Allá por los años treinta y cuarenta, la Universal de Carl Laemmle dio a luz a una pléyade de monstruos que terminarían convirtiéndose en auténticos mitos del séptimo arte. Tras El fantasma de la ópera (1925) de Lon Chaney, el Drácula (1930) de Bela Lugosi o el Frankenstein (1931) de Boris Karloff, el género empezó a dar algún que otro signo de agotamiento, hasta que Jack Arnold nos sorprendió con La mujer y el monstruo (1954).
Crítica de 'La mujer y el monstruo'
Resumen
Ficha Técnica
Título: La mujer y el monstruo
Título original: Creature from the Black Lagoon
Reparto:
Richard Carlson (Dr. David Reed)
Julie Adams (Kay Lawrence)
Richard Denning (Dr. Mark Williams)
Antonio Moreno (Dr. Carl Maia)
Whit Bissell (Dr. Edwin Thompson)
Nestor Paiva (Capitán Lucas)
Ricou Browning (El hombre de las branquias (en el agua))
Año: 1954
Duración: 79 min.
País: Estados Unidos
Director: Jack Arnold
Guion: Harry Essex, Arthur A. Ross
Fotografía: William E. Snyder (B&W)
Música: Joseph Gershenson
Género: Terror. Aventuras
Distribuidor: Universal International Pictures
Tráiler de 'La mujer y el monstruo'
Sinopsis
Una expedición científica en busca de fósiles en el río Amazonas es interrumpida por un sorprendente e inesperado hallazgo: Gill-Man el legendario monstruo de la laguna negra. Los exploradores capturan a la criatura con fines de investigación, pero el engendro logra escapar. Entre el miedo y el caos desatado por el desconocido paradero en el que puede hallarse Gill-Man, éste vuelve para secuestra a la preciosa Kay, prometida de uno de los investigadores de la expedición, de la cual el animal se ha enamorado.
Dónde se puede ver la película en streaming
Terror, romance y ciencia ficción
Cuando parecía que el horror que un día habían inspirado vampiros, muertos vivientes y hombres lobo estaba abocado a apagarse entre las risotadas provocadas por Abbott y Costello contra los fantasmas (1948), un director forjado en el cine de bajo presupuesto se atrevió a dar un puñetazo sobre la mesa. Nacía así la criatura de la laguna negra, el más tardío de los hijos de la factoría Universal, y puede que el más complejo de todos ellos; tan terrorífico como humano, tan romántico como brutal y tan fascinante como repulsivo.
De la mano de este eslabón perdido, el cine de monstruos abrazó la serie B de ciencia ficción, que encontró un terreno fértil como pocos en la psicosis nuclear de la Guerra Fría. Ese miedo a lo desconocido, con el macartismo como máxima expresión, también se hizo notar en un Hollywood donde el enemigo comunista se evocaba bajo la amenaza de seres extraños, y Jack Arnold supo aprovecharlo para brindarnos joyas como ¡Tarántula! (1950), El increíble hombre menguante (1957) y, cómo no, La mujer y el monstruo.
Una fábula acuática
La traducción al español del título original nos da una pista del origen de esta historia en apariencia exótica, que no es otro que "La Bella y la Bestia", un cuento francés que ha penetrado en el imaginario popular gracias a sucesivos derivados, tales como "El jorobado de Notre Dame" o el ya citado "Fantasma de la ópera". Lo que todos ellos tienen en común es que se basan en una atractiva oposición: la fealdad masculina frente a la belleza femenina como símbolo de un amor contra natura, aunque no por ello menos apasionado.
La Bella de la historia de Jack Arnold, que se ambienta en las profundidades del Amazonas y añade a la coctelera leyendas del folclore local, es la hermosa Kay Lawrence, miembro de una expedición científica dispuesta a investigar el fondo de una laguna tras descubrir un fósil del todo inusual. Sin saberlo, perturbarán la vida de una criatura ancestral, mitad hombre y mitad pez, que irá acabando, uno por uno, con todos ellos. Solo su amor por Kay puede romper esa espiral de violencia, un amor tan puro y verdadero como imposible.
Pánico atávico
Para la memoria han quedado esos instantes finales en la gruta, donde el monstruo, al verse acorralado, suelta a la chica antes de desaparecer, así como los poéticos planos subacuáticos de la criatura siguiendo al personaje interpretado por Julie Adams, mientras bracea cual sirena. Dos hitos de una trama en la que Jack Arnold juega permanentemente con ese temor tan instintivo que todos tenemos a lo que podría estar bajo el agua y no vemos; ese escalofrío que nos invade cuando estamos nadando y algo roza nuestra pierna.
Para asustar al público de verdad, fue necesario confeccionar un traje con un aspecto muy realista para la época, sobre todo en lo que concierne a la máscara del monstruo, que permitía realizar, incluso, ciertos movimientos faciales. Ben Chapman fue el responsable de dotar a la criatura de sus característicos andares en tierra firme, mientras que Ricou Browning le dio vida en las logradas escenas submarinas, tanto en esta cinta como en sus dos continuaciones: El regreso del monstruo (1955) y El monstruo vengador (1956).
Conclusión de 'La mujer y el monstruo'
Si por algo merece figurar en los anales de la historia del cine La mujer y el monstruo es por su perdurable legado. Y es que, sin la desbordante imaginación de Jack Arnold, puede que nunca hubiera existido esa película que cambió para siempre el medio: Tiburón (1975), de Steven Spielberg. Suerte que Guillermo del Toro decidió rendir homenaje a este clásico con una secuela, la oscarizada La forma del agua (2017) ¡Larga vida a la criatura!
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