"School of Rock, el musical": Una lección divertida

Tras arrasar en Broadway y el West End a ritmo de rock y ser unánimemente aclamado por la crítica, el exitoso musical School of Rock, el musical del mítico compositor, escritor y director Andrew Lloyd Webber por fin llega a Madrid.

Basado en la película de 2004 protagonizada por Jack Black que sacó el lado más rockero de toda una generación, este divertido musical se basa en la vida de Dewey Finn, un frustrado aspirante a estrella de rock que decide ganar un dinero extra haciéndose pasar por el profesor sustituto de una prestigiosa escuela. Allí, con su peculiar y magnética personalidad, consigue convertir a una clase de niños sobresalientes en una alucinante banda de rock que toca la guitarra y el bajo como auténticas estrellas. Mientras enseña a estos futuros prodigios el auténtico significado del rock, Dewey se enamora de la hermosa pero estricta directora de la escuela, ayudándola a redescubrir a la niña salvaje que lleva dentro.

¡Con más de 5 millones de espectadores en todo el mundo, el esperado musical School of Rock aterriza en España! (WEB OFICIAL). 

La universidad de la vida

Richard Linklater estrenó en 2003 un clásico que todavía retumba en la cultura pop de toda una generación. Así, llega por primera vez en España School of Rock, el musical, versión teatral de la famosa película. La historia vuelve a presentar al espectador la alocada serie de catástrofes desdichas con Dewey como personaje principal. Por un lado, mantiene la esencia del libreto original, se sigue planteando ese juego gamberro y esa búsqueda de entretener a los espectadores. En ese sentido, la diversión está asegurada, algo que lo hace especialmente accesible para los más pequeños de la casa. Con lo cual, su principal baza es orientarlo hacia una experiencia familiar a la que poder sacar partido, sin intención de ir más allá, siendo el humor y los chascarrillos su identidad principal.

Sin embargo, la carga reflexiva que había en torno al film no se produce de una manera más firme en esta propuesta. En consecuencia, la complejidad y el mensaje, donde había matices muy interesantes, se pierde en este montaje. Los personajes no logran tener el bagaje que se les daba en el film, a pesar de querer mantener el aprendizaje que se busca extraer de ellos. Por tanto, no se comprende la extensión del libreto, dado que se entendería este planteamiento en pos de lograr un relato más dinámico y que su frescura en el desarrollo permitiera que se produjera de una forma muy natural. Por ende, se para en detalles y situaciones que realmente no aportan significado y se siente que hay una parte importante de relleno en la obra.

Leo Rivera y Julia Moller brillan

Leo Rivera ha consolidado su carrera en el panorama teatral, sobre todo en el ámbito de la comedia. Sin embargo, si había que pensar qué musical debía protagonizar, School of Rock, el musical le viene que ni pintado. Su interpretación es uno de los aspectos más destacados, poniendo toda la carne en el asador, con su gamberrismo lleno de hilaridad y sin perder ni un ápice de frescura. Lleva la voz cantante sin ningún tipo de problema, lo que hace que este barco llegue a buen puerto por su estupenda conducción, aunque no destaque por su capacidad vocal. Junto a él, una maravillosa Julia Möller, la cual tiene una capacidad vocal de gran calidad, que se une a una labor dramática coherente y llena de actitud. Su talento es innegable y su presencia ya es sinónimo de éxito. Entre los dos logran un combo lleno de sinergia.

El resto del elenco adulto ofrece un trabajo solvente, donde han sabido defender muy bien sus papeles. Mención especial a Nacho Redondo, junto con David Pérez Bayona, Marc Parejo y Roger Borrull destacan por un planteamiento que funciona en escena. Sobre el reparto infantil, cabe subrayar la confianza que se está depositando en este tipo de estrategias artísticas, como ya se ha podido ver en producciones como Matilda, el musical. Siempre se valora que a tan poca edad sepan llevar con auténtica rigurosidad su labor en escena. Por ello, se aplaude la dirección actoral de los más pequeños, habiendo distintas defensas, lo que debería intentar igualarse para aquellos que dan un resultado excelente. A nivel vocal, todavía se necesita seguir educando las voces y practicando de forma que se siga evolucionando y se logre un resulta todavía de mejor calidad.

Un cuento extenso

Desde que la pandemia quedara atrás, no son pocas las producciones musicales que han vuelto para adornar la capital madrileña. School of Rock, el musical presenta una producción que no busca el gran decorado, pero la falta de espectacularidad le pasa factura. Por tanto, se podría esperar un musical donde hubiera un despliegue más ambicioso, sobre todo si el rock es uno de los elementos más significativos de la obra. Además, se une que la música debería ser una de las grandes protagonistas, pero se echa en falta que haya números que hagan volar la cabeza a los espectadores. Son más que plausibles, dejando algún momento tierno, pero no consiguen elevar al público a un oasis sonoro que haga atraparse en la esencia de esta producción.

Sucede lo mismo con la duración del musical, el cual se prolonga a casi tres horas, pudiéndose reducir o plantear desde una óptica que dé mayor juego. A pesar de ello, se aplaude el diseño de vestuario, así como la construcción de la escenografía que consigue un acabado que combina a la perfección los colores y en los que se ve un despliegue interesante estéticamente. Con respecto al ritmo, es innegable que durante una parte del montaje logra cumplir con su principal función, ser un disfrute, un entretenimiento para el público. Por ende, se puede decir que esta parte la consigue. Por último, se valora muy positivamente que los instrumentos se toquen en directo, incluyendo a los más pequeños, que no pierden la oportunidad de lucirse sobre el escenario.

Conclusión

School of Rock, el musical apuesta por una estrategia familiar, que gustara a los más pequeños por la frescura y el entretenimiento que supone. Por tanto, su principal misión es ser un divertimento, sin necesidad de ahondar en el mensaje y las reflexiones que se extraían del film. Después, Leo Rivera y Julia Möller están espléndidos, son el alma de este espectáculo. A nivel técnico y artístico, se aplaude la labor de vestuario, construcción de decorados y debe seguir fomentándose la interpretación de instrumentos en vivo, incluyendo a los jóvenes actores. A pesar de ello, se aletarga en exceso en el tiempo, provocando una sensación de necesidad de reducción de tiempo. Un concierto prometedor que todavía debe pulir aquellos aspectos que no le dejan crecer.

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