los principales protagonistas de Finlandia. En el ring, por un lado, se encuentra Israel Elejalde, el cual se decanta por una interpretación en la que fluctúa esa violencia intrínseca con esa tranquilidad con la que disfraza los impulsos de su personaje. Además, logra dar coherencia y verosimilitud a su texto en todo momento, lo que indica la gran calidad interpretativa del actor. Asimismo, plantea una escucha muy acertada en torno a su compañera de reparto, Irene Escolar, al seguir presente incluso en los momentos en los que no debe intervenir verbalmente. Con lo cual, su presencia escénica es sólida, atrayente, fabricando una naturalidad con la que adereza todo el resultado. Corporalmente, aprovecha las opciones que le permite el espacio, dando más dinamismo a su tiempo en escena.

Irene Escolar, por su parte, sigue demostrando por qué es una de las actrices mejor valoradas del panorama artístico español. La actriz desprende todo ese frenesí al mismo nivel, no se queda en ningún momento en segundo plano, sino que utiliza todo su torrente dramático para trasladarlo a la escena. Asimismo, se valora muy positivamente que haya esa mezcolanza alocada junto a una más pausada. Otro de los puntos más relevantes de su trabajo en escena es la expresividad facial, la cual transmite todo, sin tener que apoyarse en la palabra. También comprende a la perfección dónde colocarse, en qué momentos aprovechar la tensión y dar pura energía y cuando ir frenando levemente. En resumen, ambos están soberbios, se conocen a la perfección y se ve la sintonía que hay en ellos, sacando, artísticamente, lo mejor el uno del otro.

Una habitación de hotel

La puesta en escena de Finlandia presenta ya una construcción ambiciosa, con un decorado a grandes dimensiones que encaja a la perfección con lo que podría ser una habitación de hotel en Helsinki. Desde el inicio, el público se puede dejar llevar por la inmensa ristra de detalles en el diseño, desde las lamparitas en las paredes, hasta un mini bar. No obstante, en este caso, además, no es un mero escaparate estético, sino que se integra dentro de la acción, dando un juego absoluto. Se agradece, no siempre solo hacer un estímulo visual es suficiente y aquí se ve cómo funciona mejor si la propia escenografía forma parte del movimiento. La iluminación se plantea desde una mirada diegética, introduciéndolo dentro de la propia ficción, un recurso que logra un efecto muy orgánico.

Los grandes ventanales cubiertos con la tenue luz, emulando la madrugada, es un detalle muy bello, muy sensible artísticamente. Después, el vestuario elegido navega entre una cotidianidad, que rompe por el surrealismo de toda la acción, logrando así encauzar al sello de identidad de la pieza. Los recursos sonoros, así como la canción final, son puro sentimiento, emoción, saben atinar en estos elementos de una forma sutil. Con respecto al ritmo, presenta un montaje que es una carrera de fondo, donde la palabra es la gran protagonista. Así, no siempre se muestra dinámica, pero esa es la intención de la obra. No se percibe que sea algo más densa porque no llegue a una acción más potente, sino que es hecho así adrede. Por tanto, es un estilo al que caerán rendidos muchos espectadores, mientras que a otros se les podrá hacer algo menos activa.

Conclusión

Finlandia brilla por la riqueza de su texto, unas interpretaciones soberbias y una puesta en escena sutil, elegante y que no repara en detalle. Así, el libreto es una maravilla, tanto las palabras escogidas, como la forma, ha sabido plasmar una dramaturgia de alto nivel. Para ello, eran necesarios unos intérpretes a la altura y así es. Irene Escolar e Israel Elejalde están soberbios. La puesta en escena goza de una sensibilidad artística muy bien llevada al escenario, únicamente en el ritmo puede causar alguna percepción distinta según el tipo de espectador que se siente en el patio de butacas. Las diferencias irreconciliables llegan en una batalla dialéctica que deja sin aliento al espectador, que queda cautivado ante una propuesta completa y eficaz.

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