Hasta que me quede sin voz, documental dirigido por Lucas Nolla y Mario Forniés, explora con sensibilidad y rigor el poder transformador de la música y la palabra como herramientas de resistencia y memoria. A través del retrato de una figura artística que se niega a callar frente a la injusticia, la película se convierte en una reflexión sobre la voz —no solo como medio de expresión, sino como símbolo de identidad, libertad y persistencia—. Con una puesta en escena íntima y un pulso narrativo que combina emoción y compromiso, Hasta que me quede sin voz trasciende el formato documental para convertirse en un testimonio vivo sobre la necesidad de seguir cantando, incluso cuando el silencio parece inevitable. Estreno el 17 de octubre de 2025 en salas de cine españolas.
Crítica de 'Hasta que me quede sin voz'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Hasta que me quede sin voz
Título original: Hasta que me quede sin voz
Reparto:
Leiva
Año: 2025
Duración: 93 min.
País: España
Director: Lucas Nolla, Mario Forniés
Guion: Lucas Nolla, Sepia
Fotografía:
Música: Inur Ategi, Guillermo Rojo. Canción: Leiva
Género: Documental
Distribuidor: Sideral Cinema
Tráiler de 'Hasta que me quede sin voz'
Sinopsis
Con los abismos que ello conlleva, Leiva narra en primera persona un retrato crudo y sin artificios de la espiral de frenetismo vital que atraviesa, y concede un acceso insólito a su vida en la cúspide de su carrera. Un problema irreversible en una cuerda vocal desafía de manera constante el presente y el futuro de un Leiva que no concibe otra opción que seguir. Hasta que se queda sin voz.
Dónde se puede ver el documental en streaming
Una garganta al borde
Más que un documental musical al uso, Hasta que me quede sin voz es una especie de confesionario rockero en el que Leiva se expone sin maquillaje ni luces de escenario. Contado íntegramente desde su propia voz, irónico, tratándose de alguien al borde de perderla, el relato se mueve entre el agotamiento físico y la obsesión artística de un tipo que, aun sabiendo que su instrumento principal está fallando, no concibe la vida fuera del escenario.
La historia no sigue una estructura cronológica clásica, sino emocional, no está interesada en contar de dónde viene Leiva, sino dónde está ahora, en ese espacio peligroso entre el éxito absoluto y la fragilidad total. Hasta que me quede sin voz captura el vértigo de vivir en gira permanente, los silencios forzados entre conciertos, el miedo a abrir la boca y comprobar que la nota ya no sale como antes. Más que un autorretrato glorioso, es una batalla íntima contra el silencio que se aproxima.
Detrás del telón
Lucas Nolla y Mario Forniés tienen claro que el magnetismo del documental no está en las multitudes coreando en estadios, sino en lo que pasa antes y después. Evitan el enfoque triunfalista y, en lugar de apilar imágenes épicas, se instalan en la vulnerabilidad cotidiana del artista.
Hay un respeto enorme hacia el personaje, pero también la valentía de mostrarlo exhausto, enfadado o perdido, esta mirada honesta convierte el documental en algo más universal, no hace falta ser músico para sentir lo que es aferrarse a algo que te sostiene aunque te destruya.
El rockstar que no sabe hacerse el rockstar
Aunque Leiva es el centro absoluto de Hasta que me quede sin voz, lo interesante es cómo aparece, no como estrella egocéntrica, sino como un trabajador obsesivo. No actúa para la cámara; se permite bostezar, quejarse, callarse durante largos segundos, incluso tartamudear cuando algo le supera, y eso, lejos de restarle carisma, lo multiplica.
Los secundarios aportan pequeños testimonios que completan el retrato, algunos muestran preocupación genuina por su salud; otros parecen dispuestos a seguirle hasta el colapso. La mezcla entre camaradería y dependencia emocional revela algo profundo, en el mundo del directo, nadie quiere ser quien diga “basta”, y Leiva, menos que nadie.
El sonido del desgaste
El montaje destaca por su capacidad para alternar la euforia de los directos con la fragilidad del silencio. Los directores entienden que el contraste es la clave emocional del documental, tras una explosión de energía en un escenario, cortan de golpe a un plano fijo de Leiva en penumbra.
El sonido es, evidentemente, protagonista, hay momentos en que la voz de Leiva cruje, y el documental no lo oculta; lo enfatiza, no busca sonar perfecto, sino real. Visualmente, apuesta por una estética granulada, íntima, más cercana al diario personal que al videoclip pulido, esa elección refuerza la sensación de que estamos viendo algo privado, casi prohibido.
Conclusión de 'Hasta que me quede sin voz'
Hasta que me quede sin voz no es un capricho de artista famoso ni un publirreportaje amable, es un acto de sinceridad incómoda, y eso, hoy en día, en el mundo de los documentales musicales demasiado maquillados, es oro.
No hace falta ser fan de Leiva para sentir la angustia de cada palabra cantada como si pudiera ser la última. No es una historia sobre música, sino sobre identidad ¿Qué queda de uno cuando el cuerpo le empieza a fallar, pero el alma sigue pidiendo escenario?. Es un documental que, paradójicamente, grita más cuanto más calla.
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