"Los santos inocentes": Vuela alto

Los santos inocentes, obra basada en la novela homónima de Miguel Delibes, se nos presenta como un espejo en el que mirarnos. Como sociedad. Como individuos. Y como todos los espejos, nos devuelve el reflejo de nuestro pasado para que podamos explicar nuestro presente. La imagen a la que nos enfrenta es cruda, bella, salvaje…pero sobre todo profundamente humana… (GG DISTRIBUCIÓN). 

La lucha de poder

Miguel Delibes llega en versión teatral con la obra de Los santos inocentes, de mano de Fernando Marías y Javier Hernández-Simón, quien recupera este clásico, muy reconocido también por el film de 1984 de Mario Camus. Nuevamente, se pone sobre las tablas la ardua lucha de clases, afectadas por el poder, el clasismo y la injusticia social. Sin embargo, este libreto no solamente expone esta problemática, sino que continúa con los diversos enfoques - que ya se podían extraer de la novela - que dan mayor profundidad al relato, como la educación, el dinero, las aspiraciones, las diferencias culturales, el dolor o el apego. Gracias a ello, el espectador queda encandilado ante una historia que emana realidad, crudeza, sobre todo teniendo en cuenta el contexto sobre el que sucede la acción. Hay varias escenas que son una bofetada, directa, sin florituras, que exponen una realidad cristalina.

El estilo del texto lleva a esa catástrofe anunciada, que se enriquece por las distintas líneas de acción que ofrece. Por ello, es tan importante el cuidado que hay de los personajes secundarios, los cuales no están por gusto. De esta forma, se establece una base sólida, que va encajando cada pieza. Luego, el vocabulario y el tono utilizado lleva a esa España de antaño, pero donde también se ve una riqueza en el léxico que da un tono distinto al espectáculo. En este sentido, se ve el sello de identidad de Delibes, siendo una muestra de la excelente adaptación que se ha llevado a cabo. Además, se ha sabido adaptar al lenguaje teatral de una forma efectiva y completa. Da gusto ver el cuidado que se prestan a los clásicos cuando se realizan de esta forma.

Un reparto compacto

Uno de los puntos más fuertes de la obra de Los santos inocentes es su elenco actoral, donde se ve un trabajo en conjunto óptimo y en el que todos reman hacia la misma dirección. En primer lugar, Javier Gutiérrez está increíble, un naturalismo intrínseco que aporta rigurosidad, verdad y una emoción totalmente descarnada. Sin duda, lidera con contundencia y personalidad. Junto a él, un espléndido Luis Bermejo, con una transformación en su totalidad, dando uno de los trabajos más llamativos. En todo momento cuida gestualidad, voz, expresión, es un torrente que deambula por todo el espacio teatral, Brilla absolutamente, un duende muy especial. Después, Pepa Pedroche interpreta con una sinceridad, que hace que su personaje cause una empatía y una ternura, aderezándose con ese aire maternal que encumbra su trabajo.

Fernando Huesca desarrolla una actuación que sirve de soporte ante el resto de personajes, siendo su momento cumbre aquellos que comparte con Raquel Varela. Por ello, no solamente es generoso con sus compañeros, sino que logra enseñar su visión del personaje, otorgándole matices que le dan cercanía. Luego, Yune Nogueiras logra dar a su juventud la suficiente firmeza y calidad para mostrarse verosímil en todo momento. Tiene escenas realmente angustiosas, las cuales abate con profesionalidad. Por otra parte, Marta Gómez se desmembra en dos facciones totalmente opuestas, exponiendo sus capacidades y perfiles que alimentan su resultado en este espectáculo. También hay que aplaudir a José Fernández y Jacobo Dicenta, ambos están muy atinados en sendos papeles, exprimiéndolos al máximo y manteniendo su foco en momentos oportunos. Por último, Raquel Varela cumple, pero no se ve cómoda, está algo impostada.

Una metáfora visual

Desde el primer contacto con Los santos inocentes, se puede ver un diseño muy bien escogido, donde se mezclan la crudeza, la oscuridad, frente a la ingenuidad, a lo intocable, una metáfora en sí misma de la corrupción de las vivencias, de las personas. Además, se promueve el leitmotiv de las aves, que ya acompaña al diseño original del cartel. Una simbología muy bien cuidada, que explora la importancia del pequeño detalle. Luego, se valora la disposición y el movimiento por el espacio teatral, manteniendo el significado de las puertas en consonancia con lo que desea transmitir. Por ello, que entren algunos personajes por una y otros por otra, es una excelente decisión artística. Después, el diseño de iluminación se ajusta a la demanda de la pieza, encajando y subrayando aquellos momentos más tensos.

El espacio sonoro, así como la propia música que acompaña a la acción, plasma una creación que desea otorgar un acabado elevado, de calidad, pero sin florituras ni aspavientos. Por ello, se aplaude la decisión de hacer un despliegue sobrio a la par que sorprendente. Sobre el vestuario, cabe decir que es una exquisitez, los diseños muy apropiados, pero, además, se agradece que haya cambios en algunos de los personajes, dando mayor juego visual. Por otra parte, el ritmo del montaje es el apropiado, ni muy rápido ni muy lento, un deleite que se toma el tiempo pertinente y deambula de forma que el público pasea mano a mano con el espectáculo. En resumen, una obra redonda, muy completa en su despliegue técnico y artístico, que la encauzan como una de las mejores propuestas de la temporada.

Conclusión

Los santos inocentes es uno de los títulos imprescindibles de esta temporada, con un resultado magnífico, encumbrándola a lo más alto. Por ello, se valora una adaptación a la altura, donde se respira Delibes, ofreciendo una experiencia exquisita a nivel narrativo. Después, se engalana con un reparto muy completo, que transmite esa unión y en la que hay grandes interpretaciones. También se valora una propuesta escénica atractiva, sobria, muy expresiva y con un uso de la simbología pertinente. Una delicia teatral, un clásico que sigue triunfando, una obra para no dejar pasar.

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