Por tercer año consecutivo, Pepe Cibrián regresa a las tablas madrileñas con la obra Juana la loca, en función en los Teatros Luchana de la capital española. Una pieza teatral premiada y reconocida a nivel internacional que profundiza en la vida de la malograda monarca, la cual nunca pudo reinar. Con el propio Cibrián de nuevo en la dirección, Nicolás Pérez Costa vuelve a tomar el reto de meterse en la piel de la hija de Isabel I de Castilla, con el desafío otra vez de llegar a encarnar siete papeles distintos. Con una mirada personal sobre las luces y sombras de una mujer que se dejó llevar por sus emociones, la obra puede disfrutarse cada jueves a las 20:15 horas en los mencionados Luchana.
Título: Juana, la loca Título original: Juana, la loca
Reparto: Nicolás Pérez Costa
Duración: 60 min. apróx. Dirección: Pepe Cibrián y Nicolás Pérez Costa Dramaturgia: Pepe Cibrián Vestuario: Alfredo Miranda Coordinación artística: Juani Ge Producción: Tío Caracoles
Tráiler de 'Juana, la loca'
Sinopsis de 'Juana, la loca'
Juana, la loca es una obra que presenta al prestigioso actor y director argentino, dirigido por el gran referente de la escena, el maestro Pepe Cibrian, que interpreta siete personajes con un vértigo y precisión tal que hace que esta pieza sea un tornado, un alud de poética y belleza. Una mujer que enfermó de celos y de amor, que luchó contra un sistema patriarcal que no solo sobresalía en el palacio… Sino también en su alcoba. Un trono y la oscuridad inherente que rodea a Juana en sus últimos instantes de vida. Una catarata de imágenes que necesitan ser revividas, un texto maravilloso que evoca a los grandes autores españoles; sus formas, imágenes y poética.
Una puesta moderna y austera que muestra a una Juana visceral, tierna, desesperada, poderosa. Un gran despliegue de teatralidad y creatividad para contar la locura de Juana I de Castilla de manera única. (TEATROS LUCHANA).
Una mirada propia
Juana I de Castilla es una figura histórica que ha atraído desde que, en el Romanticismo, se rescató del olvido. Famoso es el cuadro de Francisco Pradilla, de 1877, en el que la reina, en procesión, llevaba el féretro de su amado Felipe el Hermoso, el cual fue enterrado en la Capilla Real de Granada, donde yacía el cuerpo de la católica Isabel. La supuesta locura de amor que históricamente se le ha atribuido resultaba fascinante para la época, con el francés Charles de Steuben retratando en 1836, todos los elementos que envuelven a la leyenda de la reina.
Retratada múltiples veces también en el teatro, en el cine y en la televisión, Pepe Cibrián ahonda en una mirada muy propia sobre los delirios de Juana de Trastámara, la última de dicha dinastía. En apenas 60 minutos, el argentino configura en la obra Juana la loca un retrato sumamente íntimo de una mujer cautiva tanto de sus propios demonios como de la propia cárcel en la que vivió durante toda su vida en aquella casona, que era también palacio, de Tordesillas, donde fue encerrada por su padre en 1509 y donde murió un 12 de abril de 1555, con 75 años de edad, siendo el vástago de los Reyes Católicos que vivió más tiempo.
La locura va más allá
De manera minimalista, Cibrián configura un escenario opresivo, en el que el trono de la reina parece más bien el asiento del acusado en un juicio. Rápidamente, el actor Nicolás Pérez Costa consigue que el público entre en escena. Ataviado con un atuendo digno de la reina Juana, el intérprete sabe crear esa atmósfera recitando un soliloquio que sabe transformarse en una conversación. Pérez Costa sabe encarnar la locura de la reina. Es fascinante cómo se adentra en sus tormentos, en los celos enfermizos que vivió frente a un esposo tan hermoso como infiel.
Pero esa locura va más allá, el texto de Cibrián muestra a una mujer a la que la corona le pesó, cuyos deseos eran impropios de una época en la que las féminas no tenían acceso a lo que sus propios cuerpos demandaban. Es fascinante cómo la obra Juana la loca recuerda a una reina que puso el amor a su marido por encima de la fe y que siempre mostró gestos de rechazo hacia la religión. Sí que es verdad que esa entrega por su marido, que se interpretaba como una forma de idolatría, Cibrián la interpreta como una especie de lujuria contenida y canalizada a través de los celos.
Tormentos y cuentas pendientes
Aunque, esencialmente, la obra Juana la loca ahonde en las pasiones de Juana, también aborda la situación realizando una crítica al patriarcado, en cómo Felipe el Hermoso aprovecha la devoción que le profesaba su esposa; así en cómo Juana nunca tuvo el apoyo de su madre, más entretenida en sus hijos Isabel y Juan, los cuales estaban destinados a ser los verdaderos herederos al trono. Dado que su destino cambió por la tragedia que asoló a sus católicas majestades, la obra sabe plasmar la continua sensación de humillación que sintió la reina, quien hasta en sus últimos años estuvo condenada al triste ostracismo.
Cierto es que Cibrián sabe plasmar esos tormentos, esas cuentas pendientes que Juana confiesa ante el público; pero nada de esto hubiera sido posible sin su actor principal. Pérez Costa se mimetiza en Juana, en su locura, en sus pasiones. Fascina también en cómo es capaz de cambiar rápidamente el gesto y el tono para ser Felipe el Hermoso, Isabel la Católico, Fernando el Católico. Su actuación es lo que termina de conquistar al público, el cual será incapaz de no dejarse llevar por esa ola de confesiones de pasiones, en una representación pura del concepto de ‘amour fou’.
Conclusión
Juana la loca es un interesante acercamiento a la figura de una reina destronada, de una esposa humillada, de una hija desposeída de cariño, de una huérfana emocional, de una mujer y sus tormentos. Con una actuación completamente inmersiva, la obra se coloca como una de las más fascinante de la escena actual madrileña.
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