La niña de la cabra, segunda película de Ana Asensio, tras Most Beautiful Island. Se presentó en el Festival de Málaga 2025 y llegará a los cines el 11 de abril de 2025.
Crítica de 'La niña de la cabra'
Resumen
Ficha Técnica
Título: La niña de la cabra
Título original: La niña de la cabra
Reparto:
Alessandra González (Elena)
Juncal Fernández (Serezade)
Lorena López (Marisa)
Javier Pereira (Pablo)
Enrique Villén (Padre Carrillo)
Zaira Romero (Madre Serezade)
Gloria Muñoz (Abuela Elena)
Silvia Torregrosa (Señorita Encarnita)
Iker Martín (Pedro)
Petrache Ninel (Padre Serezade)
Natalia Agüero Avecilla (Peatón)
Juan Pino Rodil (Vecino)
Año: 2025
Duración: 95 min.
País: España
Director: Ana Asensio
Guion: Ana Asensio
Fotografía: David Tudela
Música: Marius Leftarache
Género: Drama. Infancia
Distribuidor: Avalon Distribución Audiovisual
Tráiler de 'La niña de la cabra'
Sinopsis
Madrid, 1988. Elena afronta la reciente pérdida de su abuela mientras se prepara para hacer la Primera Comunión. Su amistad con Serezade, una niña que no se separa de su cabra, le lleva a plantearse si realmente el mundo es tal y como se lo han contado. (Avalon Distribución Audiovisual)
Dónde se puede ver la película en streaming
Duelo y comunión
La historia arranca con una pérdida, la muerte de la abuela de Elena, figura clave en su vida y guardiana de tradiciones que la niña debe ahora heredar, la preparación para la Primera Comunión actúa como hilo conductor, pero el verdadero motor es la amistad entre Elena y Serezade, una niña gitana cuya compañía, desafía las normas del barrio.
La trama de La niña de la cabra se construye sobre contrastes, lo sagrado frente a lo pagano, el luto frente a la curiosidad infantil, el Madrid castizo que se resiste a morir y la modernidad que asoma en cada esquina.
La relación entre las dos niñas es el corazón de la cinta, sus escapadas a descampados, sus conversaciones ingenuas cargadas de preguntas existenciales logran conectar al espectador con esa mirada infantil que cuestiona sin juzgar, sin embargo, el guión peca de querer abarcar demasiado, es como si la película, igual que su protagonista, se distrajera ante tantas ideas fascinantes sin elegir cuál explorar.
Sensibilidad y simbolismo
Ana Asensio demuestra un ojo exquisito para capturar la inocencia y la melancolía, escenas como el primer encuentro de Elena con Serezade, filmada con planos que enfatizan la distancia, revelan una directora que piensa en imágenes, su enfoque en los detalles, añade capas al relato sin necesidad de diálogos.
No obstante, el ritmo es irregular, La niña de la cabra avanza con la cadencia de un paseo veraniego, lo que funciona en momentos contemplativos, pero deja escenas clave sintiéndose apresuradas. Asensio acierta al priorizar el tono poético, pero pierde oportunidades para ahondar en los conflictos sociales que ella misma plantea.
Niñas que llevan el peso de un mundo adulto
El éxito de La niña de la cabra descansa en los hombros de sus dos protagonistas, Alessandra González, que interpreta a Elena logra algo complejo, transmitir dolor sin caer en el melodrama, sus silencios son más elocuentes que cualquier monólogo.
Juncal Fernández, que interpreta a Serezade, por su parte, brilla como ese soplo de autenticidad que irrumpe en la vida ordenada de Elena. Su química es natural, casi documental, especialmente en escenas cotidianas.
Luces y sombras
La fotografía es, sin duda, uno de los mayores aciertos, el Madrid de 1988 se retrata sin nostalgia barata, veredas polvorientas, fachadas desconchadas y ese cielo blanquecino que parece envolverlo todo en una niebla melancólica.
La banda sonora, minimalista pero efectiva, usa sonidos ambientales para subrayar la dualidad entre tradición y libertad. Solo hay un desacierto, la iluminación en interiores, a veces tan cálida que roza lo artificial, desentona con la paleta de grises y tierras que domina el exterior, pero no es algo dramático ni que cambie el buen parecer del aspecto técnico.
Conclusión de 'La niña de la cabra'
La niña de la cabra no es una obra redonda, pero su imperfección es parte de su encanto, como Elena, la película tropieza al intentar entender un mundo lleno de contradicciones, pero también comparte con ella la valentía de hacer preguntas incómodas, ¿cómo se vive el duelo cuando ni siquiera alcanzas a entender la muerte? ¿Qué significa crecer en un lugar donde las tradiciones chocan con lo desconocido?
Ana Asensio ofrece una mirada íntima y valiente, aunque le falte pulir el equilibrio entre simbolismo y narrativa. Esta película logra lo más importante, recordarnos que, a veces, las respuestas no están en los rituales, sino en esos lazos frágiles y fugaces que nos enseñan a mirar el mundo con otros ojos.
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