El pasado 7 de enero se estrenó Loba, de Juan Mairena, en Nave 73. Esta obra teatral es un auténtico homenaje a una de las figuras más inconfundibles del séptimo arte: Bette Davis. El dramaturgo y director regresa a esta pieza, donde se homenajea no solo a la diva de Hollywood, sino también realiza una reivindicación a su lucha y al significado de la pasión de ser actriz. Protagonizada por Mélida Molina y Carlos Troya, se representa todos los sábados y domingos de enero a las 19 horas en Nave 73.
Reparto: Mélida Molina (Bette Davis) Carlos Troya (Lukas Heller)
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Juan Mairena Dramaturgia: Juan Mairena Escenografía: Juan Sebastián Domínguez
Vestuario: Guadalupe Valero
Caracterización: Chema Noci
Iluminación: Bea Francos
Video creación: Luiscar Cuevas
Movimiento: Julia Monje
Ayudante de dirección: Pablo Martínez Bravo
Diseño gráfico: María La Cartelera Producción: La Caja Negra Teatro
Sinopsis de 'Loba'
Loba nos presenta a una mujer que irrumpe en el Hollywood Reporter para poner un anuncio: «Madre de tres hijos. Divorciada. Treinta años de experiencia como actriz de cine. Todavía con movilidad y más amable de lo que dicen los rumores. Busca empleo estable en Hollywood”. Quien la recibe no da crédito a sus ojos hasta que ella misma lo confirma: “Sí, soy yo, Bette Davis”.
Esta obra es un homenaje a todas las actrices que después de toda una vida luchando, llegadas a cierta edad, son relegadas a papeles secundarios y, muchas veces, al olvido. Y ella lo sabía mejor que nadie. (NAVE 73).
Y perdurará
Una de las leyendas más recordadas del mundo del cine es Bette Davis, declarada como una de las mejores actrices de la Historia del séptimo arte. Juan Mairena toma lo que podría ser una anécdota como un auténtico alegato sobre qué fue Davis, tanto en su vida profesional como personal. Así, en Loba dibuja un retrato donde se percibe desde el primer minuto el respeto y el gran homenaje que ofrece a la ganadora del Óscar. A partir de la publicación del famoso anuncio en el Hollywood Reporter, el libreto imagina la conversación entre la gran diva de Hollywood y el periodista que recogió sus palabras. Mediante los recuerdos y el debate activo de lo que es ser una estrella, se realiza un recorrido por su trayectoria profesional, ilustrándose multitud de anécdotas, vivencias... Un guion lleno de magia.
Además, no se limita únicamente a hacer un repaso por las películas más conocidas de Davis, sino que también la humaniza sin perder el aire de grandeza. Por lo cual, se conoce la angustia de haber sido una mujer que no se deja doblegar, unido a la concepción, que todavía perdura hoy, de la falta de trabajos para actrices a determinada edad. Ahí es donde se ve un relato bien hilado, donde se exploran matices que van más allá de la temática principal. Asimismo, hay cierto contraste y frescura con una recreación imaginaria de lo que podría haber sido Lukas Heller, el que más tarde será el guionista de “¿Qué fue de Baby Jane?”. En la figura de Heller se presenta el reflejo de lo que la sociedad imagina de las grandes figuras, la esperanza del “sueño americano”. Por tanto, goza de un equilibrio máxime, con una calidad increíble.
La dama toca a la puerta
Ponerse en la piel de Bette Davis no es nada fácil, dado que ser la Loba es un reto de lo más complicado, en especial, por su iconocidad. Por ello, hay que aplaudir a máximo nivel el excelente trabajo que realiza Mélida Molina, de principio a fin. La intérprete no solo ha logrado obtener un parecido más que verosímil de Davis, sino que se mimetiza en la forma en la que se transforma en ella. Revive en sus gestos, en su forma de expresarse, en su mirada. Una labor muy compleja que permite que Davis esté en esencia y se pasee por el escenario. Por tanto, destacar el minucioso trabajo dramático, desde pequeños detalles, como los ojos, hasta más grandilocuentes, como el carácter endiosado proveniente del Olimpo del Hollywood de antes. Se puede decir, sin miedo a caer en el equívoco, que podría convertirse en una de las interpretaciones del año.
Después, junto a Molina, Carlos Troya se convierte en el partenaire y en el encargado de dar vida a Lukas Heller. Uno de los retos a abordar en su trabajo artístico es lograr llamar la atención del espectador a pesar del magnetismo y atractivo que surge de la interpretación de Molina. En gran parte lo consigue, dado que se transforma en un auténtico acompañante, siendo el perfecto complemento a su compañera y sabiendo sacar partido a su labor en escena. Por ende, se agradece que haya esa compenetración entre ambos, con una fluidez que consolida fervientemente el resultado dramático. Asimismo, presenta en algunos momentos una ternura chulesca, que otorga distintos prismas a su personaje. Únicamente, durante las escenas en las que relata acontecimientos como una especie de narrador omnisciente, en parte por lo difícil de encajarlo, no logra el mismo efecto orgánico.
El fragor de Hollywood
Juan Sebastián Domínguez ha logrado una escenografía que transporta al público a ese Hollywood de oro, a la pomposidad de la que era considerada la Meca del Cine. Por tanto, Loba eleva su nivel por una construcción artística muy bien diseñada, así como una combinación de colores y estilos que convergen de una manera satisfactoria. Asimismo, hay que agradecer la confección del vestuario en sendos personajes, poniendo especial atención en Bette Davis, recreándose en un estilo que encaja a la perfección con el imaginario que se tiene en torno a ella. Por otro lado, la caracterización obtiene un resultado evocador, marcando la diferencia entre el homenaje y la imitación. Sobre el uso del audiovisual, efectivo, sabe contextualizar con fragmentos precisos, aunque no luce todo lo que se quisiera, quedándose en alguna ocasión relegado a un pequeño detalle. Aun así, se agradece que esté y es una buena elección mantenerlo.
El diseño de iluminación se mueve en esa sensación de vuelta al paso, de leyenda, que se combina con cierto aire onírico. Incluso, se une el humo, un recurso que aparentemente es difícil de encajar, pero dado la simbología y al ser una de las imágenes más icónicas de Davis, termina de ponerle la guinda a la propuesta visual. Por otra parte, el ritmo de la pieza es dinámico, en ningún momento hay sensación de ralentizarse, ni haber puntos muertos, sino que lleva una planificación excelsa. Gracias a ello, se convierten en 90 minutos que, como un vals bien bailado, mantiene al público totalmente dentro de la historia. Una obra que está a la altura del legado de Bette Davis, que desprende auténtico amor por su figura y por lo que representa. Una oda al cine, a las actrices y a la pasión.
Conclusión
Loba es pura calidad, una ofrenda teatral a la figura de Bette Davis, que logra su máximo nivel al abordarlo desde el matiz y el detalle. Por tanto, goza de un libreto exquisito, elegante, que sabe hilar las ideas en las que desea ahondar sin olvidarse de realizar un retrato verosímil de la diva de Hollywood. Asimismo, una impoluta Mélida Molina, revive a Davis de principio a fin. Junto a ella, un estupendo Carlos Troya. Por otra parte, la puesta en escena es una maravilla, un cuidado visual y estético que acaba por encumbrar el resultado global de la pieza. La veneración del séptimo arte se sublima en una carta de amor a Bette Davis y lo que representa en una obra magnífica.
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