Desde el 29 de septiembre hasta el 12 de noviembre estará en el Teatro María Guerrero (CDN) La madre de Frankenstein, una obra dramática dirigida por Carme Portaceli. Esta reinterpretación del texto homónimo de la célebre escritora madrileña Almudena Grandes, ha sido adaptado por Anna Maria Ricart Codina. En ella podemos apreciar a una Blanca Portillo magnífica, y un Pablo Derqui cautivador.



Estreno de La madre de Frankenstein

Crítica de 'La madre de Frankenstein'

Ficha Técnica

Título: La madre de Frankenstein
Título original: La madre de Frankenstein

Reparto:
Ferran Carvajal
Jordi Collet
Pablo Derqui
David Fernández “Fabu”
Gabriela Flores
Belén Ponce de León
Blanca Portillo
Macarena Sanz
José Troncoso

Duración: 220 min. apróx.
Dirección: Carme Portaceli
Adaptación: Anna María Ricart Codina
Texto: Almudena Grandes
Espacio escénico:
Paco Azorín y Alessandro Arcangeli
Iluminación:
David Picazo (AAI)
Vestuario:
Carlota Ferrer
Coreografía y movimiento:
Ferran Carvajal
Música y espacio sonoro:
Jordi Collet
Audiovisuales:
Miquel Àngel Raió
Diseño de sonido:
Carles Gòmez
Ayudante de dirección:
Montse Tixé
Ayudante de iluminación:
Daniel Checa
Ayte. de vestuario:
María García Concha
Fotografía:
Geraldine Leloutre
Vídeo:
Bárbara Sánchez Palomero
Editorial Almudena Grandes:
Tusquets Editores
Producción: Centro Dramático Nacional
y Teatre Nacional de Catalunya

Tráiler de 'La madre de Frankenstein'

Sinopsis de 'La madre de Frankenstein'

La madre de Frankenstein nos lleva a 1954. Germán Velázquez vuelve a España desde su exilio en Suiza, donde ha pasado más de la mitad de su vida, para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos. Allí se reencuentra con Doña Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida paranoica, eugenésica, inteligente y brillante, que él conoció en la clínica de su padre a los 13 años. Esta mujer le fascinó hasta tal punto que se convirtió en psiquiatra.

A su vuelta, se encuentra con un país que ya no reconoce: la rotundidad del sol, la humillación de las mujeres, otras banderas, otros nombres en las calles… Miedo. Silencio. Miseria.

Un pacto con Almudena Grandes nos lleva a hacer la adaptación de esta maravillosa y riquísima novela, la quinta de los Episodios de una guerra interminable, situada en los años 50 en pleno franquismo, en un manicomio de mujeres, el retrato de un país donde las diferencias sociales e ideológicas son lo que determinan las relaciones humanas. (CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL). 



La madre de Frankenstein
Foto de Geraldine Leloutre

Referencias políticas e históricas

La directora, Carme Portacelli, nos advierte de cómo pretende mantener “el retrato de la España de los años 50 vista por alguien que se ha educado fuera de este país, que ha estudiado y ha crecido fuera de él”. Esta mirada crítica a la actualidad social en ocasiones parecía ser más reciente de lo que el contexto de la obra hacía parecer.

Hubo un momento donde las palabras de Germán, el extranjero protagonista, arrancaron aplausos del público, quienes conmovidos por las palabras de los personajes, vieron reflejado un discurso que no envejece: la polarización política española donde unos quieren controlar el poder y otros logran escurrirse del mismo. Estos tintes ya fueron sembrados por Grandes, y así lo dejaba claro Portacelli: “Hemos intentado ser fieles a Almudena porque ese es el único camino para comprender este texto y dotarlo de la grandeza que tiene.”

Centro Dramático Nacional
Foto de Geraldine Leloutre

Existencialismo y fascismo en la protagonista

La gran protagonista, Aurora Rodriguez Carballeira, interpretada por Blanca Portillo, padece de un narcisismo exacerbado. Ella, supremacista y eugenésica por excelencia, es el mejor estandarte del problema nacional. De buscar un sentido a todo lo que no lo tiene, de creerse más importante que lo importante y de querer cambiar lo que ni siquiera se llega a comprender. Un ser prepotente, altivo, soberbio pero enternecedor. Una mujer ensimismada y con opiniones propias sobre cualquier saber ajeno.

Ella es una buena metáfora de la España del momento. Ella, desde un manicomio en Ciempozuelos seguía el mismo pensamiento que Francisco Franco en la sede del Gobierno, ella vivía bajo el yugo de su fascismo particular; pero como desde la habitación del manicomio era inofensiva, nadie se hizo republicano.

La madre de Frankenstein
Foto de Geraldine Leloutre

Conclusión

Humor, historia, amor y política, La madre de Frankenstein lo tiene todo. Mantiene los aires originales de Almudena Grandes, e introduce modelos teatrales tan disruptivos como armónicos. Podíamos ver como las casi cuatro horas iban pasando. Con ellas se sucedían eventos casi psicodélicos orquestados por los juegos de luces y músicas hipnóticas que irrumpían en lo más verosímil de la novela.

El humor era casi holístico: tan diegético como ajeno. En ocasiones se sucedía en consecuencia a un juego de sátira perfectamente ejecutado en búsqueda -y encuentro- de la carcajada en el patio de butacas. En otras, sin embargo, radicaba llanamente en lo absurdo de la imagen.

Aunque una obra de cuatro horas lo tiene verdaderamente difícil para conseguir no hacernos pensar en el descanso y su final; pocos eran los momentos en que te escurrías de la historia sobre el escenario. El María Guerrero tenía todas las atenciones e intenciones sobre las tablas. 

Redescubrir a los actores fuera de las pantallas es todo un privilegio. Absolutamente todas las actuaciones estuvieron a la altura de una historia como esta. Emocionar y enseñar; y a mi modo de verlo, nada más grande se puede lograr en un escenario.

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