Hasta la montaña es la nueva película de Sophie Deraspe, cineasta canadiense quien ya sorprendió en 2019 con Antigone. Este nuevo proyecto supone su regreso a la temática rural, presente en Los Lobos (Les loups), dando un especial protagonismo a la ganadería realizada en las zonas más campestres del territorio francés, al mismo tiempo que plantea una curiosa historia de amor entre dos jóvenes hastiados por la vida moderna. Una historia contemporánea sobre el regreso a la naturaleza y la búsqueda de sentido en los Alpes franceses. Mejor película canadiense en el Festival de Toronto, es un filme naturalista, luminoso y profundamente humano que se estrena el 12 de diciembre de 2025 en salas de cine españolas.



Hasta la montaña película

Crítica de 'Hasta la montaña'

Ficha Técnica

Título: Hasta la montaña
Título original: Hasta la montaña / Shepherds

Reparto:
Félix-Antoine Duval (Mathyas)
Solène Rigot (Elise)
Guilaine Londez (Cécile Espriroux)
Bruno Raffaelli (Gérard Tellier)
Younes Boucif (Nassim, el dueño del bistró)
Michel Benizri (Ahmed)
Véronique Ruggia (Agnès Tellier)
David Ayala (Dudu)

Año: 2024
Duración: 113 min.
País: Canadá
Director: Sophie Deraspe
Guion: Sophie Deraspe. Novela: Mathyas Lefebure
Fotografía: Vincent Gonneville
Música: Philippe Brault
Género: Drama. Vida rural
Distribuidor: Surtsey Films

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Tráiler de 'Hasta la montaña'

Sinopsis

Mathyas, un joven publicista de Montreal, decide dejarlo todo y empezar de cero en los Alpes franceses, donde sueña con reconectar con la naturaleza y convertirse en pastor. Pero el mundo del pastoreo no es tan idílico como imaginaba: exige esfuerzo, constancia y una transformación profunda. Cuando Élise, una funcionaria que también ha abandonado su rutina urbana, llega para acompañarle, juntos emprenden un viaje custodiando un rebaño de ovejas a través de las montañas. En medio del paisaje majestuoso y la dureza del camino, nacerá entre ellos una nueva forma de vida. (Surtsey Films)



Huir como modo de vida

Hay una edad en la que resulta imposible no cuestionarse si merece o no la pena el estilo de vida que uno lleva. Eres joven, tienes un sinfín de posibilidades por delante, y eso abruma. Hay decisiones que parecen no llevar a nada, trabajos y relaciones que parecen insuficientes, y a veces la opción más atractiva es huir. Dejar atrás la vida tal y como la conocemos es un tema que no resulta actual, ni mucho menos; la lista de autores que lo han abordado en el arte de los últimos tres siglos resulta inabarcable, lo que ha derivado hasta en la creación de temas artísticos y géneros.

Sin embargo, existe en la sociedad actual un hastío existencial, una ausencia de confianza en el futuro que hace que muchos (y en esto me incluyo) veamos como factible la posibilidad de coger una maleta y huir. Quizá es por esto por lo que la película de Sophie Deraspe consigue calar tan bien en su planteamiento, porque su protagonista presenta un conflicto existencial que resulta viable. No es necesario conocer qué es lo que le ha hecho huir; sus acciones, su fortaleza y su actitud demuestran el dolor y la confusión presentes en gran parte de la juventud.

Mathyas (interpretado por Félix-Antoine Duval) es un protagonista con el que resulta fácil empatizar, un alma perdida que considera que el regreso a la tradición puede ser la solución a sus problemas. Frente a la frenética vida en la ciudad, encuentra en el campo, en la naturaleza, un punto de encuentro consigo mismo que le resulta revitalizante. Esa mentalidad idealista es, al mismo tiempo, su mayor fortaleza y su gran debilidad.

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Vida entre ovejas

El idealismo es el pilar sobre el que gira Hasta la montaña. A pesar de su planteamiento narrativo, la cinta no busca ofrecer una sencilla idealización de la vida ganadera: varios son los contratiempos a los que se enfrenta Mathyas, muchos de ellos causados precisamente por la actitud de aquellos que cuentan con el “poder”. Huir es una cosa, pero conseguir encontrar un equilibrio y una cierta estabilidad es otra.

El idealismo le hace llegar hasta Francia, pero también le hace navegar entre trabajos inestables y, en la mayoría de casos, mal pagados. O le lleva a viajar sin realizar el papeleo necesario para poder trabajar de forma legal en Francia, si bien esto también le permite conocer a Julie (interpretada por Solène Rigot, la otra gran protagonista de la cinta), lo que le muestra un nuevo modo de entender el amor y las relaciones sociales. Hasta la montaña confronta constantemente el idealismo derivado de la falta de experiencia con el racionalismo práctico derivado de años y años al servicio de un mismo fin, lo que supone el constante enfrentamiento con los ganaderos veteranos. Estos actúan, al mismo tiempo, como mentores férreos y antagonistas morales, personas hechas a sí mismas que, sin embargo, son incapaces de dar los pasos necesarios para renovar su agonizante industria.

Precisamente en la exposición de los males de la industria se encuentra uno de los principales problemas de la película: la repetición y la ausencia de desarrollo. El viaje de Mathyas se ve enfangado por la búsqueda constante de trabajos y oportunidades, probando suerte con distintos jefes en lo que se traduce como pequeños arcos argumentales. Esto, en el marco general de la narrativa de Hasta la montaña, acaba resultando agotador debido a que suponen la vuelta al punto de partida del protagonista, quien vuelve a adoptar el papel de novato incapaz de dominar su trabajo. Incluso cuando en el último trabajo parece que las tornas se han cambiado, la cinta se toma su tiempo en repetir ideas y conceptos mostrados previamente, lo que daña el ritmo general de la obra.

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Como el campo, en ningún sitio

El hombre frente a la naturaleza se plantea como uno de los grandes temas de Hasta la montaña. Como si se tratara de una heredera directa de Herzog, Sophie Deraspe da forma a unas imágenes impactantes y acogedoras del corazón rural de Francia, dando especial protagonismo a la montaña, tal y como indica su nombre. Esta se construye en la mente de Mathyas como un ideal romántico, la exaltación de la evasión y del regreso a unos valores anclados en el pasado. La montaña se convierte en una obsesión, un deseo incandescente que debe alcanzar, y es a través de la puesta en escena como se le otorga poder, colocándola como el pilar central sobre el que se construyen muchas de las imágenes.

Algo similar ocurre con las ovejas. Como motor incombustible de la decadente economía ganadera, las imágenes inundadas por los rebaños de ovejas abundan en Hasta la montaña, metáfora de la alienación y del miedo a la monotonía urbana que presenta Mathyas.

La banda sonora musical también juega un papel primordial. Cercana al estilo sinfónico de la música clásica, su presencia en la cinta no solo ayuda a otorgar a la naturaleza y la montaña un tono de majestuosidad, si no también ayuda a construir el relato psicológico del protagonista.

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Conclusión de 'Hasta la Montaña'

Hasta la montaña resulta una historia tan amena como intrigante, un viaje íntimo a las obsesiones de una persona honesta que ha acabado hastiado de la vida urbana. Una evasión acorde con los deseos e intereses de la juventud moderna, que da forma a un cuento tan bonito como triste. A veces, aunque todas las piezas estén sobre el tablero, la partida no puede ser ganada. Pero, como bien se suele decir, a veces el viaje importa más que el destino: la montaña no tiene por qué ser un destino para cambiar, si no una señal de que ya se ha cambiado. Y quizá esa enseñanza sea el mayor acierto de la película pastoril de Sophie Deraspe.

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Antonio Gallardo Durán
Graduado en Cine y Cultura y redactor con experiencia en el ámbito del cine y los videojuegos. La vida, como la proyecta Martin Scorsese: a ritmo de Rolling Stones. Si te gusta Sam Raimi y consideras que el cine hongkonés es lo superior, estás en mi equipo.
hasta-la-montana-pelicula-critica-estreno-cineHasta la montaña resulta una historia tan amena como intrigante, un viaje íntimo a las obsesiones de una persona honesta que ha acabado hastiado de la vida urbana. Una evasión acorde con los deseos e intereses de la juventud moderna, que da forma a un cuento tan bonito como triste. A veces, aunque todas las piezas estén sobre el tablero, la partida no puede ser ganada. Pero, como bien se suele decir, a veces el viaje importa más que el destino: la montaña no tiene por qué ser un destino para cambiar, si no una señal de que ya se ha cambiado. Y quizá esa enseñanza sea el mayor acierto de la película pastoril de Sophie Deraspe.

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