Estreno el 7 de febrero de 2025 en salas de cine españolas de No hay amor perdido (La Fille de son père), de Erwan Le Duc, tras su singular y sorprendente ópera prima, Perdrix, con la que se dio a conocer en la Quincena de Cineastas del Festival de Cannes de 2019. Seleccionada como película de clausura de la 62ª edición de la Semana de la Crítica de Cannes y nominada al Premio César a Mejor actriz revelación para Céleste Brunnquell, se trata de un emotivo drama social y sentimental con tintes de comedia sobre la relación de un padre y una hija en plena encrucijada tras el abandono de la infancia y del nido familiar por parte de la joven.
Crítica de 'No hay amor perdido'
Resumen
Ficha Técnica
Título: No hay amor perdido
Título original: La Fille de son père / No Love Lost
Reparto:
Nahuel Pérez Biscayart (Etienne Gravier)
Céleste Brunnquell (Rosa Gravier)
Maud Wyler (Hélène)
Mohammed Louridi (Youssef Horlaville)
Mercedes Dassy (Valérie)
Camille Rutherford (Olive)
Alexandre Steiger (Joël)
Nicolas Chupin (Alex, el agente inmobiliario)
Philippe Quesne (El padre de Etienne)
Charlotte Léo (La madre de Etienne)
Jane Moraël (Rosa con 7 años)
Nina Moraël (Rosa con 5 años)
Leia Joly (Rosa con 3 años)
Año: 2023
Duración: 91 min.
País: Francia
Director: Erwan Le Duc
Guion: Erwan Le Duc
Fotografía: Alexis Kavyrchine
Música: Julie Roué
Género: Drama. Comedia
Distribuidor: VerCine
Tráiler de 'No hay amor perdido'
Sinopsis
Étienne tiene apenas veinte años cuando se enamora de Valérie. Apenas un poco más tarde, nace su hija Rosa. Y luego, un día, Valérie se va y nunca regresa. Él decide no hacer un drama de ello y construye una vida feliz para él y su hija. Dieciséis años después, cuando Rosa está a punto de comenzar su propia vida, Étienne reconoce a su esposa en un reportaje de televisión. El pasado resurge de forma brutal, y padre e hija se ven arrastrados a un último caótico viaje familiar. (VerCine)
Dónde se puede ver la película en streaming
Una vida construida sobre una ausencia
La historia sigue a Etienne, un joven que se convierte en padre a una edad temprana y debe criar solo a su hija Rosa tras el abandono de su pareja, Valérie. Durante dieciséis años, padre e hija han construido una vida feliz y estable juntos, pero todo cambia cuando Rosa se marcha a estudiar y Etienne la ve en televisión.
El pasado, que parecía enterrado, resurge de manera inesperada, llevando a Etienne y Rosa a enfrentarse a una verdad que habían dejado atrás. Lo que sigue es un viaje emocional y físico en el que padre e hija intentan comprender su historia, reconstruir lo perdido y, quizás, cerrar las heridas que nunca reconocieron.
El guion de No hay amor perdido maneja con delicadeza la relación entre Etienne y Rosa, mostrando su complicidad y la dificultad de aceptar que deben seguir adelante sin depender el uno del otro. La reaparición de Valérie es un catalizador para el cambio, pero la película no se centra en el drama del abandono, sino en cómo los personajes deciden enfrentar el futuro a partir de él.
Una narración emotiva con un toque de frescura
Erwan Le Duc adopta un estilo cercano y naturalista, apostando por una dirección que prioriza la conexión entre los personajes y la espontaneidad de sus interacciones. No hay amor perdido fluye con un ritmo pausado pero dinámico, permitiendo que los momentos emocionales se desarrollen sin artificios y dejando espacio para un humor sutil que aligera el drama.
El director evita el melodrama y construye una historia donde la melancolía convive con la esperanza. La fotografía, con tonos cálidos y encuadres que resaltan la intimidad de los personajes, refuerza la sensación de que estamos observando momentos reales de sus vidas.
Una química natural que sostiene la historia
Nahuel Pérez Biscayart brilla en su interpretación de Etienne, un personaje que ha aprendido a sobrellevar la vida con ligereza, pero que esconde una vulnerabilidad latente. Su actuación transmite tanto la ternura de un padre entregado como la confusión de un hombre que debe redefinir su propia identidad.
Céleste Brunnquell, en el papel de Rosa, aporta frescura y autenticidad al personaje. Su relación con su padre es el corazón de la película, y su interpretación equilibra la rebeldía de una joven que busca su independencia con el cariño que siente por el hombre que la crió.
Mercedes Dassy, aunque tiene menos tiempo en pantalla, cumple con solvencia su papel como la figura ausente que regresa para desestabilizar un equilibrio que parecía sólido.
Una estética sencilla pero efectiva
No hay amor perdido apuesta por una estética naturalista, con una fotografía que enfatiza la calidez de la relación entre los personajes y la melancolía de los momentos de soledad. La iluminación suave y los escenarios cotidianos refuerzan la sensación de realismo y cercanía.
La banda sonora acompaña sin imponerse, con melodías que subrayan los momentos clave sin caer en lo sentimental.
Conclusión de 'No hay amor perdido'
No hay amor perdido emociona sin recurrir al dramatismo excesivo, explorando la paternidad y la reconstrucción de los lazos familiares con sensibilidad y toques de humor.
No hay amor perdido ofrece un relato conmovedor sobre la independencia, el perdón y la necesidad de aceptar el pasado para seguir adelante. Aunque su ritmo pausado puede no ser del gusto de todos, su autenticidad y la química entre sus protagonistas la convierten en una experiencia valiosa y entrañable.
Reportaje de No hay amor perdido en Días de Cine TVE
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