Producida por ARM, Los chicos del coro, el musical presenta su última temporada en el Teatro La Latina. Desde su estreno en 2022, esta obra se ha mantenido en cartel, y por tercer año consecutivo, continúa llenando la sala desde octubre de este año. Bajo la dirección de Juan Luis Iborra, Manu Rodríguez, Chus Herranz, Jorge Lucas y 15 niños dan vida a un espectáculo cargado de emociones y momentos divertidos. Una apuesta arriesgada que no te puedes perder. Se representa en el Teatro La Latina de Madrid.
Título: Los chicos del coro, el musical Título original: Les Choristes
Reparto: Manu Rodríguez (Clément Mathieu) Chus Herranz (Violette) Rafa Castejón (Rachin) Eva Diago (Profesora Langlois) Xisco González (Maxence) Iván Clemente (Pascal Mondain) Dulcinea Juarez (Swing) Jorge Lucas (Cover Rachin)
Reparto infantil: Gonzalo Pinillos
Gonzalo Alba
Diego Torner Víctor Toledo
Mateo Gordo
Daniel Sierra Gael Martín
Martín Jeanmaire
David Calvo Jeriel Figueroa
Iago Salas
Ethan Torregrosa Nayden Rodríguez
Álvaro de Paz
Bea Temes Alberto Zorrilla
Gabriel Flores
Abril Aguirre Marta del Mar
Lucía Gutiérrez
Sandra Martínez
Duración: 125 min. apróx. Dirección de escena: Juan Luis Iborra Versión y adaptación: Pedro Víllora Texto: Christophe Barratier y Philippe Lopes Curval
Música: Bruno Coulais y Christophe Barratier
Letras de canciones: Christophe Barratier y Philippe Lopes Curval Director musical: Rodrigo Álvarez Auxiliar de escena: Bea Temes
Diseño de escenografía: David Pizarro
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Sonido: Javier G. Isequilla
Arreglos música: Rodrigo Álvarez y Nicolás Martín Vizcaíno
Producción ejecutiva: Rafa Coto
Dirección de casting y producción: Beatriz Giraldo
Director de producción: Víctor Aranda
Distribución: Pentación Espectáculos Profesores de Canto: Claudia Corral, Marga Mateu y Rodrigo Álvarez Profesora de Movimiento: Xenia Sevillano Producción: AMR Produce
Tráiler de 'Los chicos del coro, el musical'
Sinopsis de 'Los chicos del coro, el musical'
En 1949, el profesor sustituto Clement Mathieu llega al internado “Fondo del estanque”, donde el director Rachin ha impuesto un régimen severo y riguroso sin lugar para la música. Mathieu, antiguo compositor sin suerte, se salta las normas para descubrir la belleza del mundo a unos jóvenes educados bajo la aspereza de la Segunda Guerra Mundial. Con este planteamiento, inspirado en su propia infancia y en un viejo clásico del cine francés, Christophe Barratier creó una de las películas verdaderamente inolvidables de los inicios del siglo XXI, enaltecida por la sublime música de Bruno Coulais.
Los chicos del coro, el musical no es solo la adaptación de un filme que todos amamos. Es, al mismo tiempo, una apuesta por hablar de la necesidad de la música, del arte, para el crecimiento personal. Como decían los antiguos filósofos y pensadores, no es solo que la música amanse a las fieras (en este caso, a unos niños más revoltosos que feroces), sino que el arte es aquello que nos hace auténticamente humanos. Sin la sensibilidad, sin la delicadeza, sin los matices que iluminan el alma y la personalidad, no seríamos libres ni mucho menos llegaríamos a conocer cómo son por dentro los demás. (TEATRO LA LATINA).
La música como salvación
Francia, 1949. Clement Mathieu (Manu Rodriguez), un profesor que se califica así mismo como un músico frustrado llama a la puerta del internado “Fondo del estanque”. El país salía de la segunda guerra mundial y Francia vivía las secuelas de un conflicto devastador. Miles de hombres murieron en batalla y por consiguiente miles de niños se quedaron huérfanos.
Clement, tiene una peculiar forma de educar a los niños, no es como los métodos disciplinarios de la época, como el castigo físico y la humillación, representados por el director del internado, Rachin (Jorge Lucas), quien aplica una rígida política de "acción-reacción", sino con amor, palabras, pedagogía y música.
Este choque entre los personajes genera tensión y da profundidad a la historia. Lucas logra que detestes al director, lo que demuestra lo bien que interpreta a alguien tan rígido. Por otro lado, Rodríguez transmite una serenidad que hace que te encariñes con su personaje desde el primer momento.
La música no solo transforma a los niños, sino que también se convierte en el corazón de la obra. Las canciones calman la rabia de los pequeños y llenan de esperanza el internado, mientras el público se deja llevar por la emoción desde el primer compás. Es un musical que combina dureza y sensibilidad, mostrando cómo el arte puede ser un refugio incluso en los momentos más difíciles.
Los números musicales
Una de las cosas que más me sorprendió fue la variedad de estilos musicales que ofrece el espectáculo. Sí, obviamente esperábamos las canciones corales de los niños, pero de repente nos encontramos con sorpresas: Rachin canta un tango cargado de intensidad, hay piezas que nos recuerdan al pop actual e incluso un aria que claramente homenajea a “La Reina de la Noche” de La flauta mágica.
De entre todos estos momentos, quiero destacar dos actuaciones. La primera, Eva Diago como la profesora Langlois. Su interpretación es espectacular: no solo tiene una técnica vocal impecable que literalmente te pone en pie en un momento donde el ritmo de la obra parecía flaquear, sino que además su personaje tiene un carisma increíble. Su peinado, al más puro estilo punk glam de Hedwig and the Angry Inch, es un guiño atrevido que encaja perfectamente. Me parece un acierto total haber incluido a este personaje en la adaptación musical, ya que no aparece en la película original. Langlois es, básicamente, lo que todos pensamos mientras vemos la obra: es la voz del espectador dentro de la historia. Diago, sin duda, fue mi favorita. Cada uno de sus chistes aterrizaba en el momento justo. Maravillosa.
El otro número que quiero resaltar es el de Iván Clemente como Pascal Mondain. Es impresionante cómo maneja su personaje: cada gesto, cada nota está cargada de intención. Definitivamente, Clemente es una promesa del teatro musical en España, y esta actuación lo confirma. Su número es intenso, desgarrador y absolutamente memorable.
¿Y el coro?
Hay algo que esperaba con ganas y no ocurrió. Para llamarse Los chicos del coro, me sorprendió la cantidad de canciones para solistas. Había hasta 15 niños en escena, ¡hazlos cantar! Aunque fuera para añadir apoyo vocal, más coro habría sido clave para justificar el título del musical.
La canción que todos conocemos y que se llevó la candidatura a los Óscar en 2005, Vois sur ton chemin, aparece de forma instrumental desde el principio, pero solo de forma coral en el último cuadro.
Además, eché de menos ese momento que en los musicales suele ser el "final del primer acto": un gran número coral que concentre toda la fuerza y el conflicto de la historia. Aquí faltó ese golpe de energía coral que eleva la trama. Quizás un poco más de cohesión grupal habría tenido más impacto. Pero es obviamente algo que le tengo que reclamar a Bruno Coulais y Christophe Barratier como texto y música, porque la adaptación al Castellano, me parece bastante acertada.
El internado
Había visto fotos y los sigo en Instagram, pero verlo en vivo es otra experiencia. Pizarro Studio, con el diseño de David Pizarro y el atrezzo de Rober de Arte, realmente se llevan el mérito de ser unos de los mejores escenógrafos que una obra de teatro en España puede tener. Las paredes, las distintas estancias, los interiores y exteriores, junto con los paneles móviles, crean un espacio totalmente dinámico. Los cambios de escenografía son tan rápidos y sutiles que nunca rompen el ritmo de la obra. Es un verdadero placer ver una escenografía que, a pesar de llevar más de tres años y más de 250,000 espectadores, sigue viéndose como nueva. ¡Un trabajo fantástico!
En conclusión
No os voy a mentir, lloré. Lloré, y no fui el único. Mi novio también lo hizo, al igual que la señora que tenía al lado y el señor que estaba enfrente de mí. Al final de la obra, Clement Mathieu lloró, y todos lo hicimos con él.
Me emocioné mucho. Todos los personajes tienen una transición muy bonita; hay un claro crecimiento en ellos a lo largo de la obra. Me encanta la idea de incluir mujeres y niñas en el musical, algo que no aparecía en la película original. La frase de la profesora Langlois, “Siglos de burguesía han hecho de nosotras (las mujeres) grandes artistas”, debería ser impresa en camisetas y venderse en la puerta del teatro.
Me gusta cómo la obra aborda el feminismo, mostrando cómo a las mujeres no se les permitía expresar rabia ni comportarse mal, aunque hubieran pasado por situaciones difíciles. En cambio, a los niños se les permitían rabietas y comportamientos traviesos, justificando su actitud con el sufrimiento vivido durante la guerra. Pero, ¿y las niñas? ¿No merecen ellas también tener rabia?
Volvería a verla, y probablemente me volvería a emocionar. Soy un verdadero fan del género musical, y esta obra, que no sé por qué, no esperaba gran cosa de ella, ha superado todas mis expectativas (y ojo, no son bajas).