Este 7 de diciembre se estrenaSmiley, en Netflix, serie basada en el éxito teatral homónimo de Guillem Clua. Protagonizada por Miki Esparbé y Carlos Cuevas, cuentan también con actores como Pepón Nieto, Meritxell Calvo, Giannina Fruttero o Ramón Pujol, entre otros. Además, ha sido rodada en español y catalán, también siendo doblada íntegramente en catalán por los actores de la serie. Una comedia romántica que promete no pasar desapercibida.
Año: 2022 Duración: 35 min. por episodio (aprox) País: España Dirección: David Martín Porras y Marta Pahissa Guion: Guillem Clua (obra teatral) Fotografía: Pol Orpinell Género: Comedia Distribución: Netflix
Smileynos lleva a Barcelona, donde dos hombres y sus amigos lidian con las dudas, las inseguridades y las oportunidades perdidas mientras buscan el amor verdadero que les falta en sus vidas. (NETFLIX).
Guillem Clua da una nueva vida a Smiley, transformándola en una serie de televisión de mano de un gigante como Netflix. Esta ficción presenta a dos chicos que se conocen inesperadamente por un mensaje de voz equivocado. Así se sientan las bases de una comedia romántica que explota sin vergüenzas los elementos más reconocibles de este género, utilizándolos de una manera entretenida y fluida. Por ello, a pesar de tener varias partes predecibles, hay un trasfondo sobre el amor entre las personas que permiten que se aborden temas LGBTQ+ con naturalidad pero con suficientes matices que exponer. Gracias a ello, no se convierte en una ficción televisiva sobre el amor más, sino que deja salir ciertos coletazos que exponen una historia que va más allá del cliché. Por ende, logra llamar la atención y querer saber qué acontece a sus personajes.
Sin embargo, se puede ver que la adaptación televisiva, basada en el fenómeno teatral de Clua, busca establecer tramas en paralelo para cumplir con sus ocho episodios. Por ello, hay algunos capítulos en los que podría sentir que hay escenas de relleno. A pesar de ello, el desarrollo de algunas subtramas alcanzan momentos de gran emoción como la Nochevieja entre Albert y Nuria o la conversación con un limón entre Vero y Patricia. Con respecto al desarrollo de sus dos protagonistas, explotan ese vaivén donde se saca pecho por lo de los opuestos se atraen. Junto a ello, se une la leyenda asiática del hilo rojo invisible, lo que, pese a su dosis de azúcar, consigue causar ternura en el espectador. También cabe mencionar que ya era hora de poner en el escaparate comercial a personajes mayoritariamente LGBTQ+, explorando sus realidades con un costumbrismo bien llevado.
Dramas y comedias
Miki Esparbé y Carlos Cuevas son los encargados de dar vida a Bruno y Alex en Smiley. Para comenzar, puede ser que en las primeras secuencias del primer episodio se sientan algo menos orgánicos. Pero, una vez pasada la introducción, entran de lleno en el mundo de sus personajes. Por lo cual, consiguen darle las aristas que tienen cada uno de ellos, estableciendo una estupenda conexión con las personalidades que desean transmitir. Gracias a ello, se deshacen de posibles inspiraciones para lograr ponerles su propio sello de identidad. Además, la química entre los actores se palpa, siendo una sinergia peculiar, pero que logra verosimilitud en su ejecución. Meritxell Calvó también está impresionante, se mueve en una naturalidad exquisita, llevándose de calle todas las escenas en las que aparece. Arrolladora, se convierte en una pieza fundamental de la serie.
Eduardo Lloveras cumple con su papel, aunque no impresiona al mantener a su personaje en un perfil más constante. No obstante, protagoniza uno de los momentos más emotivos de la serie. Después, Pepón Nieto realiza una interpretación divertida, fresca y muy notable. No sólo es el desahogo cómico, sino que la evolución de su personaje le permite dar esas pinceladas dramáticas que completan su labor ante la cámara. También destacar el trabajo de Giannina Fruttero, Ramón Pujol, Ruth Llopis y María Isabel Díaz, junto a la multitud de actores que completan el reparto, ya que su familiaridad es lo que acaba por identificar a la serie. Cada uno de ellos consigue que haya una conexión con el espectador, sintiéndose parte de esta comunidad. Además, se transmite el buen rollo y las emociones a la perfección. Muy buen trabajo.
El hilo rojo
Se agradece que España también haya sabido evolucionar en sus formatos, como ocurre con la comedia. Cada episodio de Smiley dura entre 35 y 40 minutos, lo que permite que sea un visionado accesible, así como evita alargar más las tramas de lo que debiese. Después, la dirección artística ambienta la trama en la época navideña, mostrando ese lapso de tiempo a la perfección. Asimismo, la construcción de los lugares claves, como el Bar Bero, están muy bien elegidos, hay ese aroma a cotidianidad. También hay que aplaudir a la fotografía de la serie, donde se muestra como la producción española ya sabe sacar partido a sus ciudades, como ya hubiéramos podido ver en "Valeria". La esencia de la serie tiene un sabor lleno de idiosincrasia LGBT+ española, pero sabe combinarlo con la universalidad en su estilo artístico.
El ritmo sigue una ligereza bien llevada, no se enrolla y conoce cuáles son sus intenciones. También destaca la selección de colores, así como el vestuario, el cual consigue escenificar los arquetipos en el mundo gay y el de las redes sociales. Con respecto al montaje de cada episodio, se plantean recursos interesantes como la cámara partida, para dar algo de tensión, el uso de la mensajería instantánea como leitmotiv, son detalles plausibles. Únicamente, las transiciones no siempre adquieren ese aspecto orgánico, por lo que, en algunas partes, sobre todo cuando son figuras de persona, queda algo forzado. Se comprende la idea, pero artísticamente chirría algo. A pesar de ello, el resultado en su conjunto es notable, manteniendo ese espíritu de guilty pleasure y romanticismo que necesita. La propuesta estética y visual ha sabido sacar partido a esa cercanía sin perder de lado un poco de fantasía.
Conclusión
Smiley es una comedia que pone en primer plano las parejas LGBTQ+ con una historia comercial muy accesible y disfrutable. A pesar de ese aire fresco y ligero, se plantea a lo largo de los ocho episodios reflexiones, realidades y contextos donde se ve la perspicacia de su creador. Por ello, se agradece el romanticismo pero también la sinceridad y la ternura. Asimismo, el elenco está estupendo, liderados por unos Miki Esparbé y Carlos Cuevas en continua ascendencia por cada capítulo. Por otro lado, la estética y la realización artística toman ese carácter liviano, combinándolo con una propuesta llana y cercana, que gana en fluidez y dinamismo. Se agradecen comedias románticas LGBTQ+ para todos los públicos, una serie que no sólo deja un buen sabor de boca, sino que triunfa por su familiaridad combinado con su cliché amoroso pertinente.
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No está mal, lo que no me gustó fue el final de la serie, el pobre negrito se quedó tirado.