Aquí nada es lo que parece. Empiezo con una pequeña confesión. Para entrar al Teatro Pequeño Gran Vía, que alberga a la obra actualmente, hay que acceder por el EDP de Gran Vía. Sin embargo, al buscar en Google Maps la entrada del Teatro Pequeño Gran Vía, nos mandan a la puerta de atrás, en la calle perpendicular, la de García Molinas. Señores de google, por favor… Esta pequeña confusión provocó que llegara dos minutos tarde al pase de la obra de teatro La noche del año.
Al entrar, la sala a oscuras salvo por unos focos color violáceo, música estilo M-80 Radio a todo volumen, el público dando palmas y bailando en sus butacas. Era un festival, una parranda, pero era más: era la tarjeta de visita de la obra. Desde el primer minuto, nos toma más de las solapas que de la mano, y nos introduce de un empujón en medio de una vorágine tipo Tomorrowland, Woodstock y Burning Man, todo junto. Bajo la batuta de Víctor Páez y la pluma de Carlos Mesa, los rostros de Juan Barahona, Sara Herranz y Laura Oliver hacen de La noche del año una obra festiva, grácil, ligera, graciosa, frenética y luminosa.
Título: La noche del año Título original: La noche del año
Reparto: Sara Herranz (Noe) Laura Oliver (Lucía) Juan Barahona (Lito)
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Víctor Páez Dramaturgia: Carlos Mesa Diseño de luces: Sergio Benito Producción: Compañía Opción Teatral
Entrevista a Sara Herranz de 'La noche del año'
Sinopsis de 'La noche del año'
La noche del año es una obra de teatro que nos presenta a Lucía, que tiene novio desde hace muchos años y son muy felices, os lo aseguramos. Lito es gay, y su único propósito de Año Nuevo es echar un polvo. Y siempre lo cumple. Y Noe es… Bueno, Noe es Noe. A ella se la suda todo, sólo quiere pasárselo bien.
Son amigos, pero también compañeros de piso… Y el salón no va a ser lo único que van a compartir esta noche. Una fiesta de Nochevieja que se acaba desmadrando. Un despertar con una resaca de la hostia. Un no saber qué coño pasó la noche anterior, ni durante la fiesta… Ni después. Solo preguntas: ¿alguien se acuerda de qué hicimos ayer? ¿Por qué coño nos hemos intercambiado la ropa interior? ¿Tenéis un Ibuprofeno?
¡Préparate para vivir una obra de teatro viva con La noche del año! (PEQUEÑO TEATRO GRAN VÍA).
Dios ha muerto: Nietzsche, Hegel y los hedonistas
Sin embargo, la tesis que –a mi entender particular- la obra defiende es literalmente lo opuesto a festiva, grácil, ligera, graciosa, frenética y luminosa; es más bien plúmbea, espesa, pesada, cenicienta, nihilista y oscura. Y filosófica, profundamente filosófica. A saber: los fundamentos de las relaciones sociales, humanas y afectivas, son una mentira. El amor romántico no existe, y de existir es traicionero. La orientación sexual es una patraña.
Esto es “Dios ha muerto”, esto es Nietzsche. Que no quiere decir que Diosnuestropoderososeñor haya muerto de facto, sino que el triunfo de la razón y la claridad intelectual en la sociedad post-ilustrada, provoca dejar de creer en valores supremos.
La frase se atribuye también a Hegel, quien escribió su famosa tríada dialéctica sobre la Historia: tesis, antítesis, y síntesis. La tesis, en nuestro caso, es la arriba expuesta: lo que creíamos asentado y asegurado, ha sido derribado. Esto produce un sentimiento de gran contradicción, encarnado mayormente en el personaje de Laura Oliver, que corresponde a la antítesis: mi novio es un gilipollas, la droga me está gustando un poquito y yo estoy llena de prejuicios. El consiguiente proceso de meditación y racionalización conduce a la síntesis, un nuevo estado que no niega los dos anteriores, sino que los hace confluir y evolucionar. La síntesis de La noche del año no es otra que: pues, chica, drógate, folla a gusto y disfruta de los placeres inmediatos que la vida te da, porque no hay mucho más.
Esto es hedonismo en sentido estricto, filosófico. Al contrario que los epicureístas, que entendían el placer como un medio para alcanzar la felicidad, entendida como paz mental y sosiego espiritual, donde también entraba el cultivo intelectual o las relaciones amorosas, los hedonistas entendían el placer como un fin en sí mismo. Principalmente los placeres carnales: las relaciones sexuales, la comida, el vino… De ahí que, por las veces en que se ejercía sin limitación ni control, se suela identificar con una especie de adicción irrefrenable al sexo. Para La noche del añola parranda es más que una actividad, es un posicionamiento ideológico.
Un rompecabezas sin solución
Ya hemos establecido que la tesis de la obra se podría resumir en que, en la vida, no hay tesis. La tesis es la ausencia de tesis, es una tesis anti-tesis. Pero es que la obra lleva a su sin-tesis, donde nada es en realidad lo que creíamos que era, a un nivel metalingüístico que se revela como un juego de pistas para el espectador, que nunca podrá resolver. Como uno de los grandes problemas de las matemáticas, si resuelve el enigma de La noche del año, se gana un millón de libras esterlinas. La formulación del enigma me he tomado la libertad de simplificarla en una pregunta: ¿qué es La noche del año?
Gramáticamente, es absolutamente un thriller, donde los personajes descubren indicios de un posible crimen (entiéndase la palabra con un significado amplio), y han de ir reconstruyendo poco a poco la escena para desentrañar qué ha ocurrido. Incluso, el comienzo de las pesquisas se da con el hallazgo de un cuerpo tirado en el suelo… Sin embargo, no cabe duda de que es una comedia. ¿Lo es? El tono es cómico, desde luego, y el público se parte en todo momento, pero estructuralmente se parece a una comedia lo que una col se parece a una comedia.
Es también un musical, en parte, porque hay canciones continuamente. Pero las canciones no se cantan, por tanto, no se pueden considerar canciones, ni hacen avanzar la trama, que es la función de las canciones en los musicales. En este caso, sirven para destensar y agilizar, y para marcar las analepsis. Hasta el título, La noche del año, es una argucia dialéctica, pues el presente de la obra ni siquiera pasa de noche.
Vemos que la obra es, en sí misma y como experiencia, su propia tesis.
Conclusión
La etimología de la palabra parranda, nos dice que proviene del griego pairondos, que significa “ánfora vacía”, “recipiente sin llenar”. Se compone de pairon (jarrón, jarra, recipiente) y –ados (sufijo ya perdido que implica vacuidad). Se empleaba cuando, al final de las fiestas en honor al dios del vino Dioniso, las vasijas y botellas se encontraban ya vacías tras haber sido consumidas. El pairondos era el momento de mayor jolgorio y diversión.
Es decir, la parranda es la alegría y la celebración de lo que está vacío. Y así, en La noche del año, se emplea la parranda como armadura frente al sentimiento de vacío existencial, propio de la generación millennial a la que intenta llegar. La fiesta nos salvará, dicen en… ¿qué ocurre? ¿Les ha sonado un poco raro lo de pairondos? Bueno, miren la primera frase de la crítica.
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