La compañía Bestiario Teatro estrenó su tercera producción, Jerusalén en llamas, durante la celebración del Festival ClasicOff de Nave 73. La obra se representó del 19 al 21 de julio. Así, el grupo teatral realiza una pieza en la que aborda los orígenes de la cultura actual y cómo se configura esta realidad en la actualidad. Para ello, toma de base "La venganza de Tamar", de Tirso de Molina y "Los cabellos de Absalón", de Calderón de la Barca. Asimismo, su columna vertebral se sostiene en la figura del conocido Rey David. Se espera, presumiblemente, que regresen a lo largo de la próxima temporada.
Título: Jerusalén en llamas Título original: Jerusalén en llamas
Reparto: Patricia Berenguer
Lorena Cervera
Moisés Chic
Borja Minaya
Pablo Ríos
Paula Susavila
Duración: 120 min. apróx. Dirección: César Barló Versión y dramaturgia: Bestiario Teatro y César Barló Escenografía y vestuario: Juan Sebastián
Texto original: Tirso de Molina y Calderón de la Barca
Compositor musical: Pablo Van Waes
Espacio sonoro: Sergio Bascuñana
Apoyo vocal: Manuel Palomino
Apoyo coreográfico: Anna Alcázar
Técnico de luz y sonido: Marta Pavía
Fotografía y vídeo: Nacho Sanz Producción: Bululú 2120
Tráiler de 'Jerusalén en llamas'
Sinopsis de 'Jerusalén en llamas'
Jerusalén en llamas parte de los textos Los cabellos de Absalón de Calderón de la Barca y La venganza de Tamar de Tirso de Molina, los cuales sirven como canalizador para adentrarnos en un relato bíblico, en el que la moral Judeocristiana (que aún a día de hoy sigue tan arraigada en nuestras vidas) será duramente expuesta y subvertida. Para ello nos adentraremos en la historia familiar del Rey David, sí, aquel valiente soldado que venció a Goliat con tan solo una onda, sí, aquel que fue ungido por Dios, que unificó reinos y reinó toda Jerusalén y, definitivamente, sí, aquel cuyo busto fue tallado en mármol por el mismísimo Miguel Ángel. Y también… aquel cuyos pecados fueron olvidados.
Las raíces. Las raíces de una sociedad decadente, violenta, envidiosa… ¿Qué nos ha llevado a ser quiénes somos? Quizás la respuesta siempre ha estado ahí delante, solo que no queríamos darnos cuenta. (NAVE 73).
La descendencia
La compañía Bestiario Teatro llega al Siglo de Oro con Jerusalén en llamas, obra que parte de los textos de “La venganza de Tamar”, de Tirso de Molina y “Los cabellos de Absalón”, de Calderón de la Barca. Así, ponen como punto de partida la figura del Rey David, uno de los iconos más populares de religiones como la católica o la judía. Sin embargo, la obra se construye sobre dos pilares que se combinan entre sí: la propia riqueza de un lenguaje más lírico frente a la reinterpretación traída a tiempos modernos. Por ende, se entremezclan sendas estructuras narrativas, que permiten al texto gozar de un aire fresco y no ser una mera versión del material original. Asimismo, hay un nivel de intensidad muy bien medido, que lleva al público a esa denuncia contra violencia, poniendo especial énfasis en la recibida por la mujer.
La importancia de recuperar los clásicos se puede ver en esta pieza teatral, la cual ha sabido consolidar su forma y obtiene una dramaturgia muy potente. Por lo cual, consigue que los asistentes que vengan con la intención de ver esa vertiente más poética se encuentren satisfechos, pero también aciertan para aquellos que vienen atraídos por una facción más visceral de la compañía, como se pudiera ver en "Antigonía". Únicamente, puede resultar denso en algunas partes, donde la historia al no escatimar en detalle, puede parecer que la evolución es más lenta y la acción se queda algo afectada. En consecuencia, el dinamismo mengua, lo que provoca que, en ese sentido, pueda todavía explotar más su potencial. A pesar de ello, el resultado global cumple con lo que se espera de este grupo teatral, quiénes han sabido impregnar la obra con su propio sello de identidad.
El honor
Como ha ocurrido en anteriores producciones de Bestiario Teatro, Jerusalén en llamas vuelve a contar con todos los rostros reconocibles de la compañía. En primer lugar, Borja Minaya está exquisito, un David impresionante, que roza la caricatura, al mismo tiempo que le da la solidez que le demanda el personaje. Por tanto, dentro de esa ridiculización del icono, se valora que Minaya le otorgue una fuerza muy singular y brille de principio a fin. Después, Moisés Chic también sorprende con una labor dramática impoluta. Así, pisa fuerte el escenario, envolviéndolo en una sensibilidad muy característica, que hace que sea imposible apartar los ojos de él. Se puede decir que en esta obra, de las tres de la compañía, es donde más se ha exprimido su talento. Como detalle, destacar una dicción y una colocación de la voz perfecta para el verso. Patricia Berenguer cumple, pero está algo más dispersa.
Paula Susavila ofrece una de las actuaciones más sobrecogedoras y emocionales de la obra, viéndose esa pesadilla personal al mismo tiempo que la fuerza menguada por lo que le ocurre a su Tamar. Además, tiene un magnetismo dramático, que hace que su propia expresividad sea capaz de suplir los diálogos. Con lo cual, tiene una riqueza en su lenguaje no verbal, que eleva su trabajo en escena. También ocurre lo mismo con Lorena Cervera, la cual cuida su expresión, acompañada de un buen soporte visual. Por ello, Cervera llama la atención, pese a encontrarse en el escenario en una menor cantidad de tiempo. Por otra parte, Pablo Ríos mantiene ese compromiso con su trabajo dramático y se ve en la concentración y la energía que desprende sobre las tablas. Únicamente, podría rebajar levemente la intensidad en la expresión vocal en algunas partes líricas.
El castigo
La puesta en escena de Jerusalén en llamas se cimienta sobre unas estructuras metálicas que llevan, inconscientemente, a las autopsias. Por tanto, la simbología que contiene la fabricación artística del proyecto tiene una gran carga dramática por sí sola, lo que permite jugar con los arquetipos, las metáforas visuales y dar ese golpe de efecto en el montaje. La escenografía va cambiando constantemente, lo que hace que se fomente esa sensación de movimiento continuo. Ese aire frío que emerge de esta propuesta contrasta con el significado de “familiaridad” que se suele tener en mente, lo que es perfecto para retratar a esta familia. También utilizan otros elementos como el agua, los colores, el barro, una corona de espinas... Para que el espectador obtenga un imaginario más rico y no se guíe solo por la palabra.
El vestuario confeccionado obtiene una elegancia muy sutil, sencilla, siendo el punto discordante más llamativo el de Tamar, una decisión acertada por lo que supone este personaje para la obra. Otro elemento que toma la escena es la música, la cual envuelve a los espectadores en un espacio sonoro tenso, encajando a la perfección con el tono del proyecto. Por otro lado, la coreografía, así como la dirección de movimiento y los cuerpos, genera un interés muy propicio, dando mayor fuerza al espectáculo. Aun así, todavía hay una sensación de necesitar una mayor cohesión entre los distintos elementos para ofrecer un nivel de espectacularidad superior. Ejemplo de ello se vio en su propia “Antigonía”, ya que aquí hay pequeños intervalos que evitan que se produzca ese colofón. Pese a ello, seguramente, con el tiempo, se asiente la propuesta y se dé ese aspectos a la obra.
Conclusión
Jerusalén en llamas lleva al espectador al Siglo de Oro con una combinación de pensamiento y reflexión de los tiempos actuales. Gracias a ello, se recuperan los clásicos al mismo tiempo que ofrece frescura y creatividad en la dramaturgia. Asimismo, hay que aplaudir al reparto, con un trabajo muy bien calculado, dejándose cuerpo, alma y energía en la escena. No obstante, hay que destacar a Borja Minaya, Moisés Chic y Paula Susavila, los cuales dejan algunas de las escenas más emblemáticas del montaje.
Por otro lado, la puesta en escena invierte en un atractivo artístico de alto nivel, lleno de movimiento y dinamismo. Cada aspecto que forma parte de la propuesta otorga una simbología muy rica en el imaginario de la obra. Únicamente, le queda asentarse para terminar de cohesionar el conjunto en su totalidad. Una revisión de los estándares mediante un debate potente, que demuestra que lo clásico y lo actual pueden formar una sinergia muy rica.
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