Forever es una obra recientemente estrenada en la sala grande del Teatro María Guerrero (CDN). Es una creación de Kulunka Teatro dirigida por Iñaki Rikarte y la dramaturgia es también obra suya en colaboración de la dramaturgia de Edu Cárcamo, José Dault, Garbiñe Insausti. Llama la atención por las máscaras que cubren el rostro de sus actores: Edu Cárcamo, José Dault y Garbiñe Insausti. Prescinde de los diálogos que, irónicamente, retrata la falta de comunicación en la familia y sus consecuencias.
Duración: 100 min. apróx. Dirección: Iñaki Rikarte Dramaturgia: Edu Cárcamo, José Dault, Garbiñe Insausti e Iñaki Rikarte Escenografía: Ikerne Giménez y Javier Ruiz de Alegría
Iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Diseño de vestuario: Ikerne Giménez
Diseño y realización de máscaras: Garbiñe Insausti
Composición musical y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo
Construcción de escenografía: Readest Montajes
Sastrería: KKUM
Producción ejecutiva: Kulunka Teatro
Ayudante de dirección: Alberto Huici
Dirección técnica: La Cía de la Luz S.Coop.Mad.
Distribución: Proversus
Prensa compañía: María Diaz
Diseño de cartel: Equipo SOPA Producción: Centro Dramático Nacional, Kulunka Teatro, Teatro Arriaga de Bilbao y Teatro Victoria Eugenia de Donostia
Tráiler de 'Forever'
Sinopsis de 'Forever'
Forever es la historia de cómo una familia se va alejando de lo que soñó que sería. Reflejando con humor e ironía las contradicciones del amor, pone el foco en temas como la maternidad, la educación, la sexualidad o la violencia. Sobre una plataforma giratoria y con un lenguaje muy cinematográfico, Forever es un tiovivo; la noria de la vida.
Pero también una espiral que, a medida que gira, ahonda en el dolor de sus protagonistas. ¿Hasta dónde puede arrastrar la incomunicación a una familia? tal vez lo perturbador, lo emocionante, es que la historia de esta familia podría ser la de la nuestra. (CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL).
Foto de Kulunka Teatro
Decorados y puesta en escena
Al César lo que es del César, y aunque Foreveres una historia plana y que aburre hasta la saciedad, su puesta en escena es espléndida. Salvada por su escenografía, Forever, nos presenta un escenario de forma circular que gira sobre sí mismo. La estructura se encuentra dividida en tercios.
Lo que más llama la atención es la capacidad de quienes entre bambalinas logran logran modificar a grandes velocidades los decorados. Mientras el espectador atiende a la escena que en cada momento transcurre. Los atuendos y el vestuario son poco destacables, permitiendo a las máscaras llevarse toda la atención. Un gesto desolado impreso en silicona permite a los actores servirse de todas las emociones. Y junto con la plataforma giratoria permiten al espectador disfrutar de algo en esa marabunta de silencios y repeticiones.
Foto de Kulunka Teatro
Humor inteligente y acertado
Aunque lo poco gusta y lo mucho cansa, los puntos de humor están en su mayoría muy bien orquestados. Teniendo en cuenta que prescinden de la gesticulación facial, la que suele permitir al espectador empatizar con él personaje, a través de los movimientos del resto del cuerpo el elenco consigue hacer reír, y no poco, al espectador.
En momentos de seriedad y tragedia como es en este caso la totalidad de la historia contada, encontramos hueco para la ironía o lo absurdo. En especial mención a la escena de la cena de navidad en la que, la madre en la historia, enloquece con cucharas en las manos y a ritmo de toques con el resto de los decorados y golpes de cadera, consigue sacar adelante la que es para mi la más graciosa de las escenas de la historia.
Foto de Kulunka Teatro
Conclusión
Forever es una obra, como ya vengo diciendo, que tiene todo lo necesario para ser perfecta, salvo lo imprescindible: la historia. Quizás ni siquiera sea culpa de los dramaturgos y sea mía, por no pertenecer a una regeneración que se vea reflejada en lo contado. En el patio de butacas, concretamente tres mujeres de cabellos canosos en la fila delantera, comentaban lo mucho que les había llegado la historia y la sutileza que ésta tenía para tratar tantos temas tan complicados. Sin embargo, yo no puedo decir otra cosa que no sea que todo eso ya está muy visto, sabido y resabido.
Un divorcio a día de hoy no me parece una historia que contar, una salida del armario tampoco; y por ello me parece plana y superficial. Siento que la historia está hecha para aquellos que empatizan desde fuera con estas historias, para gente de vidas cómodas que necesita ir al teatro a sentir pena. Peor no creo que nadie menor de la cincuentena pensara que aquello que se narraba las tablas fuese algo digno de acaparar más de diez minutos.