Laura Jou se llevó en 2016 la Biznaga de Plata al mejor cortometraje en el Festival de Cine de Málaga. Tres años después, estrenó su ópera prima: La vida sin Sara Amat (La vida sense la Sara Amat), basada en la novela homónima de Pep Puig. Con este film también gozó de presencia en diferentes certámenes y festivales. Ganó el premio a mejor música original en los Premios Gaudí, también optando a la mejor fotografía. Asimismo, se llevó el premio Pantalla Abierta en el Festival de Cine de Alcalá de Henares. En la pasada edición del Festival de Cine por Mujeres 2020 estuvo en la Sección Oficial de Directoras Españolas. En España se estrenó en cines comerciales el 12 de julio de 2019.
La vida sin Sara Amat (La vida sense la Sara Amat)nos presenta a Pep, de 13 años de edad, está completamente enamorado de Sara Amat, una chica del pueblo de sus abuelos. Una noche de verano, Sara desaparece sin dejar rastro pero, al cabo de unas horas, Pep la encuentra escondida en su propia habitación. Es entonces cuando la joven le explica que ha huido de casa y le pide quedarse con él unos días.
Sin embargo, aunque Pep sabe que el pueblo entero la está buscando, accede y se convierte en su protector y cómplice. En consecuencia, el chico se verá obligado a vivir una doble vida: deberá mentir a todo el mundo a la vez que satisfacer las demandas de Sara, quien lo pondrá a prueba y le hará madurar antes del desenlace del verano. (ALFA PICTURES).
Laura Jou adapta La vida sin Sara Amat (La vida sense la Sara Amat), bajo un guion de Coral Cruz. Este film se basa en la famosa novela homónima de Pep Puig. La historia presenta a Sara Amat y su particular desaparición, que abre una realidad ante el puente entre la niñez, la juventud y la vida adulta. Por lo cual, ofrece un abanico vital interesante, donde el espectador puede analizar las distintas etapas en las que se profundiza. Además, se le une una fragancia muy tranquila, en un ambiente distendido, que se une a la tensión del gran secreto que esconde la ausencia de la joven. Por ende, equilibra esos momentos más tiernos e inocentes, con la oscuridad que envuelve la consciencia de una madurez temprana. A pesar de la corta edad de los personajes, hay una lección sobre el conformismo que debe ser escuchada.
Sin embargo, dentro de esa oda a la metamorfosis existencial, con momentos de una sensibilidad exquisita, se queda más en un plano más sencillo. En consecuencia, se comprende todo el bagaje vital de los protagonistas, llegando a conectar con ellos, pero se podría haber sacado mayor provecho a la visceralidad de lo que se propone. Aun así, se valora la intención de no apoyarse tanto en la palabra, lo que permite que haya una mayor influencia de las emociones visuales. De igual manera, acoge referencias en la historia, con la lectura. Esas alusiones evidencian el remolino interior que se forma en esta circunstancia tan especial y el hartazgo a la comodidad. Por dicha razón, hay esa dualidad en el film, con escenas muy trabajadas, mientras que otras no llegan a ser tan sólidas ante la pantalla.
El despertar
El equipo artístico de La vida sin Sara Amat (La vida sense la Sara Amat) es, sobre todo, juvenil. Aun así, demuestra tener una actitud interpretativa muy bien desarrollada. En primer lugar, María Morera se mete en la piel de Sara Amat. La actriz desprende una personalidad muy particular, que sabe aderezar con una energía cautivadora. Pese a su entonces corta edad, se convierte en una de las mejores interpretaciones de la película. Mientras que, es capaz de mantener ese poder enigmático durante el mayor transcurso de la película, también se luce en aquellas secuencias más sensitivas y que dejan ver sutilmente su interior. Asimismo, no deja que esas pinceladas más oscuras de la personalidad de su personaje, provoquen la pérdida de la inocencia escénica, lo que es todo un acierto. Otro de las actuaciones femeninas tan sinceras es la de Francesca Piñón, como la abuela de Pep.
Por otro lado, Biel Rossell es Pep, el otro gran protagonista de la cinta. A diferencia de su compañera, afronta su papel con mayor ternura. Además, se le ve esa pizca de luminosidad, que contrasta con la figura de Morera. Poco a poco realiza una evolución expresiva muy sincera, en la que no le falta detalle. Por lo cual, se acerca a ese carácter más contemplativo y campechano, que desprende la cinta. Esa sinceridad natural es lo que le permite suplir ciertas carencias adquiridas de su personaje en el guion. Después, el elenco coral, formado por Judit Martín, Martí Múrcia, Oriol Cervera, Arés Fuster, Mariona Pagès y Adrià Salazar, le da esos puntos de familiaridad y cercanía. No falta ese aroma a nostalgia en sus actuaciones. Es verdad que realizan un trabajo más en conjunto que individual, pero ahí es donde obtienen mayor triunfo.
La melancolía de la juventud
El guion de La vida sin Sara Amat (La vida sense la Sara Amat) resulta impreciso en partes de su desarrollo, pero sabe redimirse en su apartado artístico. Después del primer visionado, deja esa sensación de no saber exactamente el nivel de satisfacción del film. Está claro que resulta ser una cinta atrayente y con un cuidado en los pequeños detalles, que como mínimo exige algo de atención. De esta manera, el espectador se queda con las sensaciones que transmite el largometraje, dado que no hay un gran desarrollo definido. La manera de construir ese imaginario compartido de la niñez, que se une a una preadolescencia y madurez en ciernes es acertado. Por lo cual, tiene ese aroma a recuerdo, a una vista hacia el ayer y es lo que termina por seducir al público ante un efecto más minimalista.
La selección de los colores, los espacios donde sucede y la lejanía con el mundo de la ciudad, es lo que hace que adquiera un tono más melancólico. Por un lado, hay esa paleta verdosa, donde fluctúa una iluminación grisácea, pero sin caer en oscurantismos. Al contrario, tiene una luz muy bien elegida, que expresa esa vitalidad, a pesar de los sucesos que van ocurriendo a lo largo del film. Después, el ritmo no tiene grandes sobresaltos, por lo que propicia un ambiente más íntimo, con esa apariencia de mundo interior. No obstante, aunque casa con el estilo del propio film, esa parsimonia, en algunas partes, se extiende en demasía. Por último, la selección musical ambienta perfectamente el contexto espacial donde sucede la cinta, dándole el sello propio y sabor catalán.
Conclusión
La vida sin Sara Amat (La vida sense la Sara Amat) es una película relajada, que reflexiona sobre una madurez en plena evolución. El guion goza de esa nostalgia especial, donde hay momentos en los que se abusa de demasiada sencillez. Aun así, deja retazos de un tono melancólico y emocional. Después, el elenco juvenil es fresco y lleno de vida, capitaneados por María Morera y Biel Rosell, que están fabulosos. También hay un despliegue técnico interesante, con pequeños detalles y un estilo muy sensitivo. No obstante, el ritmo languidece en su reposo en algunas partes del film. La lucha contra el inconformismo personal, en plena batalla existencial del recuerdo y el amor.
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