Nao d'Amores celebró su 20 aniversario sobre las tablas con Numancia. Este montaje se basa en la obra de Miguel de Cervantes, en co-producción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Además, supuso uno de los estrenos más esperados del espacio teatral público. Se puede disfrutar desde el 19 de noviembre, manteniéndose en cartel hasta el 30 de diciembre en la Sala Principal del Teatro de la Comedia.
ATENCIÓN: Ante la huelga de técnicos, se debe consultar si hay representación el día en el que se hayan adquirido las entradas, por si hubiera cancelación de última hora de dicha función.
Reparto: José Luis Alcobendas Alfonso Barreno Javier Carramiñana Javier Lara Eduardo Mayo Alejandro Saá Irene Serrano Isabel Zamora
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Ana Zamora Dramaturgia: Ana Zamora Dirección musical: Alicia Lázaro Asesor de Verso: Vicente Fuentes/Fuentes de la Voz Vestuario: Deborah Macías Iluminación: Miguel Ángel Camacho Escenografía: Cecilia Molano Coreografía: Javier García Ávila Asesor de movimiento: Fabio Mangolini Asesor de percusión: Rodrigo Muñoz Ayudante de dirección: Verónica Morejón Ayudante de escenografía: Almudena Bautista Ayte. de vestuario: Irma Vallés Realización de vestuario: Ángeles Marín Realización de escenografía: Purple Servicios Creativos Dirección técnica: Fernando Herranz Producción ejecutiva: Germán H. Solís Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico y Nao d'Amores
Tráiler de 'Numancia'
Sinopsis de 'Numancia'
Numancia es una tragedia que reflexiona sobre los límites de la libertad humana, individual y colectiva. Esta obra también es la expresión trágica de la impotencia humana y su supeditación a las formas de poder. (TEATRO DE LA COMEDIA).
El poder del pueblo
Nao d'Amores resucita las palabras de Miguel de Cervantes en Numancia, para traer a los espectadores esta historia sobre este pueblo celtíbero y su afrenta contra los romanos. A diferencia de otros montajes, Ana Zamora recupera el estilo del teatro renacentista, además de mantener el lenguaje del castellano del siglo XVI. Sin duda, es una propuesta absolutamente original, en especial, por los tiempos que corren. Así logra darle una importancia a la palabra, que, a pesar de no ser totalmente accesible, sirve para reivindicar una parte histórica de la lengua castellana. Sin embargo, para una parte de los espectadores, puede resultar complicado entrar dentro del relato, a causa de la atención que debe ponerse en lo que se dice. A pesar de ello, habrá quiénes sí valoren el riesgo que supone y el gran trabajo de la hablado que hay detrás.
Ese cuidado, por lo que se dice, demuestra un compromiso férreo con el legado cultural que se dejó en el pasado, siendo, realmente, una muestra de cómo ha sido olvidado por una parte importante de la sociedad. Por ello, esta historia adquiere gran interés, ya sea más o menos efectivo, siendo una experiencia que merece ser vista. Asimismo, se extrae de este relato esa lucha del colectivo, yendo más allá de un significado puramente patriótico. Por tanto, es un grito sobre la integridad, la dignidad como personas, que unidas son capaces de no agachar la cabeza. Con lo cual, habla de una liberación interna mediante la sublimación conjunta. Gracias a esta perspectiva, se pone el foco en la importancia de la unión, algo que contrasta con la actual situación polarizada que se vive en la actualidad. Una historia del pasado que sirve como reflexión para el presente.
Al unísono
Un total de ocho actores son los que se ponen al frente de Numancia, para transformarse en aquellos celtíberos feroces y los romanos de la contienda. José Luis Alcobendas, Alfonso Barreno, Javier Carramiñana, Javier Lara, Eduardo Mayo, Alejandro Saá, Irene Serrano e Isabel Zamora forman un solo cuerpo, sorprendiendo que, a nivel interpretativo, también se respire ese aire de colectividad. Aun así, hay intérpretes que se convierten en excelentes líderes de la acción, como José Luis Alcobendas. El actor tiene un magnetismo en su forma de proceder sobre las tablas, que deja atrapado al público de principio a fin. Además, no se muestra ni un ápice de falta de naturalidad, lo que hace que brille de una manera elegante y sin florituras. Después, Javier Carramiñana también ejerce una interpretación exquisita, sutil, contenida y desnuda, que sigue en sintonía con el trabajo grupal.
Javier Lara muestra carácter sobre la escena, tiene una presencia escénica que habla por sí sola, pero no abusa de ello. Por tanto, la humaniza de tal manera que se vuelve cercana, al mismo tiempo que mantiene la tonalidad propia de la obra. Por otro lado, Eduardo Mayo ejecuta de una forma notable su trabajo sobre la escena, con una expresividad certera y una energía que lleva un halo de atracción muy pertinente. Después, Alfonso Barreno y Alejandro Saá obtienen una resultado favorable, aportando al conjunto y no pasando inadvertidos. Por ende, no caen en la invisibilidad grupal, que, a veces, puede ocurrir. Por último, Irene Serrano e Isabel Zamora completan el reparto, con una fluidez estupenda, unida a una buena sinergia con sus compañeros. En resumen, todos ellos terminan por encajar todas las piezas para culminar en un conjunto extraordinario.
La estética de la lucha
Una vez se entra en Numancia, el espectador se queda en suspense, queriendo saber cuál va a ser la estrategia de la compañía. Sin embargo, pronto empieza, se disfruta de una sobriedad, que inunda el patio de butacas y que se extiende a lo largo de la obra. También se deja iluminar por una propuesta que basa su fuerza en la estética, en una construcción visual muy atractiva. Así, suple la ausencia de una estrategia más emocional, basada únicamente en el sentir. Gracias a ello, se comprende ese valor contemplativo que se desea dar a la obra, aún moviéndose por distintos lugares del propio teatro, no manteniéndose solo en el escenario principal. Por este motivo, hay que aplaudir que sean totalmente fieles a lo que desean realizar, siendo coherentes con una puesta en escena que describe todo ese proceso a través de la imagen.
Por otra parte, la coreografía y el movimiento de los cuerpos hacen de la obra un espectáculo ingenioso y con un gusto exquisito. Esa forma de mostrar los cuerpos, unido a la selección de colores y la transmisión ingeniosa de las formas, demuestran un despliegue más que notable. Asimismo, hay que destacar la utilización de la música en directo, siendo un placer poder disfrutar de ella al mismo tiempo que se ejecuta en escena. Además, al hacerlo desde las manos del propio reparto, hacen que adquiera un significado más personal. Igualmente, las voces cantadas terminan por unificar la construcción sonora del montaje, logrando un resultado notable. Únicamente, hay algún momento donde la afinación no se extiende a todo el elenco, pero no es impedimento para disfrutar de la composición musical.
Conclusión
Numancia es una oda a la fuerza del conjunto, una muestra de la necesidad de lucha grupal para hallar la propia independencia personal. Además, se valora que arriesgue por un castellano del siglo XVI, al no ser tan accesible, pero acercando al espectador al legado histórico cultural, algo olvidado en estos tiempos. Luego, a nivel interpretativo, el reparto realiza un trabajo estupendo, donde se ve una sinergia y una unión que permiten un resultado atractivo, con fuerza y sobriedad.
Por otra parte, la puesta en escena halla su principal pilar en el sentido estético, con un paradigma de lo contemplativo y visual, pero sin perder esa esencia energética de los cuerpos y su expresión. Asimismo, subrayar la música en directo, que dejan un buen sabor de boca en el público. Un homenaje al teatro renacentista en palabras de Cervantes, que merece la pena por la singularidad y originalidad de su propuesta.