El 10 de febrerollegó a la Sala Cuarta ParedOtoño en abril, siendo una de las celebraciones teatrales de los 10 años de la compañía La Belloch. Esta obra es una producción escrita y dirigida por Carolina África. Cabe recordar que es la secuela de "Verano en diciembre", abordando, nuevamente, los conflictos generacionales a través de una visión divertida, poética, cercana y real. Protagonizada por la propia África, cuenta con Pilar Manso, Beatriz Grimaldos, Majo Moreno y Laura Cortón. Se puede disfrutar hasta el 26 de febrero en la Sala Cuarta Pared.
Título: Otoño en abril Título original: Otoño en abril
Reparto: Pilar Manso
Beatriz Grimaldos
Carolina África
Majo Moreno
Laura Cortón
Duración: 95 min. apróx. Dirección: Carolina África Dramaturgia: Carolina África Escenografía: Mónica Boromello
Iluminación: Sergio Torres
Espacio sonoro: Nacho Bilbao
Vestuario: Guadalupe Valero
Visuales: Majo Moreno, David Martínez y Néstor L. Arauzo
Coordinación de producción: Laura Cortón
Distribución: GG Producción Escénica
Comunicación: Manuel Benito
Ayudante de dirección: Beatriz Grimaldos
Ayudante de escenografía: Lorena Rubiano
Construcción de escenografía: DCsSet David Cubells Escenografías
Realización de vestuario: Petra Porter
Fotografía cartel: Pilar Martín Bravo
Diseño cartel: Laura Oliver Velasco Producción: La Belloch Teatro
Tráiler de 'Otoño en abril'
Sinopsis de 'Otoño en abril'
Otoño en abril cuenta el eterno e inevitable retorno de unas hijas al nido de su madre, aunque ese hogar no sea un refugio añorado y necesario sino el lugar incómodo del que se huyó, en el que no es posible ser quien queremos ser, pero del que las circunstancias no nos dejan escapar.
Dar el paso de ser hija a ser madre, convivir con el abismo generacional y tecnológico, abandonar la protección y aprender a darla, dejar volar, sufrir, amar, reír, perdonar y atacar como en las mejores peores familias. Un mes de abril de cinco mujeres ansiosas por florecer en una primavera ahogada por la lluvia. (SALA CUARTA PARED).
La marca generacional
Las incógnitas y reflexiones del viaje vital se posan sobre el núcleo familiar formado por cuatro mujeres: madre e hijas. Así Carolina África continúa lo ya expuesto con “Verano en diciembre”, pero de tal forma que no es necesario ver la anterior para disfrutar de Otoño en abril. Durante esta obra se tratan temas como la maternidad, la fidelidad a uno mismo, la sinceridad y el significado de vivir de cada una de ellas. Gracias a una dramaturgia que nada entre un realismo existencial, el espectador se adentra en las vicisitudes de tres mujeres que deben volver al nido, para abandonarlo tras un camino introspectivo de una sensibilidad bien extraída. Imperfectas, a la par que verosímiles, sus historias se entrecruzan para mostrar cómo los cambios se afrontan desde diferentes prismas y decisiones.
Por ello, cada una de las hermanas se aleja de representar un único prototipo, aunque inicialmente hagan gala de ello. Según va evolucionando la pieza, se van exponiendo los detalles de las problemáticas interiores que azotan su rutina cambiante. Con lo cual, se dibuja un retrato de la herencia familiar, recogiendo ese aire a nostalgia, mientras que se introduce una muestra gráfica de los miedos, muchas veces ilógicos, que van tomando parte de la escena. Además, al hacerlo desde la llegada de una miembro más a la familia, desmitifica la imagen de madres, para también transportar el significado de persona que hay detrás. Nadie enseña cómo debe ser la maternidad, pero tampoco cómo se afronta la realidad tras un episodio de total importancia en la vida de una persona. Ahí es donde triunfa, por abordarlo desde un pensamiento que deja un poso de reflexión.
Mujeres y maternidades
Cinco actrices son las encargadas de dar vida a esa historia familiar, siendo la columna vertebral de Otoño en abril. En primer lugar, Pilar Manso destila un talento que impresiona desde el primer minuto, sabiendo controlar esa exageración contenida, pero que se aleja de sobreactuaciones. Por tanto, exprime al máximo esa comedia irreverente, que hace que recuerde a un imaginario maternal que está en la cabeza de muchos espectadores. Sin duda, su trabajo sobre la escena se queda en la retina del público. Después, Beatriz Grimaldos realiza una transformación absoluta, siendo ese espejo visible de los hijos de las redes sociales. Asimismo, lo adereza con pequeñas pinceladas donde se muestran las aristas de su personaje. De esta manera, combina una construcción magnífica a nivel expresivo de la pomposidad de su personaje y lo que se esconde detrás de él.
Carolina África se convierte en el corazón de este matriarcado, con auténtica sinceridad sobre la escena. Desde el principio se ven los vestigios que suponen el ser madre, mezclando esa fascinación y miedo, con el propio cansancio que se ejecuta tras los acontecimientos. Igualmente, se lanza hacia algunas de las escenas más rocambolescas con decisión, siendo un camaleón escénico excelente. Después, Majo Moreno evoluciona con el transcurrir de la pieza, envolviéndose en una energía más gris, donde no explota del todo su potencial. Sin embargo, según va llegando a las escenas más luminosas, se ve una transformación certera y apropiada. Para terminar, Laura Cortón aborda cada una de sus intervenciones con un cuidado increíble, siendo un constante cambio en sus registros, que elevan su calidad como actriz y logra impresionar a los asistentes.
La metáfora del tiempo
La construcción de la puesta en escena de Otoño en abril lleva al espectador al núcleo central del relato, la casa familiar. Ese escenario principal no solo sirve como telón de fondo en la acción transcurrida, sino que también implora la propia metáfora del hogar. Además, hay que destacar que la utilización de distintos símbolos, a través de las imágenes, permiten al espectador llegar aún más allá de lo que se dice en el propio texto. También hay que aplaudir que haya una metamorfosis constante de los espacios, llevando a distintos escenarios que completan el universo personal que se halla en la obra teatral. La dirección de la propia África se impregna en la forma en la que interactúan los distintos aspectos escénicos, incluyendo las interpretaciones, ofreciendo una sinergia entre ellas que hace que la historia sea fluida y cohesionada.
Destacar las escenas en las que hay esa muestra de la locura de los sueños, siendo de las más pintorescas y desternillantes, pero sin perder el trasfondo que hay detrás. Dicho de otra forma, esas grandes dosis de comedia no se limitan a ser un mero escape de tensión, sino que siguen en consonancia con el quid principal de la pieza. El vestuario es otro de los elementos que permiten identificar fácilmente las personalidades de sus personajes, siendo un acierto absoluto que ya de por sí hablan. Luego, el ritmo no es pausado, pero tampoco en puro dinamismo constante, sino que lo mantiene vivo con la cotidianidad de la ternura del ahora. Hay que mencionar que el uso el audiovisual, al igual que ese golpe final, son pequeñas gotas que no invaden el espacio principal y son el perfecto detalle para redondear la propuesta.
Conclusión
Otoño en abril es una reflexión sobre la vida, a través de mujeres que vuelven a su origen para afrontar el ahora. Gracias a esa introspección, hay un mensaje universal de la progresión, los miedos y los cambios, mediante un pensamiento profundo que no ofrece soluciones fáciles e ingenuas. Por otra parte, el reparto está estupendo, viéndose un trabajo actoral en el que cada una sabe sacar partido a su papel sobre las tablas. Asimismo, la propuesta escénica lleva a ese microuniverso, que se expande en una simbología que llega a todos los espectadores con una energía constante y viva. El regreso al pasado que toma impulso para retomar las riendas de una vida en plena metamorfosis con una delicadeza orgánica y real.
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