Nuria Giménez se estrena en el largometraje con My Mexican Bretzel, la cual ha obtenido una recepción muy positiva por parte de la crítica especializada. Ha sido premiada en varios certámenes nacionales e internacionales, como en el Festival Internacional de Cine de Gijón, donde se llevó tres premios, incluido a mejor película. También se alzó con el Premio Found Footage en el Festival de Rotterdam y el Premio del Público en el D'A Film Festival. Llega a los cines este 11 de diciembre de 2020.
Título: My Mexican Bretzel Título original: My Mexican Bretzel
Reparto: Ilse G. Ringier (Vivian Barret) Frank A. Lorang (León Barret)
Año: 2020 Duración: 73 min País: España Dirección: Nuria Giménez Guion: Nuria Giménez Fotografía: Frank A. Lorang e Ilse G. Ringier Género: Documental Distribución: Avalon
My Mexican Bretzelnos introduce en el diario íntimo de una mujer de clase acomodada ilustrado por las filmaciones caseras de su marido, un rico industrial, entre los años 40 y 60 del siglo pasado. La película es también un melodrama clásico a lo Douglas Sirk o Todd Haynes, con los sentimientos a flor de piel. Un viaje en volandas a través de la vieja Europa. Un ensueño romántico.
"La mentira es solo otra forma de contar la verdad. Debajo de todos los fragmentos subyace un mismo flujo. Lo esencial ni se dice ni se ve. Se busca, pero nos encuentra. ¿Qué es la realidad sino una reconstrucción continua e infinita? La voluntad de creer es la mano del hombre que cuelga del precipicio y que se agarra a la única piedra que parece que puede salvarle. Sin embargo, siempre acaba cayendo". (Paravadin Kanvar Kharjappali). (AVALON).
El debut cinematográfico de la realizadora Nuria Giménez, con My Mexican Bretzel, llega como un relato que emana una historia de vida muy personal. A través de las palabras del personaje de Vivian Barret, se van exponiendo las formas de vida de una mujer de clase acomodada, la cual expresa sin vergüenza sus pensamientos más profundos. Así se van dibujando esa pasión y preguntas por la vida, que se aleja de un romanticismo exacerbado, para dar rienda suelta a la reflexión sobre las relaciones personales, la propia concepción de uno mismo y la facultad para intentar desvelar unas incógnitas que no siempre encuentran respuestas. Gracias a esa sensibilidad tan íntima, Giménez hace un homenaje a esas vivencias que podrían ser perfectamente unas memorias de un allegado. Así se muestra el poder de la palabra, acomodado a unas imágenes que envuelven en esa atmósfera.
Por otro lado, la tensión que se respira ante la aparente felicidad, que se empaña por los secretos que se van desvelando. Aun así, Giménez se aleja de la crítica implícita, ya que sus personajes gozan de unos matices profundos e inteligentes, no hay una búsqueda de exponer buenos y malos, o lo que es moral o no. Por lo que, habla desde la emoción y el sentimiento, ese desasosiego que es el propio interrogante de la vida. También hay que apreciar que la realizadora no deja todo ante la fantasía vital, sino que da pinceladas de sucesos que realmente sucedieron como tal, como el grave accidente en Le Mans, o los bombardeos de guerra. Uniendo todas las piezas, consigue un relato lleno de humanidad, verdad y con una sensibilidad exquisita.
Los recuerdos banales que obtienen sentido
Sería complicado hablar de las dotes interpretativas de Ilse G. Ringier y Frank A. Lorang, ya que ambos no se encontraban actuando. Por lo cual, es momento de analizar los personajes que intervienen en My Mexican Bretzel. Para comenzar, la personalidad de Vivian Barret evoluciona de una manera fascinante. Al principio se muestra esa ingenuidad y luminosidad, que se acentúan con los cambios que se producen con su marido. Pero no tarda en evolucionar hacia un laberinto de emociones, donde va aprendiendo de lo que vive, al mismo tiempo que se deja invadir por aquello que no tiene explicación. En esos momentos, es donde el espectador puede llegar a sentirse identificado, planteando una visión en la que invita a compartir esas emociones tan personales, que llegan directas al recuerdo y al corazón.
Por otro lado, la figura de León Barret se mueve en ese ambiente más trágico, rodeado de un trauma, que hace que no se desvele con la misma pasión que el de Vivian. De igual manera, al estar contado desde el prisma de Vivian, no se puede entrar en los pensamientos de él. Sin embargo, ello no quita que sea una pieza fundamental en la historia, ya que es el principal vehículo y acompañante de las peripecias que surgen en la vida de Vivian. Asimismo, se ve también esa visión del placebo vital, que se transfiere a otras partes que se van exponiendo en el film. Luego, Olivia y Leo son personajes que, realmente, no toman parte de la escena como tal, pero son imprescindibles para terminar ese elixir y puntos álgidos de ruptura con la cotidianidad y explorar horizontes distintos.
Un documental ficcionado, o una ficción documental
En tiempos donde se ha experimentado con los géneros de todas las formas, no siempre es fácil encontrar una innovación y llamar la atención con ella. No obstante, Nuria Giménez lo consigue con My Mexican Bretzel al mezclar el concepto de documental con la propia ficción, pero eliminado las barreras entre ellas. Desde el principio de la película se puede ver cómo el camino de lo ficcionado puede ser una buena estrategia para hablar de la realidad del momento. Sin embargo, el gran poder se halla en el montaje de las imágenes, las cuáles tienen una calidad histórica espectacular. Al ser esa parte de verdad, de quedar plasmado para la posteridad, le da una verosimilitud y rigor impresionantes. Por lo que, incluso aunque se sepa que no es una historia real al uso, adquiere tanta verdad en la conjunción entre palabra e imagen que se da una sinergia cautivadora.
El trabajo de ir captando aquellas imágenes que mejor se adecúen a lo que se está hablando, hace que se vea en todo el momento el trabajo que hay detrás. A primera vista, puede parecer un proyecto sencillo, de nicho, pero pronto se expande a una oda a la nostalgia y a la escucha de las historias del ayer. Al mismo tiempo, se aprovecha el efecto del metraje encontrado, aunque muy distinto a lo que se ve habitualmente en este subgénero. En esta ocasión, es como abrir una vieja caja en la que se descubren los secretos del pasado. Hay apenas un montaje de sonido, lo que hace que el relato sea crudo y solo se apoye en lo visual. Por lo tanto, puede costar a una parte de los espectadores entrar dentro de la historia al principio, pero, luego, una vez asimilado, lo disfrutan totalmente.
Conclusión
My Mexican Bretzel es un documental ficcionado que adquiere un gran significado por el poder de las imágenes y la buena ejecución de una historia que habla desde la verdad, la desnudez íntima y las reflexiones vitales. De igual manera, expone los claroscuros de sus personajes, que culminan en varios momentos en los que se hacen patentes sus contradicciones personales. Por lo cual, Nuria Giménez dota de humanidad y sensibilidad a su proyecto en todo momento. El montaje visual es espléndido, que suple la falta mayoritaria de sonido. Habrá espectadores que les cueste más entrar, pero una vez lo hagan, se dejarán cautivar. Los recuerdos de una vida que ascienden a una introspección personal atrayente.
Reportaje de My Mexican Bretzel en Días de Cine TVE