"Germen": Las cuentas pendientes

Germen navega por el dolor físico y emocional de varios personajes interpretados por Lidia Guillem, Coral Ros y Carlos Manrique. El rechazo del propio cuerpo, la búsqueda de identidad de género (o no género), las secuelas tras una pérdida, el amor y la maternidad son otros temas incluidos que invitan a la reflexión. (NAVE 73). 

Dejad de violar

Como si se tratase de círculos que terminan por eclosionar en sus esferas, Laura Garmo explora distintas revelaciones en Germen. Por un lado, desgrana la figura femenina mediante un análisis crudo y descarnado, ganando mayor importancia en la manera de abordar el desgarro interior del abuso. Por ello, su mensaje y finalidad goza de una importancia máxime, un punzón a la propia sociedad en la que se reclama el fin de un silencio que como un germen, pudre si no es curado. Asimismo, la figura de la maternidad, del miedo al amor y de lo que se esconde detrás de una hipersexualidad de alto nivel deja entre sí situaciones que permiten ver un reflejo distorsionado del que lucen varias preguntas que son escuchadas. Por último, la herencia familiar y el mito del amor romántico irrumpen con el tercer eslabón.

Garmo demuestra tener un potencial en su temática y en su profundidad, que indican un compromiso social sin florituras. También destaca un lenguaje directo y mordaz, que sienta las bases de la personalidad de la propia obra teatral. Sin embargo, ese conglomerado se ve menos lúcido en su ejecución. A pesar de buscar un golpe que impresione, termina por excederse en la incomodidad que provoca en los asistentes. No tanto por lo que se dice, sino por el tono con el que se expone. Por lo cual, crea cierta falta de conexión entre el contenido y el canal. En consecuencia, la calidad de su texto no goza de una recepción a la altura. Con lo cual, termina por decantarse por una energía más cercana a enjuiciar al público, que de remover por las verdades que se exponen.

Se expande por las intrigas del alma

Lidia Guillem, Carlos Manrique y Coral Ros son los intérpretes de Germen. Para comenzar, Guillem demuestra una labor escénica llena de matices, con una sensibilidad excelsa. Toda esa energía desmedida desde el guion encuentra su canalización en su manera de interpretar. Gracias a ello, el público se emociona al ver esa evolución sobre las tablas donde deja desnuda a su personaje. Así, transfiere la dificultad de transmitir la complejidad que hay detrás de sí de una forma totalmente natural. Se rompe, golpea, lucha, parodia... Un torrente de sensaciones que eleva el nivel de la propia pieza teatral. No es nada fácil lo que hace Guillem en la obra, por lo que todavía se valora aún más el gran resultado que ofrece. Una joya que brilla en su máximo nivel, sin perder las sombras que acompañan a su papel en la historia.

Después, Coral Ros también lleva su trabajo interpretativo por un lugar lleno de sutileza, de humanidad y sinceridad. Por ende, su naturaleza parte desde un lenguaje más cotidiano y cercano. De esta manera, ese carácter basado en lo sensual, a la par que muestra las heridas internas. Su lenguaje no verbal y corporal llegan a buen puerto, con una propuesta que no se queda en un plano superficial, sino que se lanza totalmente a la piscina. Por último, para completar el reparto, Carlos Manrique es el tercero en discordia. Manrique apuesta por un trabajo escénico menos visceral, pero en consonancia con su personaje. Pese a comenzar de una forma más irregular, va cogiendo confianza con el pasar de las escenas. Así, a partir del segundo acto, emerge y explora un estilo que acierta en el contraste que hay junto a sus compañeras.

Tres almas en busca

La puesta en escena de Germen propone una creación que va más allá de los elementos clásicos de lo teatral, para ejercer una construcción visual atractiva. Por un lado, la iluminación es una maravilla, con un diseño que saca partido a los distintos aspectos y energías por los que transita la historia. Por tanto, hay que aplaudir que se haya podido potenciar desde su ángulo más estético. Además, se completa con una selección de elementos y recursos que terminan por exponer el retrato que hay sobre los personajes y sus acciones. Asimismo, las transiciones entre las distintas partes se levantan fluidamente, por lo que no hay pausas que pudieran romper la tensión generada. Por otra parte, la música alcanza un nivel de composición extraordinario, el público queda enfrascado en esas ondas y en ese ritmo que alcanza una potencia máxima.

Tal vez, únicamente, la presencia de fondo, quien ejecuta ciertos elementos sonoros, no termina de casar dentro del propio espacio, aun así, es una cuestión de percepciones. Después, la energía que se crea establece esa tensión que se busca, sin embargo, no hay posibilidad de encontrar puntos de descanso. En consecuencia, se mantiene en guardia al espectador, pero de forma constante. El conflicto que se provoca es que no fluctúa una metamorfosis y transformación más efectiva, sino que da la sensación de comenzar y terminar en el mismo punto. No obstante, se aplaude un final en el que se halla la verdadera tesis que persigue la pieza teatral, viéndose un camino de luz, aunque sea en el cierre de la propia obra. Proyectos que demuestran potencial y que merece seguir avanzando en su camino por los teatros.

Conclusión

Germen nace desde una necesidad de romper con el silencio, poner sobre la mesa temas de vital importancia y con una crudeza importante. Por ello, se ve un potencial que se puede ver que llegará a más. Sin embargo, todavía hay una falta de gestión en torno a la tensión, donde se cae en una incomodidad constante. Por otra parte, las interpretaciones se llevan desde una propuesta extrema, donde brillan por la sensibilidad que les permite lucirse. Asimismo, a nivel técnico, goza de una gran calidad en su diseño de iluminación, en la construcción de la escenografía y la composición musical. Las roturas del alma se reúnen en una composición que nace desde la intención de remover y denunciar.

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