"Las niñas zombi": Resucitan los muertos

Las niñas zombi nos presenta En escena vamos a ver a tres chicas contando una historia fantástica que, a ratos, parece real. Ríen y bailan. Surgen preguntas: ¿por qué tenemos los nervios tan frágiles? ¿Por qué casi todo nos hiere? ¿De dónde viene este terrible miedo a vivir? ¿Qué tiene que ver con todo esto nuestra Historia reciente? Hablar de Historia reciente es mirar 100 años atrás, quizás algo menos. La gran herida de este país se llama Guerra Civil y está muy lejos de cicatrizar. Los hijos de los que lucharon, sobre todo de los vencidos, evitaron hacerse preguntas y vivieron con la memoria guardada en una cajita al fondo de un cajón. Los nietos ya sí, ya podían cuestionar y, quizás, empezar a comprender.

A Celso le han contado desde siempre, como un cuento secreto, la historia del hermano de su abuela, que también se llamaba Celso pero que vivió 40 años bajo otra identidad, la de un hombre que vio morir asesinado por los vencedores. «Será imposible —asegura Celso— que en esta pieza clarifique históricamente lo que sucedió. Tampoco es esa mi intención ni mi misión. Pero todo lo que me han ido contando me hace pensar en cómo afectan la herencia y las genealogías a nuestras vidas.

Me lleva a construir esta pieza tratando de imaginar cómo somos las nietas, las niñas zombi que no llegamos siquiera a saber bien qué sucedió y, sin embargo, estamos transformadas a nivel educacional, cultural y sentimental, por estas historias que, al mismo tiempo, parecen películas lejanas de zombis y vampiros». (CENTRO CULTURAL CONDE DUQUE). 

La historia con perspectiva

Celso Giménez reflexiona sobre la historia familiar y las consecuencias de la Guerra Civil española en Las niñas zombi. Sin embargo, el creador se aleja de la mirada histórica para adentrarse en el universo de la herencia familiar y personal que queda en los descendientes de dicha generación. Con lo cual, es innegable que ha logrado obtener una perspectiva que comienza a ser explotada, pero no está tan saturada como la recreación rigurosa de los hechos mencionados. Por tanto, consigue un enfoque fresco, que le permite conectar con el espectador al mostrar a un sesgo social que lo vive de otra forma. El libreto navega en los referentes sociales actuales, expuestos en diálogos naturalistas y muy cotidianos, es casi como ver un hogar a través de una pequeña ventana.

El primer contacto con la pieza viene desde un tono sugerente, una introducción bien expuesta, que hace que ya cause interés en los asistentes. A continuación, comienza la acción, ante un relato que contextualiza la escena. A pesar de entenderse la intención, este inicio se mueve en un costumbrismo que se hace algo lento. Sin embargo, pese a perder ese dinamismo, acentúa la energía familiar y cercana que se desea extraer. Gracias a ello, según se van desvelando los distintos acontecimientos, llegan momentos de absoluta emoción, un pequeño pellizco en el corazón. Una vez se termina, se ha establecido una conexión muy especial con la obra, sintiendo que se ha acompañado a este sueño del recuerdo. Un regalo para conmemorar el pasado con el presente.

Tres primas unidas

Solo contando a las intérpretes en el escenario, Las niñas zombi cuenta con el trabajo dramático de Natalia Fernandes, Teresa Garzón y Belén Martí Lluch. En primer lugar, Natalia Fernandes logra una interpretación consolidada, firme, con ternura, transmite una energía muy especial, que hace que sea particular verla sobre las tablas. Además, tiene momentos que combinan una ingenuidad tierna con una tonalidad vocal suave. Con lo cual, transmite ese hogar que desea. Después, Teresa Garzón es un auténtico remolino de energía, aunque más comedida que Belén Martí Lluch. Aun así, junto a Martí Luch, hacen un tándem magnético. En el caso de Garzón, se debe a una entrega absoluta a la escena, así como una personalidad que hace que pueda sentirse como alguien que se conoce desde hace tiempo.

Belén Martí Lluch arrampla desde la primera escena, tiene un lenguaje corporal muy bien desarrollado, que hace de las escenas de baile todo un disfrute. Además, se une una identidad que la hace única, ofreciendo ser el sostén de este triángulo y fomentando la sinergia con sus compañeras. Uno de los momentos más especiales, es ese solo a guitarra, que sirve de puente hacia otra dinámica en la pieza. En referencia a esa parte, se disfruta al máximo de cómo van adentrando al espectador en esa fábula ambivalente y entre las tres conforman un único cuerpo que funciona a la perfección. De esta manera, demuestran un trabajo en equipo exquisito, yendo de menos a más, llegando a su máximo culmen ante esta fantasía que ofrece la propia historia.

Cinematográficamente hipnótica

Uno de los motivos por los que Celso Giménez destaca en esta primera incursión en solitario la claridad con la que trabaja en su imaginario artístico. Así, formula un espectáculo absoluto en Las niñas zombi, ofreciendo una construcción cinematográfica, que expone una experiencia gratificante al unificar de una manera tan fluida dos lenguajes que suelen estar más diferenciados. Además, se une una construcción de la escenografía de gran calidad, tanto el espacio principal como el resto de la sala. No se puede negar que ha sabido confeccionar un universo estéticamente atractivo, que invade los estímulos visuales de los asistentes. También llama la atención como toda esta estrategia lo combina con la intimidad, lo sencillo, siendo ese su verdadero éxito el haber sabido crear puentes ante ello.

Otro de los puntos favorables es el uso del narrador de una manera efectiva, sugerente, permitiendo al autor formar parte de su obra sin necesidad de enfocarse en sí mismo. No solo sirve de introducción, sino que fabrica la unión de como lo individual se convierte en universal. Después, el diseño de iluminación trabaja y matiza en torno al espacio, siendo su mayor culmen en la que se podría determinar segunda parte. Ahí es donde se arranca a una muestra más compleja, sacando partido a este aspecto lumínico. Por último, el final, aunque podría no gustar a todo el mundo el componente que envuelve la sala, es el lazo perfecto para terminar de identificar el sello de identidad de su creador.

Conclusión

Las niñas zombi es una experiencia personal ante una problemática orientada siempre hacia un carácter más histórico. Gracias a ello, el espectador se envuelve en un relato lleno de intimidad, de sinceridad, de cercanía, que cautiva por la familiaridad que transmite. Junto a ello, un reparto que trabajan en sintonía, estableciendo una sinergia absoluta. Por otro lado, uno de los aspectos mejor valorados es la puesta en escena, con una construcción de grandes dimensiones que no pierde su identidad y logra una experiencia completa y muy atractiva. La herencia familiar de aquello que no se hablaba que combina magistralmente lo banal y sencillo con lo espectacular.

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