El pasado 7 de enero de 2022 llegó Ragazzoa Teatro del Barrio, tras cinco años sobre el escenario. Así comienza la gira de despedida de una obra que ha removido a espectadores de toda la geografía española. Protagonizada por Oriol Pla, bajo la dirección de Lali Álvarez Garriga, reivindican la memoria de las historias propias, mediante la memoria colectiva. Además, toma de base el asesinato de Carlo Giuliani, activista contra la globalización. Se puede disfrutar hasta el 16 de enero en Teatro del Barrio.
Duración: 85 min. apróx. Dirección: Lali Álvarez Garriga Dramaturgia: Lali Álvarez Garriga
Ayudante de dirección: Quimet Pla
Diseño de luces: Núria Solina
Diseño de Sonido: Pau Matas
Asistente: Irene Vicente
Foto: Clàudia Serrahima
Video: Victoria Benítez
Temas musicales: Zoo
Colaboraciones: Aleix Aguilà, Isaac Domínguez
Agradecimientos: Haidi Giuliani, Elena Giuliani, Teresa Garriga, Dani Lagartofernández, Agnés Mateus, Sergi Gutiérrez, Diana Pla, Ignasi Álvarez, Anna Gonzalvo, Viky Benítez, Mariona Álvarez, Marisol Casas, Txus Martínez, Carles Álvarez, Francesca Mascetti, Vanesa Rise, Eloise Barighini, Andre de Lotto, Guido Ramellini, Ida Mauro, Katia Bosco, Dario Ferraro y Marta Garolera Producción: Teatre Tot Terreny
Tráiler de 'Ragazzo'
Sinopsis de 'Ragazzo'
Europa, verano de 2001. La ciudad de Ragazzovive la restricción de derechos sociales más grande que ha vivido el continente desde la segunda guerra mundial: las fronteras están cerradas, se suspende el tratado Schengen, se prohíben las manifestaciones y reuniones en algunas zonas de la ciudad, se prohíbe tender la ropa en los balcones.
Detenciones. Identificaciones. 30.000 policías patrullan las calles y no permiten la entrada en la Zona Roja, el lugar donde los líderes del G8 están celebrando la reunión.
Ragazzo, a pesar de todo, vive el verano de la ciudad: hace poco han okupado con unos amigos un espacio que han acondicionada como vivienda, está de vacaciones, tiene tiempo de escuchar música, leer, cocinar, enamorarse… y para participar en el Foro Social Mundial que también se ha instalado en la ciudad y donde más de medio millón de personas discuten como sería este “otro mundo posible” que desde hace un año y medio se imaginan como alternativa a la globalización. Su destino quedará marcado cuando tome la decisión de quedarse en la Columna de Desobedientes que se ha propuesto una acción pacífica de desobediencia civil: violar el confinamiento de la Zona Roja.
¿Qué hacer ante la amenaza? ¿Tiene legitimidad un gobierno que se ha de blindar para decidir? ¿Quién (y para qué) hace servir la violencia? ¿Qué es la impunidad? ¿Otro mundo es posible?
Ragazzoes un grito a la vida, a la dignificación de las historias personales, a la reivindicación de la memoria colectiva y de la Historia que los amos del mundo nunca escribirán por nosotros. (TEATRO DEL BARRIO).
La persona detrás del símbolo
Lali Álvarez Garriga toma de referencia la polémica y aún investigada muerte de Carlo Giuliani, asesinado el 20 de julio de 2001 durante la Contracumbre del G8 en Génova. Así nace Ragazzo, una obra que no se focaliza en el triste final del italiano, sino que analiza la persona que hay detrás del icono, además de realizar reflexiones en torno al poder, el sistema y las acciones realizadas por los distintos participantes del fatídico suceso. No obstante, durante dos tercios de la obra se presenta una dramaturgia sobre el trasfondo social y personal del joven protagonista, explorando sus inquietudes, así como sus atributos más íntimos. De esta forma, se busca que el espectador desmitifique y explore una visión que se suele olvidar cuando se habla de casos de este tipo. Además, contiene un mensaje de vital importancia, que hace que la obra sea fundamental.
Las preguntas introspectivas sobre la lucha civil por la libertad, muchas veces oprimida, expone las carencias que tiene un sistema que, en la actualidad, sigue vigente. Asimismo, no se culpabiliza a un sujeto en concreto, sino que se establece una línea de cómplices a gran escala. Por ello, la forma, por ejemplo, en la que se equipara a los carabinieri con los propios manifestantes hace que se vea una profundidad interesante. No se justifican las acciones, sino que se crea un debate que va más allá del hecho concreto. Sin embargo, esa estructura humana que se muestra no obtiene una empatía directa con el espectador. Por lo que, aunque se conocen más detalles, le falta un toque todavía más humano. Aun así, en la última parte, explota esa tensión constante, que se sublima con una recreación directa y enérgica de los sucesos que marcaron ese 20 de julio.
El recuerdo del joven
Oriol Pla es el encargado de dar vida a ese Ragazzo, papel que lleva desarrollando desde hace ya cinco años. Nuevamente, se mete en la piel de este joven activista, que lucha en contra del movimiento de la globalización. Desde el principio se puede ver el compromiso que tiene con la obra, explorando una interpretación en la que se presentan grandes dosis de verdad y, sobre todo, cotidianidad. Por ende, la actuación del artista es lo que más profundiza la figura que se trata en escena, incluso más de lo que, en ocasiones, se transmite por la palabra de la dramaturgia. Con lo cual, Pla realiza un trabajo donde da mayor importancia a ese retrato cercano, cotidiano e, incluso, extrayendo la propia comedia de la vida. Incluso, sin forzarlo, rompe la cuarta pared en alguna ocasión de una forma resolutiva y eficiente.
A parte de su estupendo trabajo desde la emoción y la construcción del día a día de su personaje, también ejerce un desempeño físico de altura. Durante toda la obra, Pla se mantiene en movimiento puro, dejando escenas catárticas que llegan al siguiente nivel gracias a su labor sobre ella. Por tanto, se produce una sucesión de momentos de pura expresión corporal, en especial, en la última parte. Esa violencia que se apodera del relato, necesaria para comprender las emociones y las sensaciones de aquel momento, se trasladan de forma absoluta al patio de butacas. Las distintas formas en las que recrea los hechos dejan sorprendidos a los espectadores, que se sobrecogen con esa carga llena de tirantez y presión. Por lo cual, uno de los aspectos más sobresalientes es su trabajo sobre las tablas.
La violencia consumada
La propuesta dramática de Ragazzorecibe al espectador con Oriol Pla ya sobre la escena, echado sobre su cama, escenificando la acción de dormir de su personaje. Así, el público va afianzando e introduciéndose en el hogar del protagonista, viendo los distintos elementos cotidianos que forman parte de la escenografía. Resuelta con un diseño totalmente bien definido, se deshace de grandes estructuras, que impedirían luego el despliegue de movimiento que habrá sobre la escena. Después de comenzar la obra, la escena cobra vida, donde se aplaude la consecución de acciones de una forma absolutamente realista. Por ello, ver a Pla cortando verduras, o colgando ropa que realmente está mojada, deja una sensación de veracidad. Gracias a esta decisión creativa, hay ese factor de familiaridad y verdad que busca la pieza teatral.
Por otro lado, hay una dirección excelente, se puede ver en la manera en la que van encajando las distintas partes de la obra, sobre todo, a nivel de movimiento. Asimismo, el diseño de la iluminación es fundamental, así como el montaje de sonido, que transfiere al espectador a los distintos espacios que ocupa la acción. Sin embargo, contrasta con la energía que desprende, que desde un primer momento transmite esa inseguridad y tensión que son parte del ADN de la obra teatral. El conflicto surge con la falta de respiro para el espectador, quién presenta un exceso de estímulos en este contexto, lo que hace que le cueste asimilar de una forma más fluida lo que sucede en escena. Aun así, la última parte es una auténtica carrera en éxtasis, que deja sin aliento al espectador y finaliza con una carga emocional directa al corazón.
Conclusión
Ragazzoreflexiona sobre el sistema, el poder y la libertad, tomando de base el asesinato de Carlo Giuliani. La dramaturgia explora una visión más cotidiana y cercana, mostrando el día a día del protagonista, más allá de los fatídicos sucesos del 20 de julio de 2001, culminando en esa denuncia social. Sin embargo, esa tensión constante necesita de respiros, para una asimilación más óptima por parte del espectador. Aun así, el mensaje es tan contundente y necesario, que envuelve la obra en él. Por otra parte, Oriol Pla realiza un trabajo entregado y en actividad constante, con un compromiso absoluto con la obra. Asimismo, la propuesta escénica brilla en su dramatización de la rutina, explotando de una forma catártica en su último tercio. Una vida convertida en símbolo, que va más allá con la reflexión y desmitificando los iconos.
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