En el largo listado de joyas de la serie B que dio a luz la desaparecida RKO durante la década de 1940, La mujer pantera (Cat People, Jacques Tourneur, 1942) ocupa, sin duda, una posición privilegiada. En este filme, fruto del competente binomio formado por el director de la negrísima Retorno al pasado (1947) y el productor Val Lewton, el terror alcanza un estadio superior, que mira de tú a tú los monstruos de la Universal.



La mujer pantera

Crítica de 'La mujer pantera'

Ficha Técnica

Título: La mujer pantera
Título original: Cat People

Reparto:
Simone Simon (Irena Dubrovna Reed)
Kent Smith (Oliver Reed)
Tom Conway (Dr. Louis Judd)
Jane Randolph (Alice Moore)
Jack Holt (El comodoro)
Alan Napier (Doc Carver)
Elizabeth Dunne (Mrs. Plunkett)
Mary Halsey (Rubia)

Año: 1942
Duración: 73 min.
País: Estados Unidos
Director: Jacques Tourneur
Guion: DeWitt Bodeen
Fotografía: Nicholas Musuraca (B&W)
Música: Roy Webb
Género: Terror. Intriga
Distribuidor:

Filmaffinity

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Tráiler de 'La mujer pantera'

Sinopsis

Oliver conoce a Irena durante una visita al zoo. Se enamoran y acaban contrayendo matrimonio. Durante el convite, una misteriosa mujer aparece y afirma ser pariente de Irena. Ella comienza desde entonces a comportarse de manera extraña. Por ello, Oliver busca la ayuda de un psiquiatra. Al mismo tiempo, confía sus temores a su amiga Alice. Los celos de Irena complicarán aún más la situación.

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Cuando la pasión se torna en pesadilla

La mujer pantera cuenta la turbulenta historia de amor de Irena Dubrovna, una atractiva figurinista serbia afincada en Nueva York, y Oliver Reed, un joven arquitecto naval. Un encuentro fortuito en el zoológico de Central Park da lugar a un flechazo entre ambos, pero pronto una relación en apariencia entrañable degenera en un cóctel de obsesión, impotencia y celos que, lejos de enmarcarse en el ámbito de lo humano, tiene su origen en una maldición ancestral que acabará abocando a la pareja a un final trágico.

Irena, interpretada por la inolvidable Simone Simon, cree que la consumación de su matrimonio la transformará en una pantera que dará muerte a su amante, pero su marido cada vez está más seguro de que esa frigidez "sobrenatural" no es más que el delirio de una enferma corrompida por la superchería. Ello se traduce en una pulsión sexual reprimida que sobrevuela toda la película y que Jacques Tourneur sabe sugerir con la destreza de un psicoanalista, valiéndose para ello de un terreno tan fértil como el terror.

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Nada da más miedo que aquello que no se ve

Los avisos de esta particular femme fatale caen en saco roto y la profecía con origen en oscuras leyendas balcánicas se cumple cuando Oliver (Ken Smith), hastiado de su tóxica vida marital, busca refugio en otra mujer. Irena deviene en la fiera que tanto temía, pero Jacques Tourneur toma una decisión inédita por necesidad financiera: intuiremos a la bestia a través de sus sombras y rugidos, en fuera de campo, pero, a diferencia del hombre lobo de Lon Chaney Jr. tan en boga por entonces, jamás la veremos explícitamente.

Solo un instante final, en el que se nos muestra cómo la versión felina de Irena muere a causa de las heridas provocadas por el pícaro psicólogo al que da vida Tom Conway, sirve como excepción a la regla. Pero para el recuerdo quedan esos pasos que persiguen a Jane Randolph por las solitarias calles de Manhattan o los reflejos de la pantera en la piscina, escenas que bien podrían haber inspirado a cineastas de la talla de Steven Spielberg y Ridley Scott la hora de concebir Tiburón (1975) y Alien (1979), respectivamente.

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El terror expresionista como antesala del fatalismo noir

Las acechantes sombras de la pantera no pueden sino remitirnos al expresionismo más "caligariano", cuyos ecos venidos de Europa fueron penetrando en Hollywood gracias al vergel creativo que creció al calor de las películas de bajo presupuesto. Este nicho, en el que RKO Pictures encontró un filón de la mano del productor Val Lewton, se convirtió en la escuela en la que se forjaron nombres como Robert Wise, Mark Robson, y cómo no, Jacques Tourneur, que con La mujer pantera dibujó un fascinante mundo propio.

El cineasta francés, hijo de director, demostró en esta cinta de 73 minutos ser un diestro narrador que se movía como pez en el agua entre las fronteras del terror, el fantástico, el suspense, e incluso el drama psicológico. Y así, pronto la pantera formó, junto a Yo anduve con un zombie (1943) y El hombre leopardo (1943), un tríptico que ya anticipaba la evolución natural del cine de Tourneur, como el de Fritz Lang, hacia ese sórdido noir que alcanzaría una de sus más altas cúspides con Retorno al pasado (1947).

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Conclusión de 'La mujer pantera'

La película de Jacques Tourneur, un genio en la sombra que merece la pena reivindicar, es la prueba de que la escasez de recursos espolea, a menudo, la imaginación. Secuelas, remakes, alabanzas permanentes de oscarizados directores como Martin Scorsese y José Luis Garci, e incluso los paralelismos que se observan con la ambivalente Catwoman de Batman, confirman el estatus de culto de un filme que es historia del cine en mayúsculas.

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