Del 8 de noviembre al 22 de diciembre de 2024, el Teatro María Guerrero acoge la adaptación teatral de Nada, la novela de Carmen Laforet que marcó un hito en la literatura de posguerra española. Con dirección de Beatriz Jaén y adaptación de Joan Yago, esta producción cuenta con un elenco encabezado por Júlia Roch como Andrea, junto a Carmen Barrantes (Angustias) y Peter Vives (Román), entre otros. La escenografía es obra de Pablo Menor Palomo, mientras que Luis Miguel Cobo firma el espacio sonoro. Esta versión traslada a las tablas la atmósfera densa y oscura de la obra original, a la vez que añade nuevas capas interpretativas.
Reparto: Carmen Barrantes (Angustias)
Jordan Blasco (Iturdiaga /Jaime)
Pau Escobar (Pons)
Laura Ferrer (Gloria)
Manuel Minaya (Juan)
Amparo Pamplona (Abuela)
Júlia Roch (Andrea)
Julia Rubio (Ena)
Andrea Soto (Antonia / Madre de Ena)
Peter Vives (Román).
Duración: 180 min. aprox. Dirección: Beatriz Jaén Adaptación: Joan Yago Autoría original: Carmen Laforet
Escenografía: Pablo Menor Palomo
Iluminación: Enrique Chueca
Vestuario: Laura Cosar
Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo
Vídeo: Margo García
Coreografía: Natalia Fernandes
Ayudante de dirección: Romeo Urbano
Ayudante de escenografía: Alberto González Araujo
Ayte. de iluminación: Andrea Burgos
Ayudante de vestuario: Sara Lamadrid
Diseño de cartel: Emilio Lorente
Fotografía y tráiler: Bárbara Sánchez Palomero
Realización de escenografía: READEST
Sombrerera plumista: Henar Iglesias
Moda técnica: Marucha G. Mateos
Confección: Raquel Bermúdez Producción: Centro Dramático Nacional
Tráiler de 'Nada'
Sinopsis de 'Nada'
Nadase ambienta en Barcelona, septiembre de 1939. Después de la guerra civil española muchísimas familias se ven condenadas a una destrucción moral y física devastadoras. Cuando Andrea llega a la casa familiar de la calle Aribau para estudiar su primer año de universidad ya nada se parece al ambiente cálido y alegre que ella conoció de pequeña. Ahora se da cuenta de que sus tíos Román y Juan, su tía Angustias, Gloria, la abuela y Antonia viven inmersos en un ambiente de tensión permanente y atmósfera irrespirable. La familia ha perdido su propio relato. Después de la guerra ningún relato coincide. Ningún relato repara. Ninguno salva. Sobre el escenario, un ambiente endiablado de muebles y personas; y un latir de sueños rotos, súplicas desesperadas y deseos inconfesables.
Y en mitad de este panorama, ¿cómo una joven de dieciocho años mantiene a salvo su propio relato, el que está por venir? ¿Cómo puede proteger sus sueños y vivir plenamente? Esta es la lucha vital de Andrea, una lucha interior que se convirtió en un grito generacional, cuando en 1944, y con tan solo 23 años, Carmen Laforet gana el primer premio Nadal y sorprende a todo el panorama literario del momento con esta inmensa novela que es de una belleza y una crudeza desgarradoras.
Andrea representa ese grito generacional de dolor y esperanza, de angustia y deseo, de los nacidos en los primeros años veinte; y que es también el grito de Carmen Laforet (Barcelona, 1921). Una generación que rondaba los veinte justo después de la guerra y que, a partir de 1939, tiene que superar la angustia existencial de gran parte de un país que con la guerra lo ha perdido todo, incluso las ganas de seguir viviendo. Y para alzar la voz como la alza Andrea, se vuelven fundamentales los amigos de la universidad, y muy en especial, Ena.
Ahí está la clave de esta historia: Andrea y Ena. Dos mujeres, dos almas unidas para siempre por el amor y la amistad. La amistad entre mujeres, toda una revolución vital, que como decía la propia Carmen Laforet, eleva la capacidad de alegría y creación. (CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL).
Foto de Bárbara Sánchez Palomero
Contexto y referencias de la novela primogénita
Publicada en 1944, Nada es narrada en primera persona por Andrea, una joven que se traslada a Barcelona tras la Guerra Civil para estudiar en la universidad. La ciudad, lejos de ofrecerle el nuevo comienzo que esperaba, se convierte en un escenario de desencanto. En la casa familiar de la calle Aribau, Andrea se enfrenta a la degradación moral y emocional de su entorno: el autoritarismo de la tía Angustias, la violencia de Juan, la resignación de Gloria, y la ambigüedad perturbadora de Román.
La novela refleja no solo el caos de una familia desintegrada, sino también la lucha interna de Andrea por mantener su independencia y forjar un camino propio en un contexto opresivo. Esta adaptación teatral retoma las tensiones y atmósferas originales, destacando además la relación entre Andrea y Ena, su amiga y confidente, como un espacio de resistencia ante la desolación.
Foto de Bárbara Sánchez Palomero
Escenografía: un espacio cargado de significado
La escenografía diseñada por Pablo Menor Palomo logra encapsular la decadencia de la Barcelona de la posguerra en un único espacio narrativo abarrotado de muebles gastados. Estos elementos no solo recrean un entorno físico, sino que también transmiten la tensión emocional y la inseguridad que define la casa familiar. Destacan recursos como la separación de espacios, con la habitación de Román situada en un nivel elevado, o el hueco en la pared que más tarde ocupa un coche antiguo, creando un diálogo constante entre lo físico y lo simbólico.
Este diseño obliga a los intérpretes a asumir un mayor protagonismo en la conducción de la narrativa, ya que no hay cambios significativos en el espacio para guiar al espectador. Aunque este enfoque exige más de los actores, la cohesión entre escenografía e interpretación consigue dar forma a un ambiente opresivo que potencia las tensiones de la obra.
Júlia Roch: una Andrea precisa
Nuestra actriz protagonista, Júlia Roch, destaca en el papel de Andrea, ofreciendo una interpretación que equilibra fragilidad y determinación. Su trabajo transmite con claridad el viaje emocional del personaje, desde la ingenuidad inicial hasta el proceso de afirmación personal que atraviesa a lo largo de la historia. Cabe destacar cómo logra alzar su voz por encima de los momentos narrativos de murmullos secundarios, un reto que enfrenta con precisión y sensibilidad, evocando a la perfección la enajenación de la protagonista que la novela refleja constantemente. Roch no solo articula bien las complejidades de Andrea, sino que también consigue conectar con los distintos matices de los conflictos familiares y personales que estructuran la trama.
Foto de Bárbara Sánchez Palomero
Conclusión
Aunque esta adaptación de Nada es rica en matices y mantiene la esencia de la novela, su duración, cercana a las tres horas, invita a reflexionar sobre el impacto de los tiempos extendidos en el teatro contemporáneo. Algunas escenas podrían haber sido más concisas sin comprometer la densidad emocional de la obra. Pese a ello, la adaptación logra sostenerse con solidez y profundidad.
En el transcurso de los acontecimientos se hace evidente que tanto Joan Yago como Beatriz Jaén han incorporado sus interpretaciones al material original. La relación entre Andrea y Ena, por ejemplo, se presenta con menor ambigüedad que en el texto de Laforet. Mientras, las dinámicas de poder y el misterio en torno a Román adquieren un sentido algo distinto.
Un aspecto que merece especial mención es el uso de la música en directo, en particular el acompañamiento a guitarra del final del último acto. Frente a ese sosiego, tendríamos la tensión de escenas previas. Es cierto que no todas las emociones reflejadas en la obra son agradables, ni mucho menos, llegando incluso a perturbar físicamente a los de las butacas. Nada se presenta, así, como una propuesta que no busca apaciguar, sino remover, y en ese sentido cumple con creces.