El pasado 2 de febrero finalizó La otra bestia en Nave 10 en Matadero, una de las propuestas más esperadas de la revolucionaria propuesta de programación del conocido espacio teatral de Matadero. Basado en la novela homónima de Ana Rujas, la actriz la pone en escena, en una búsqueda de traer la redención a través del arte. Dirigida y con dramaturgia de José Martret y Pedro Ayose, agotó entradas en todas sus funciones, siendo un auténtico éxito de esta temporada.
Título: La otra bestia Título original: La otra bestia
Reparto: Ana Rujas Joan Solé Teo Planell Itzan Escamilla
Duración: 85 min. apróx. Dirección: José Martret y Pedro Ayose Dramaturgia: José Martret y Pedro Ayose Texto: Ana Rujas
Diseño de espacio escénico: Alessio Meloni
Cámara en directo: Alicia Aguirre
Ayudante de espacio escénico: Juanjo González
Diseño de iluminación: David Picazo
Realización cabeza: Oxum Fx
Diseño de sonido: Sandra Vicente
Composición música original: Ale Acosta
Diseño de videoescena: Emilio Valenzuela
Asistente artístico: Kike Gómez
Movimiento escénico: Amaya Galeote
Diseño de vestuario: Ana López Cobos y Sara Sánchez De La Morena
Confección Ana Rujas: Natalia Rodríguez
Dirección de producción: Eva Paniagua
Jefe de producción (Come Y Calla): Juanfran García
Ayudante de dirección: Laura Garmo
Prácticas Producción Nave 10 Matadero: Rebeca Mollà Producción: Nave 10 Matadero y Producciones Come y calla
Tráiler de 'La otra bestia'
Sinopsis de 'La otra bestia'
La otra bestia es una criatura que habita dentro de Ana Rujas, la que nos mira detrás de sus ojos, con voz ronca y cuchillo entre los dientes, preparada para apuñalarnos por la espalda. La otra bestia es su alter ego, su letra escarlata, su sello más personal. Nadie puede escapar de uno mismo ni, tampoco, del monstruo incontrolable que tiene dentro. La feria de las catástrofes y los milagros ha llegado a la ciudad. Pasen y vean.
La polifacética actriz y creadora Ana Rujas es la autora de este laboratorio íntimo en el que se mezclan teatro, poesía, ficción y autobiografía. Pedro Ayose y José Martret dirigen una pieza confesional, a partir de textos directos y muy afilados, que expande el lenguaje de lo dramático para golpearnos con contundencia en nuestro bajo vientre. La imposibilidad de la escritura, el fracaso de la identidad y la necesidad de encuentro devuelven al escenario la importancia del «yo es otro» de Rimbaud. La otra bestia es un espectáculo multidisciplinar que recuerda la necesidad de redención a través del arte y cómo un espíritu creador puede domesticar la húmeda y monstruosa animalidad que, en ocasiones, nos posee por dentro. (NAVE 10).
Foto de Jesús Ugalde
Para qué pensar
Ana Rujas pone sobre la escena su creación literaria: La otra bestia, una composición de reflexiones de la actriz en torno a diversas temáticas. Sin duda, se puede ver esa intención de la intérprete de transportar su universo al espectador, sin perder lo abstracto del debate interno. Sin embargo, en toda esa vorágine de concatenadas situaciones alocadas y frases categóricas que mueren en ese momento, llega el remolino en el que nada se entiende y nada se quiere entender. Bien es sabido que el teatro no debe ser siempre comprendido de primera mano, pero debe importar lo que sucede en escena, efectuar estímulos, sensaciones, aunque la palabra diga nada. Pero, aquí, no se produce, llega un punto en el que lo que pasa sobre las tablas no produce interés y se convierte en un problema.
Se puede ver el debate en torno a la pareja, a la maternidad, a Dios, a la locura, a tantas cosas, que, al final, falta por concretar. La razón es que incluso aunque se desee mostrar todo un batiburrillo de pensamientos, se echa en falta una estructura, darle cuerpo a la dramaturgia, ir más allá de un ejercicio de autoescucha. Sin duda, esta pieza es un ejemplo de la dificultad en entrar de lleno en el teatro experimental, de crear sin reglas, ya que no siempre el resultado puede verse favorecido al no encontrar su nicho. A pesar de ellos, tiene pasajes que de explotarse de otra forma podrían haber logrado una introspección de gran nivel.
Foto de Jesús Ugalde
Cine en el teatro, teatro en el cine
Sobre el escenario, aparece una Ana Rujas completamente liberada, que sirve de introducción a La otra bestia. La actriz demuestra que tiene tablas en la interpretación, además de sacar partido a la fuerza y personalidad que ya se han podido comprobar en otros proyectos. Como si fuera una sirena varada, atrae, seduce y destruye, dando cuerpo a su labor escénica, en el que destaca su imperiosa gestualidad facial. Junto a ella, un estupendo Joan Solé que defiende un papel que desde el guion se ve algo encorsetado, pero que Solé logra romper y darle juego y vida. Gracias a ello, se deshace de artilugios y convence a la audiencia. Por último, Teo Planell cumple con su función, una interpretación fresca, desinhibida, que pasa en algún momento desapercibida por los dos titanes que tiene al lado. Aun así, consigue captar la atención del público.
La propuesta escénica desea ser disruptiva, ir a por lo moderno, los estímulos visuales, ser una performance de gran alcance. Por ello, se comprende el desdoblamiento entre audiovisual y teatral, viéndose un montaje en paralelo constantemente. Sin embargo, termina por pasarle factura. No hay una justificación narrativa ni tampoco estética, acabando por distraer en varias ocasiones tener en pantalla lo que sucede en escena todo el tiempo. Podría haber sido interesante que se utilizase en aquellos momentos en los que hay un peso real, como la escena de cama, dado que crea una atmósfera. Por otra parte, la escenografía y la música logran un resultado sobresaliente, una creación poderosa. Para terminar, el ritmo no acaba de encontrarse y va a la deriva, en consecuencia, de la apuesta realizada.
Foto de Jesús Ugalde
Conclusión
La otra bestia es un experimento teatral que se pierde en su intento de ser excesivamente compleja, pero sin lanzarse al barro del todo. Ana Rujas regala una dramaturgia inexacta, en la que se echa en falta una estructura, una identidad, una razón. A pesar de ello, el elenco destaca por la personalidad, la fuerza y la verosimilitud de su trabajo. La puesta en escena también peca de querer ser rompedora, no logrando hacer relucir los atributos artísticos que tiene. A pesar de ello, se aplaude su escenografía y su espacio sonoro y musical. Lo abstracto toma la escena, revolviéndose en una pesadilla que no encuentra principio ni fin.
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