La bala perdida es una película francesa que mezcla el thriller, la película policial y la acción. Está producida por Inoxy Film, Nolita Tv y Versus Production para ser distribuida por Netflix. En el reparto destacan Alban Lenoir (Marianne, Escuadrón de élite), Nicolas Duvauchelle (El collar rojo, Un sol interior) y Stéfi Celma (Escuadrón de élite, Una familia embarazosa). Se puede ver en Netflix desde el 19 de junio.
Crítica de 'La bala perdida'
Resumen
Ficha Técnica
Título: La bala perdida
Título original: Balle perdue
Reparto:
Alban Lenoir (Lino)
Ramzy Bedia (Charas)
Nicolas Duvauchelle (Areski)
Stefi Celma (Julia)
Rod Paradot (Quentin)
Pascale Arbillot (Moss)
Sebastien Lalanne (Marco)
Patrick Médioni (Jacques)
Arthur Aspaturian (Kad)
Año: 2020
Duración: 92 min.
País: Francia
Director: Guillaume Pierret
Guion: Guillaume Pierret
Fotografía: Morgan S. Dalibert
Música: André Dziezuk
Género: Acción. Thriller
Distribuidor: Netflix
Tráiler de La bala perdida en VO con subtítulos en inglés
Sinopsis
Un mecánico es injustamente acusado de asesinato. La única prueba de su inocencia es la bala del crimen. Lo malo es que está incrustada en un coche desaparecido.
Dónde se puede ver la película
Un genio en el taller
Todas las comparaciones que ha tenido La bala perdida con Fast & furious han sido tremendamente exageradas. No es detalle baladí si tenemos en cuenta que se ha publicitado y reseñado en muchos medios como la equivalencia francesa a la exitosa franquicia norteamericana. Lo cual, no es malo per se, salvo que vayas a ver la película con otras expectativas. En realidad, estamos más cerca de un thriller policial que de una película cuyo principal constituyente sean las persecuciones, si bien es cierto que, efectivamente, hay alguna.
Acotemos la historia. La bala perdida nos cuenta las andanzas de Lino (Alban Lenoir), un auténtico genio de la mecánica que, además de conocer las entrañas de un automóvil a la perfección, es capaz de reconvertir un coche en un vehículo acorazado a prueba de casi todo. Lino tiene un hermano problemático, Quentin (Rod Paradot), que flirtea con la delincuencia y que necesita dinero para pagar ciertas deudas. De este modo el mecánico, para tratar de ayudar a su hermano, decide participar en un atraco mediante un alunizaje con coche. Un coche, por cierto, modificado por Lino y que es capaz de atravesar cuatro paredes.
El atraco acaba fatal: Quentin puede huir pero Lino es arrestado. Cuando lleva cumplidos pocos días de prisión, le visita el jefe de una brigada antidroga que le propone trabajar para su departamento a cambio de suavizar su condena. La finalidad de su trabajo sería reforzar la dureza de los coches de policía, que, al parece, se abollan muy pronto. No deja de ser curioso, más bien delirante, que la policía francesa tenga que recurrir a un preso mecánico para solucionar el problema de que sus coches sean blandurrios y que los malos aprovechen la coyuntura para escaparse.
Un caso de corrupción
Una de las diferencia más patentes de por qué no estamos ni cerca de Fast & Furious, es el ámbito de acción. Se trata de una criminalidad de barrio, de sucesos arrabaleros, de extrarradio. Los escenarios de La bala perdida son desguaces, granjas, talleres y sí, algunas carreteras. Además, uno no se imagina a Vin Diesel conduciendo un Renault 21. Argumentalmente nos encontramos con una situación clásica de corrupción y falso culpable.
Lino parece llevar con éxito su colaboración con la policía. Incluso mantiene una incipiente amistad con Charas (Ramzy Bedia), el jefe de la brigada, que puede llevarlo a la libertad. Hasta que las cosas, como podría esperarse, se tuercen. En una visita a un desguace Charas sufre una encerrona de mano de algunos de sus compañeros corruptos en la que finalmente muere. Estos policías son Areski (Nicolas Duvauchelle) y Marco (Sébastien Lalanne). Por si fuera poco, deciden manipular la escena del crimen para que el sospechoso de asesinato sea el pobre Lino. Sin embargo, los policías representados en La bala perdida compiten entre sí en corrupción e incompetencia, de tal modo que Lino escapa y deberá darse prisa para probar su inocencia y salvar su vida.
La película, para qué negarlo, es entretenida. Sin embargo, no esperen un estallido de acción hasta el último acto. La violencia viene de la mano de peleas físicas, algún tiroteo, cicatrices sangrantes, fracturas, luxaciones y agujeros de bala. No imaginen demasiados coches volando y ases del volante ejecutando maniobras imposibles. Eso viene más con cuentagotas. Se trata de una serie b, de menguado presupuesto, que baja al barro y se ensucia de aceite de coche, polvo y ambientes marginales. El problemas es que el guion es un tanto arrítmico, habiendo demasiados pasajes hipotensos donde la acción se relaja demasiado.
Amigos y enemigos de Lino
Los personajes son puros arquetipos que, en el caso de Lino, tienen ribetes algo delirantes. Desde luego no es común que el héroe de la película tenga como principal baza un conocimiento casi sobrenatural de la mecánica hasta niveles casi superheróicos. Por no mencionar algunas escenas que bordean la comedia involuntaria (ojo al momento en que Lino se zafa de unos diez policía que parecen salidos de un capítulo de Benny Hill). Alban Lenoir aporta todas las trazas del hombre duro, impasible y curtido propias de los thrillers de acción. Sin florituras, solo con las habilidades actorales estrictamente necesarias.
Los corruptos Areski y Marco tampoco dejan mucho poso, son malos sin aspavientos que cubren el expediente. Sin aportar, ni deslumbrar. Si acaso destaca un poco más la actuación de Duvauchelle. Añadamos dos personajes como Julia (Stéfi Celma), la novia de Lino, y Quentin (Rod Paradot), su hermano. Tienen su importancia en la trama, pero su protagonismo está un poco por debajo. En general, como en casi todos los apartados, las actuaciones de La bala perdida no destacan. De hecho, tampoco hay atisbo de carisma u otros alicientes.
La dirección es del debutante Guillaume Perret, que parece que se siente más o menos cómodo en realismo sucio suburbial. Las escenas de acción que consigue no son nada de otro jueves, pero acaso pedirle más a un novato que, además, debe flirtear con un presupuesto barato quizá no sea muy justo. Algo escaso de imaginación en cualquier caso, pero sorprende un poco que ante una historia algo ramplona sea capaz de engatusarnos con las desventuras del pobre Lino. Realmente la hora y media de duración se pasa rápido y Perret cumple con un aprobado como narrador primerizo.
Conclusión de 'La bala perdida'
Para sacarle todo el jugo a La bala perdida es mejor pensar es un thriller baratito, de serie b, que en Fast & Furious u otras comparaciones publicitarias. Los que nos ofrece el debut de Guillaume Perret es una sencilla trama policial basada en un falso culpable, que disemina algo de acción aquí y allá. Es difícil disimular su baratura, pero si somos aficionados al género tendremos hora y media de distracción asegurada. La historia es olvidable, y no deja poso, pero se deja ver hasta el final sin ningún problema. Aprobadillo raspado.
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