Clarisa Navas vuelve a la gran pantalla tras su debut cinematográfico con "Hoy partido a las tres". En esta ocasión, titula su obra como Las mil y una, inspirada en sus vivencias en el barrio de "Las mil viviendas", en Corrientes, al norte de Argentina. Gracias a este reflejo social, la realizadora obtuvo una Mención Especial en la categoría Horizontes Latinos en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Además, también se alzó con el Sebastiane a mejor película LGBTQ del continente sudamericano. Estreno en salas de cine españolas el 8 de enerode 2021.
Ha estado presente en otros certámenes como el Festival Internacional de Cine de Berlín, la Berlinale, o el Festival de Cine de Jeonju, donde se llevó el premio a mejor película en la competición internacional. Fue la película de inauguración de la 25ª edición de LesGaiCineMad.
Título: Las mil y una Título original: Las mil y una
Reparto: Sofía Cabrera (Iris) Ana Carolina García (Renata) Mauricio Vila (Darío) Luis Molina (Ale) Marianela Iglesia (Susi)
Año: 2020 Duración: 120 min País: Argentina Dirección: Clarisa Navas Guion: Clarisa Navas Fotografía: Armin Marchesini Género: Drama Producción: Auténtika Films y Varsovia Films
Cuando Iris (17) conoce a Renata (20), una joven con un pasado difícil, se siente inmediatamente atraída por ella. Tendrá que superar sus miedos y enfrentarse a sus inseguridades para experimentar el primer amor. Una historia llena de ternura en un entorno muy hostil en el que el deseo adopta muchas formas en la oscuridad y los cotilleos pueden convertirse en un arma. (LESGAICINEMAD2020).
La segunda película de Clarisa Navas se fundamenta en las experiencias personales de la propia realizadora y su entorno en un barrio pesado de Corrientes. Con esta premisa, Las mil y una va cociéndose a fuego lento a lo largo de sus dos horas, a las cuales no les sobra ni un minuto. Después de un comienzo muy físico, agresivo, e, incluso, animal, deja constancia esa necesidad de cómo la vida surge en ambientes muchas veces más difíciles. Aun así, se aleja de la imagen de víctimas de un sistema, para dar rienda suelta a una reivindicación de promulgar una mejora en la educación sexual de los jóvenes. No es una obra que habla de un conflicto social sin más, sino que de lo más personal y pequeño lo expresa con tal sensibilidad que se puede extrapolar a cualquier realidad similar en cualquier país.
Su protagonista nuestra una visión más blanca durante las primeras escenas, que sirven de contraste con el preludio y la posterior atracción fatal hacia lo oscuro, o lo prohibido. Mediante esta fórmula, se sumerge en esa curiosidad incontrolable, que escenifica perfectamente cómo las apariencias engañan, o por lo menos no es tanto como se dice. Al final, es una perfecta nuestra de cómo la crítica no debe surgir desde la superficialidad, dado que en cada puerta se esconde un mundo. Ahí es donde el libreto se toma de una manera muy natural la justicia del rumor, del qué dirán y lo que influye en una juventud que se encuentra perdida. Por otra parte, también brillan esas luces como la aceptación comunitaria, la amistad y la familia como apoyo principal, y el amor. Por tanto, es una historia cruda y voraz que deja un poso reflexivo muy profundo.
Rompiendo tópicos
El cine cada vez apuesta por reflejar unas realidades más verosímiles y cuerpos muy diversos y reales. Por este motivo, hay que aplaudir la elección de casting de Las mil y una, donde no hay prototipo, sino que cada personaje tiene su propio sello de identidad. En primer lugar, Sofía Cabrera tiene esa parsimonia intrínseca, que le permite contrastar con el resto de interpretaciones y con el propio caos que se genera a su alrededor. Por lo cual, le permite expresar esa pasividad, en la que se encuentra una libertad inconfesable. Su actuación se mueve en esa naturaleza más sutil, lo que remarca su carácter pausado y sensible. Después, Luis Molina sigue en la línea de Cabrera, pero interpretando una de las secuencias más duras de la película, que deja realmente conmocionado al espectador.
Mauricio Vila es la pimienta del elenco actoral, que llega con un histrionismo necesario, que le permite dar luz y movimiento al trabajo artístico de todos los actores. Gracias a su participación, hay esa comicidad necesaria, que permite al espectador respirar y relajar la tensión emocional que se gesta alrededor de la película. Luego, Ana Carolina García refleja ese misterio urbano, dándole a su personaje un realismo que provoca momentos en los que da la sensación de estar viendo un documental. Maneja perfectamente la cámara, haciendo cómplices a los espectadores con esa rudeza. Por último, mencionar al reparto al completo, ya que no es fácil conseguir un grupo interpretativo en sintonía y coherencia. Cada uno de los actores que aparece, da verosimilitud al relato y mantiene ese rigor en su conjunto.
Cruda y sin miramientos
En las primeras secuencias ya se puede ver el carácter independiente y de bajo presupuesto que se va a ver en Las mil y una. Pero, a pesar de poder menguar su calidad, en este caso, también subraya ese ambiente de decadencia, de asfixia, pero al mismo tiempo de estar vivo. La cámara en mano deja la sensación de irregularidad, de posarse a los ojos de la acción, que se combina con planos secuencia, que van intercalándose para dar una mayor percepción de continuidad. Igualmente, la dirección artística ha conservado todos aquellos atributos en la concepción o imagen del barrio que quiere hacerse, donde hay un uso extensivo de colores más ocres. También se utilizan las sombras, que reflejan el secretismo y la vida de imagen pública que mantienen unos con otros.
Por lo cual, la película utiliza esos recursos para continuar con la crudeza visual y ser una metáfora de los silencios que transcurren en el film. Una especie de focos luminosos en esa tenebrosidad. Dicho de otra manera, una bofetada de realidad que impacta por la precisión del efecto que causa en el espectador. Después, el montaje se produce de forma tranquila, sinérgica, lo que conlleva a una templanza justa y una sugestión que se encaminan a una exaltación que fluye sin problemas. Cuando el público quiere darse cuenta, está totalmente enfrascado en ese ambiente estético, que desnuda al film y deja las sensaciones a flor de piel. Lo mismo sucede con los elementos de la cultura trash actual, como la proliferación de la cultura del abuso, el twerking y la hipocresía en sociedad, consolidando una propuesta descarnada.
Conclusión
Las mil y unaes un torrente emocional, que desnuda un relato tan veraz como crudo. Se aleja de dramatismo innecesario, para traer una realidad social importante de escuchar y de ver. Por lo cual, el guion goza de emoción, humanidad y, sobre todo, vida. Tiene una fragilidad que conecta con ese cuadro detallista de una generación marcada por una dureza existencial. Una reflexión imprescindible. El reparto en su conjunto es soberbio, con una naturalidad y diversidad exquisitas. La puesta en escena bebe del realismo audiovisual, aderezado con la cámara en mano y un montaje brillante. El espectador acaba por adentrarse, de lleno, en esos parajes argentinos. Unas vivencias totalmente sensibles, que se convierte en un puñetazo emotivo por su visión mordaz y sin aditivos.