Els Joglars conmemora el 60 aniversario de su nacimiento con un homenaje Aristófanes. El comediógrafo griego se convierte en símbolo de la libertad de expresión, que es condición imprescindible para la creación artística. La obra, producida dentro del sello de Creación Canal, está protagonizada por Ramon Fontserè, director de la compañía desde hace una década, tras tomar el relevo de Albert Boadella. Junto a él, Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Xevi Vilà, Alberto Castrillo-Ferrer y Angelo Crotti forman el elenco de esta sátira contra la cultura de la cancelación. ¡Que salga Aristófanes! podrá verse en la Sala Roja de los Teatros del Canal de Madrid entre el 9 de febrero y el 6 de marzo de 2022.
Título: ¡Que salga Aristófanes! Título original: ¡Que salga Aristófanes!
Reparto: Ramon Fontserè
Pilar Sáenz
Dolors Tuneu
Xevi Vilà
Alberto Castrillo-Ferrer
Angelo Crotti
Duración: 80 min. apróx. Dirección: Ramon Fontserè Dramaturgia: Els Joglars Dirección de escena: Alberto Castrillo-Ferrer
Asesora artística: Martina Cabanas
Diseño de iluminación: Bernat Jansà
Diseño de vestuario: Pilar Sáenz
Espacio sonoro (diseño): David Angulo
Dirección técnica: Pere Llach
Escenografía: Anna Tusell
Atrezzo: Pere Llach y Gerard Mas
Confección vestuario: Mª Àngels Pladevall, I.T.A.
Sombrerería: Nina Pawlowsky
Producción ejecutiva: Montserrat Arcarons
Distribución: Els Joglars
Prensa y comunicación: Oriol Camprubí
Fotografía: David Ruano Fotografía, Sílvia Pujols Fotografía
Diseño gráfico: Nyam – Agencia Creativa, Manuel Vicente Producción: Els Joglars coproducida con la Comunidad de Madrid (Teatros del Canal) y la Generalitat de Catalunya.
Tráiler de '¡Que salga Aristófanes!'
Sinopsis de '¡Que salga Aristófanes!'
¡Que salga Aristófanes! nos lleva a un centro de salud mental con un grupo de pacientes que está ensayando una obra de teatro sobre Aristófanes, creador del género teatral de la sátira y la comedia, que se exhibirá en distintos centros del país. La obra está dirigida por un ex profesor universitario especializado en mitología griega, quien ingresó en el centro de salud después de ser expulsado de su trabajo debido a unos polémicos tweets que lo hundieron personalmente. Una vez el espectáculo se está ensayando, el coordinador del centro observa atónito el resultado del mismo: Los usuarios del centro representan su espectáculo con escenas en contra de la corrección política y de la moral que impera en el momento.
La Directora del centro duda sobre sus propias consideraciones morales hasta perder el juicio. El ex profesor se ha obsesionado con el personaje de Aristófanes hasta el punto que cree encarnar al mismo cómico. Empieza aquí un debate que nos hará reflexionar sobre los limites de la moral y la libertad de expresión.
¿Quién decide lo que es políticamente aceptable y lo que no lo es? Estamos expuestos a una sociedad sobreprotectora capaz de vetar contenidos a juicio de algunos: los nuevos críticos de la sociedad, quienes señalan a otros: los “culpables”, para demonizarlos a través de unas plataformas que ofrecen total anonimato: las redes sociales, las hogueras de la actualidad. (TEATROS DEL CANAL).
La comedia como forma de disidencia
Un centro de reeducación psicocultural. Un catedrático de Griego destituido. Una directora cuya misión es reinsertar a sus internos inculcándoles los valores de lo políticamente correcto. Una performance. Estos son los ingredientes de esta sátira que pone sobre la mesa la censura y el puritanismo de los tiempos que vivimos.
Hace pocas semanas, conversaba con una profesora de Lengua y Literatura de Bachillerato que argumentaba que El Quijote no es una lectura adecuada para adolescentes de 16 o 17 años por su violencia explícita. Violencia, pensé, es no leer El Quijote. Hace poco la aclamada novela gráfica Maus, en la que Art Spiegleman retrataba los horrores del holocausto, se prohibía en una escuela estadounidense. Otra universidad británica advertía el mismo día sobre el contenido explícito y molesto de la novela 1984 de Orwell. Y podríamos seguir. Las Metamorfosis de Ovidio. Lolita de Nabokov. Estatuas y murales vandalizados. Autores y autoras cancelados.
La Atenas del siglo V a.C., con todos sus defectos -esclavismo y misoginia, los más graves- legó a la Humanidad la democracia y, bajo su paraguas, la oratoria, la filosofía y el teatro. Sin libertad de expresión, parresía, como la llamaban entonces, no habría sido posible ese llamado milagro griego. La comedia de Aristófanes no tenía pelos en la lengua. Sus obras giran en torno a temas de radical calado político. En la parábasis de sus obra, el coro rompía la cuarta pared y se dirigía directamente al público para hacer chistes sobre los asistentes. Un poco como Ricky Gervais, para hacernos una idea. La comedia antigua duró lo que duró la democracia. La generación siguiente, con Menandro a la cabeza, apostó por espectáculos mucho más family friendly. La risa dejó de ser una forma de disidencia.
Los viejos dioses
Els Joglars reivindica la figura de Aristófanes como paradigma de la libertad. Con toda su energía báquica, su originalidad y su sentido carnavalesco, para quien nada había de sagrado y todo era susceptible de ser tomado a broma. El viejo catedrático de Griego, poseído por el entusiasmo aristofánico, siente que camina por un campo de minas. Cuando menos se lo espera un ofendido puede explotarle en la cara. Contra la falacia de la ofensa es difícil, además, argumentar. Solo cabe repetir sin rechistar los eslóganes vacíos de la directora del centro de reeducación psicocultural. En resumen, en el anhelado mundo feliz no queda espacio para el pensamiento crítico.
Sobre el escenario se alza una plataforma que recuerda la vía que conduce a la Acrópolis de Atenas. Como en el friso de las Panateneas, los habitantes del centro de reeducación se van encontrando y desencontrando, convertidos en inquisidores o en viejos dioses del Olimpo. Como en la comedia aristofánica, el público se ve confrontado a sus propios juicios, que son puestos sistemáticamente en duda y de una forma radical por el viejo catedrático de Griego.
Conclusión
Els Joglars renueva la comedia aristofánica para reivindicar la libertad de expresión, como condición imprescindible para la producción artística. Con una puesta en escena tremendamente simbólica, se despliega todo el talento de la compañía sexagenaria, bajo la batuta de un cáustico Ramon Fontserè. ¡Que salga Aristófanes!no deja títere con cabeza, por lo que solo es apta para espectadores abiertos a la duda, la controversia y la risa como herramienta de reflexión política.
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Es una basura reaccionaria , no la recomiendo