El pasado 2 de febrero fue el reestreno de la obra teatral Sólo un metro de distancia, de Antonio C. Guijosa, en Teatros del Canal. El debut, como dramaturgo, de Guijosa, ha gozado de gran éxito de público y crítica durante su temporada en 2021 en distintos teatros madrileños. Este 2022 regresaba a las tablas en el conocido espacio teatral madrileño hasta el 6 de febrero, en la Sala Negra. Además, este proyecto cuenta con Beatriz Grimaldos, Ana Mayo, Muriel Sánchez y Camila Viyuela, como principales protagonistas. Una obra que se ha convertido en todo un fenómeno en el panorama teatral español.



Solo un metro de distancia obra

Crítica de 'Sólo un metro de distancia'

Ficha Técnica

Título: Sólo un metro de distancia
Título original: Sólo un metro de distancia

Reparto:
Ana Mayo (Coro/Inma)
Beatriz Grimaldos (Coro/Paula)
Camila Viyuela (Coro/Sofía)
Muriel Sánchez (Coro/Psicóloga)

Duración: 95 min. apróx.
Dirección: Antonio C. Guijosa
Dramaturgia: Antonio C. Guijosa
Diseño gráfico: Marisol Del Burgo
Arreglos musicales:
Toni M. March
Escenografía y vestuario:
Mónica Teijeiro
Diseño de iluminación:
Daniel Checa
Diseño de sonido:
Mar Navarro G.
Prensa y comunicación:
María Díaz
Distribución:
GG Producción y Distribución
Fotografía de cartel: Merysú y Marc de Cock-Buning
Fotografías de escena:
Moisés Fernández
Producción: Serena Producciones

Tráiler de 'Sólo un metro de distancia'

Sinopsis de 'Sólo un metro de distancia'

Sólo un metro de distancia es una historia sobre el daño. Sobre lo que significa el daño, sobre lo que provoca, lo que conlleva, sobre cómo se vive con él, sobre si se puede superar.

Decimos que Sólo un metro de distancia es una historia sobre el daño y es verdad; pero a la vez esconde una mentira. Es también una obra sobre la incomprensión, sobre la distancia abismal que existe entre lo que creemos que somos y lo que nuestros actos dicen que somos, sobre nuestra incapacidad para entendernos a nosotros mismos, sobre la imposibilidad de entender a los demás. Es una historia sobre esa mirada próxima pero inevitablemente externa de quienes somos testigos de un daño, un sufrimiento, una injusticia, una aberración. ¿Cómo entender una vivencia que no se ha tenido? ¿Cómo convivir con algo que no conseguimos entender? ¿Qué tipos de relación se establecen entre quien tiene una vivencia y quien la presencia? ¿Se puede hacer algo bueno por alguien a quien en verdad no entendemos? (TEATROS DEL CANAL).



Solo un metro de distancia obra
Foto de Moisés Fernández Acosta

Desgarradora y veraz

El dolor es un sentimiento común que, sin embargo, se convierte en difícil de expresar al ser algo tan sumamente personal. Por ello, se agradece que el teatro lleve historias que se convierta en un auténtico torbellino de sensaciones. Antonio C. Guijosa se adentra en los infiernos de los vestigios personales que deja el abuso infantil. Lejos de apostar por una dramaturgia que solo deambule en la muestra de lo aberrante que es vivir una situación así, se introduce de una manera absolutamente sensible por la progresión de superar un trauma de tal calibre. Además, no lo plantea desde una visión simple, sino que demuestra una sensibilidad y un cuidado que deja sin palabras al espectador. Es dura, un golpe en el estómago, una realidad que necesita gritar y lo hace mediante un relato que escenifica a la perfección el camino de recuperación de una víctima.

Víctima, la palabra toma otro significado, alejándose del paternalismo de la protección para traer a una persona que enfrenta su realidad para transformarse y dejar de sobrevivir para vivir. Gracias a ello, el público observa que Sólo un metro de distancia adquiere tal nivel de complejidad que se convierte en una de las propuestas teatrales más completas en torno a esta temática. La dificultad de escenificar los abusos sexuales, acompañado de las heridas supurantes a lo largo de las distintas etapas vitales, muestra un texto lleno de aristas, matices y muchísima humanidad. Pintada de puro realismo, se navega en ese vaivén de perdición, donde la luz se va hallando, pero de una forma verosímil y con un poso reflexivo de altura. Por lo que, sin problema, se puede decir que es una de esas obras que transforman a los asistentes, una obra fundamental.

Teatros del Canal
Foto de Moisés Fernández Acosta

Alma y corazón

Junto al excelente e impoluto texto de Sólo un metro de distancia, la obra goza de cuatro actrices que entran de lleno en la historia. En primer lugar, Muriel Sánchez se empapa de todas las emociones que navegan por la pieza teatral. La emoción extrapola su piel, para transmitirla hacia el patio de butacas. Así, controla una expresión corporal y no verbal que se rompe sobre las tablas. Pura emoción, pura verdad, un trabajo escénico brillante. Asimismo, Ana Mayo reproduce ese compromiso con el espectáculo y con la carga introspectiva que hay en ella. Baja a esos infiernos a través de su piel, su voz y su forma de interactuar con el espacio. Es imposible no sobrecogerse con varias de sus escenas, y sonreír de una forma cálida al acompañarla. Una interpretación auténtica, extraordinaria y con sinceridad.

Beatriz Grimaldos aporta una luz distinta, menos pesada en sus hombros, pero con el mismo nivel de complejidad que el de sus compañeras. Por lo cual, también exhibe una labor dramática de altura. Mediante esa característica voz y energía, se convierte en el espejo activo de los espectadores. Gracias a ello, le permite explorar distintos perfiles escénicos, al mismo tiempo que aporta luminosidad al reparto. Necesaria y una maravilla tenerla en escena. Para terminar, pero igual de importante que sus compañeras, Camila Viyuela, una de las actrices más potentes de su generación. La actriz demuestra una vez más el gran talento que tiene sobre el escenario. Con lo cual, realiza una actuación llena de claroscuros, trasformando cada parte según las necesidades que le pide el texto en ese momento. Además, lo adereza con una naturalidad innata, que le da todavía mayor verosimilitud a todo lo que realiza.

Teatros del Canal
Foto de Moisés Fernández Acosta

El ave fénix

Tras un texto excelente, unas interpretaciones soberbias, el siguiente reto de la obra Sólo un metro de distancia es abordar la puesta en escena. La propuesta se cimienta en la delicadeza de lo minimalista, pero sin escatimar en detalles y elementos en escena. Cuatro sillas se convierten en el principal reclamo del escenario, sin embargo, el espacio se va transformando en ese imaginario que va iluminando las palabras que se expresan. En algunas partes se transforman en bares distendidos, mientras que en otros son un frenesí de emociones contenidas y disparos emocionales. Por otra parte, la selección de la colocación de cada uno de los objetos, así como de los colores seleccionados, son una auténtica maravilla. También hay que aplaudir la forma en la que han dividido la pieza teatral, siendo capitular y obteniendo la metáfora, o no tan metáfora, de lo que se ve en cada episodio.

La música también es una parte importante del montaje. Por una parte, el leitmotiv de escoger un tema musical como “Titanium”, de Sia, plantea a la perfección la intención de la obra. También emergen las voces e instrumentos que provienen de las actrices, dando ese toque artístico sensitivo que pone la guinda del pastel artísticamente. Al igual que el texto, el fin es mostrar cómo de tanto dolor, de la supuración del trauma, las heridas se calman, según el tiempo y el autocuidado que va evolucionando en cada persona, dependiendo de sus propias necesidades. Por eso, el ritmo es perfecto, no corre, no se extiende, una elección certera. Una obra que no busca entretener o transmitir un mensaje únicamente, sino que lleva a sentir, empatizar, y técnicamente permite que el espectador llegue hasta lo más recóndito de esta pieza.

Solo un metro de distancia obra
Foto de Moisés Fernández Acosta

Conclusión

Sólo un metro de distancia es una obra llena de sensibilidad, verdad, humanidad y realismo vital. El trauma del abuso se convierte en el alma del texto, que va más allá y eleva el nivel de sensibilidad y verdad que emanan de sus palabras. Una dramaturgia impoluta. Asimismo, se ve acompañada de un elenco magistral, con cuatro actrices que se dejan la piel y el alma sobre las tablas. También sucede lo mismo con la propuesta escénica, que termina de iluminar ese remolino de emociones y sensaciones, con una estructura certera y que deja al espectador sobrecogido, sin palabras y con un nudo en el pecho de pura emoción. Un golpe directo al corazón que demuestra que el teatro es transformación. Inolvidable.

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