La novela, publicada en 1988, retrata el drama de lo que hoy llamamos la España vaciada. A través de la historia de Andrés, el último habitante de Ainielle en el Pirineo Aragonés, somos testigos de la muerte individual y colectiva. En un largo monólogo de una intensa carga lírica asistimos a una lenta y dolorosa agonía, que podría ser la de muchos de los pueblos de España, de los que hoy solo quedan ruinas.
Dos actores, Ricardo Joven y Alicia Montesquiu, dan vida a las palabras de Julio Llamazares, en esta adaptación fiel a la novela. Jesús Arbués se encarga tanto de la adaptación, como de la dirección y del diseño del espacio escénico, en un proyecto absolutamente personal.
La lluvia amarilla podrá verse en el Teatro Español en Madrid hasta el 12 de diciembre de martes a domingo a las 19.30.
Título: La lluvia amarilla Título original: La lluvia amarilla
Reparto: Alicia Montesquiu Ricardo Joven
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Jesús Arbués Adaptación: Jesús Arbués Autor: Julio Llamazares
Escenografía: Jesús Arbués
Iluminación: Jesús Arbués
Sonido: Nacho Moya
Audiovisuales: David Fernández y Óscar Lasaosa
Vestuario: Sara Bonet Producción: Corral de García
Sinopsis de 'La lluvia amarilla'
La lluvia amarilla dice: “Los días eran largos, perezosos, y la tristeza y el silencio se abatían como aludes sobre Ainielle. Yo pasaba las horas vagando por las casas, recorría las cuadras y las habitaciones y, a veces, cuando el anochecer se prolongaba mansamente entre los árboles, encendía una hoguera con tablas y papeles y me sentaba en un portal a conversar con los fantasmas de sus antiguos habitantes”. “Y ahora que la muerte ronda ya la puerta de este cuarto y el aire va tiñendo poco a poco mis ojos de amarillo, incluso me consuela pensar que están ahí, sentados junto al fuego, esperando el momento en que mi sombra se reúna para siempre con las suyas”. (TEATRO ESPAÑOL).
¿De qué color es la memoria?
La lluvia amarilla ha formado parte de las lecturas preceptivas para los alumnos de Bachillerato desde su publicación en 1988. Se convirtió así en un clásico instantáneo para muchos de nosotros. Méritos no le faltan. Julio Llamazares ofrece un monólogo de un lirismo poderosísimo, que es a la vez denuncia de lo que posteriormente ha recibido el nombre de España Vaciada y que tanto interés ha suscitado en los últimos tiempos, especialmente desde la publicación de La España vacía de Sergio del Molino. En este sentido La lluvia amarilla se adelanta treinta años a la acuñación de un término que nombra un fenómeno imparable, pero devastador, el del abandono de tantos pueblos de nuestra geografía, a favor de una vida urbana y carente de memoria y raíces.
Tras la muerte de su esposa, Sabina, Andrés se convierte en el último habitante de Ainielle. A lo largo de los años ha ido viendo, con dolor, cómo sus vecinos abandonaban sus casas. Él es un hombre testarudo y de férreas convicciones, decidido a permanecer en su pueblo y su hogar y a morir con ellos. Ahora, solo, tiene que enfrentarse a los fantasmas del pasado, al transcurrir lento y monótono del tiempo y a la llegada inminente de la muerte.
Dos sobrecogedoras interpretaciones
Jesús Arbués mantiene la estructura de la novela en un monólogo dramático a dos voces, la de Ricardo Joven y Alicia Montesquiu.El laureado actor y dramaturgo Ricardo Joven ofrece una interpretación riquísima en matices del viejo Andrés, acosado por sus recuerdos y sus fantasmas y erosionado por el aislamiento, en equilibrio entre la locura y una lucidez cegadora. Alicia Montesquiu interpreta el lado más profundo de la mente de Andrés Se convierte en su memoria y sus fantasmas, las canciones de su infancia interpretadas con una voz bellísima y la parte más lírica de su relato. Ambos construyen en simbiosis un personaje profundo y desgarrador.
La escenografía apuesta por la sencillez, subrayando el protagonismo de las interpretaciones y del relato. El interior de un dormitorio, la parte más íntima de una casa, donde se nace y se muere, cobra vida y se transforma gracias a las proyecciones. Con este recurso nos trasladamos al paisaje amarillo, húmedo y crepuscular del otoño en el Pirineo Aragonés.
Conclusión
La lluvia amarilla es uno de los textos más hermosos y más tristes de la literatura contemporánea en castellano. Esta adaptación, con su puesta en escena sobria, pero de un enorme poder evocador, mantiene con acierto el protagonismo de la palabra. Por momentos resulta difícil contener las lágrimas ante el relato de Andrés, representado con brío por Ricardo Joven y Alicia Montesquiu. Un relato que es el de tantos individuos y el de tantos lugares hoy silenciados y vacíos. Un relato que nos interpela directamente enfrentándonos a la realidad de la tragedia colectiva que supone la pérdida de nuestras raíces.
La situación de pandemia que vivimos, en la que muchos nos hemos replanteado la forma en que nos relacionamos, da a La lluvia amarilla una nueva lectura tres décadas después de su publicación. Jesús Arbués nos ofrece con esta adaptación la posibilidad de redescubrir este texto imprescindible de la literatura contemporánea.
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