Infierno de cobardes, segunda película dirigida por Clint Eastwood, es un sólido y transgresor homenaje al spaghetti western tremendamente influenciado por sus dos grandes maestros, el exceso de Sergio Leone y la eficacia de Don Siegel. Estrenada en salas de cine españolas el 6 de agosto de 1973, consiguió un destacado éxito de crítica y público.
Crítica de 'Infierno de cobardes'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Infierno de cobardes
Título original: High Plains Drifter
Reparto:
Clint Eastwood (El extraño)
Verna Bloom (Sarah Belding)
Marianna Hill (Callie Travers)
Mitchell Ryan (Dave Drake)
Stefan Gierasch (Mayor Jason Hobart)
Jack Ging (Morgan Allen)
Geoffrey Lewis (Stacey Bridges)
Billy Curtis (Mordecai)
Ted Hartley (Lewis Belding)
Robert Donner (Predicador)
John Mitchum (Guardián)
Año: 1973
Duración: 105 min.
País: Estados Unidos
Director: Clint Eastwood
Guion: Ernest Tidyman
Fotografía: Bruce Surtees
Música: Dee Barton
Género: Western. Venganza
Distribuidor: Paramount Pictures Spain
Tráiler de 'Infierno de cobardes'
Sinopsis
En 1870, un forastero pasa a caballo por la tumba de Jim Duncan, antiguo sheriff de la ciudad fronteriza de Lago, en el sudoeste de Estados Unidos. Los propietarios de la compañía minera, Dave Drake y Morgan Allen lo contratan para que los defienda de tres pistoleros que, recién salidos de la cárcel, están a punto de llegar a la ciudad. El forastero acepta el trato a condición de hacer las cosas a su manera. (Filmin)
Dónde se puede ver la película en streaming
El primer western
A comienzos de los '70 Clint Eastwood se había consagrado como un icono del cine de acción y del Oeste, ganándose tanto fans como detractores en el proceso, y dos años después de debutar a la dirección con una interesante intriga deudora de Alfred Hitchcock y su mentor Don Siegel (Escalofrío en la Noche), abordaría por fin su primer "western".
Un borrador de la historia fue suficiente para que se lo propusiera a Universal Pictures, y del guión se encargarían Ernest Tidyman (escritor de The French Connection) y Dean Riesner (colaborador habitual de Eastwood).
Pero lo que éste tenía pensado no iba a ser, en absoluto, un tributo al western clásico y convencional. En realidad se trata de una extravagante desviación en el camino. De ahí que en lugar de llevar a cabo el rodaje en los estudios de la Universal decidiera hacerlo en el pintoresco paisaje de Mono Lake, que dota de una extraña y exótica atmósfera a Infierno de cobardes.
Una brutal desmitificación
"Dicen que un muerto no descansa si en su tumba no está escrito su nombre", afirma Sarah casi divertida. En Lago se cometió un asesinato: el sheriff Jim Duncan fue apaleado hasta morir por tres indeseables que acabaron condenados, y todos lo presenciaron en silencio, sin hacer nada por él. Los habitantes piden ayuda al jinete sin nombre para acabar con aquellos tipos. Y estos dos hechos, aparentemente separados, están conectados por un sentimiento irrefrenable de venganza, así pocos "westerns" se han revelado tan desmitificadores.
Infierno de cobardes tergiversa las claves del género hasta llevarlo a su más pesimista reverso, burlándose de Sólo ante el Peligro (el sheriff es tan miedoso como los habitantes) y revisitando La Ciudad sin Ley (la idea del sheriff que vuelve de la tumba) mientras se aprecia el aroma del cine de Siegel, Sergio Leone y Sam Peckinpah.
Si la figura del forastero que llega a un pueblo para luchar contra los malvados es conocida en el western ahora éste llega para castigar sin piedad a los lugareños. Llega de la nada, cual ángel exterminador, y a la nada regresa; su nombre y origen quedan en incógnita, tradición seguida por Clint Eastwood desde Cometieron dos Errores (de nuevo: el muerto que vuelve de la horca convertido en comisario para vengarse...).
La comunidad del Mal
El "bueno" viaja a las antípodas de John Wayne o Gary Cooper, que viola a una mujer a plena luz del día, asesina sin compasión e infunde temor en sus anfitriones; un forastero propio de una novela negra de Jim Thompson. En futuros títulos como El Fuera de la Ley y El Jinete Pálido", versión luminosa de la que nos ocupa, los personajes de Eastwood se convertirán en benefactores de una comunidad, una pequeña nación capaz de resistir la maldad del Mundo, que reúnen y protegen. Aquí esa comunidad soñada experimenta un revés de pesadilla.
Los habitantes son culpables de un crimen y mientras hace uso del recurso formal de la imagen especular de una manera peculiar (un hombre fue asesinado, otro vuelve; tres hombres mueren al comienzo, otros tres salen de la cárcel y se dirigen hacia el pueblo) Clint Eastwood lanza su dura crítica.
En una época de resentimiento provocado por la Guerra de Vietnam este mensaje es muy poderoso. El pueblo americano ha avanzado a lo largo de su Historia a base de injusticias y sacrificios en pos del progreso, así lo declara Lewis, por lo que toda comunidad puede ocultar un acto horrible si en ello le beneficia. El pueblo será, finalmente, pintado de rojo: así América se va al Infierno.
Lo que la hace tan fascinante
Si hay algo, por encima de todo, que da ese toque particular a Infierno de cobardes para distinguirse de todos los demás westerns es la fantasmagoría que la recorre de principio a fin, la imagen del restallar de los látigos, el enigma de ese sueño donde un Duncan moribundo tortura la mente del forastero, la incógnita con respecto a su misión o su identidad, que el doblaje en castellano destrozó, en una decisión vergonzosa... Considerando todo esto una pesadilla o un cuento de terror más que una tradicional gesta de aventuras parece más aceptable la descarnada violencia que se muestra en pantalla y la terrible amoralidad de todos y cada uno de los personajes, pues ni siquiera el párroco se libra...
Dee Barton refuerza esta extraña atmósfera con una música de pasajes oníricos e inquietantes cuyas voces y rasgueos de guitarra recuerdan a la de Ennio Morricone. El maestro Bruce Surtees lo envuelve todo en sombras, tanto que los personajes nunca se muestran por entero a la luz, siempre quedan ocultos en algún rincón. Y el obligatorio duelo se debate en mitad de la oscuridad, entre el fulgor de las llamas del infierno real al que finalmente ha descendido el pueblo, mientras una temblorosa voz pide ayuda desde las tinieblas...
Clint Eastwood reinterpreta al Hombre sin Nombre y lo hace más cínico, desagradable y despiadado; es imposible empatizar con él y, al mismo tiempo no dejarse manipular y hechizar por su presencia como les sucede a los habitantes; tras él destacan unos geniales Geoffrey Lewis, Mariana Hill y Billy Curtis, sin olvidar al colaborador del director, además de su doble de acción, Buddy Van Horne, que da vida a Duncan.
Conclusión de 'Infierno de cobardes'
Si John Ford mató a Liberty Valance, Clint Eastwood mata a John Ford, y en el camino que le allanaron Sergio Leone y Don Siegel arrastra al Oeste al infierno de su propia mitología. Queda una tierra yerma degenerada y desencantada, de miserables y fantasmas.
Una visión que no gustó nada a los fans más conservadores del género, incluso John Wayne le mandó una carta quejándose de Infierno de cobardes. A pesar de la controversia permanece como una de las obras maestras del actor/director.
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