El pasado 18 de diciembre finalizaron las representaciones en el Teatro Fernán Gómez de Un animal en mi almohada, de Vanessa Espín. Esta obra teatral homenajea a mujeres que han batallado contra la violencia de género, como Ana Orantes. Nacida de un proceso de investigación dramatúrgica, la pieza se ha convertido en un alegato en contra de la violencia machista imprescindible de la cartelera teatral. Una producción de La promesa, que ha sido primer premio en XXIII Certamen Nacional de Teatro para Directoras de Escena Ciudad de Torrejón que organiza la ADE y finalista en los premios MET de teatro.



Estreno de Un animal en mi almohada

Crítica de 'Un animal en mi almohada'

Ficha Técnica

Título: Un animal en mi almohada
Título original: Un animal en mi almohada

Reparto:
Elena González
Concha Delgado
Laura Galan
Paula Iwasaki
Rebeca Hernando

Duración: 90 min. apróx.
Dirección: Vanessa Espín
Dramaturgia: Vanessa Espín
Escenografía:
Elisa Yrezabal
Vestuario: Almudena Bautista
Movimiento: Amaya Galeote
Iluminación: Raúl Baena, Bela Nagy
Ayudantes de dirección: Violeta Rodríguez y Alexandru Stanciu
Comunicación: María Díaz
Coordinación de producción y distribución: Elena Martínez
Diseño cartel: Mario Pérez Azcona
Producción: Fundación Juan Codina y La Promesa

Tráiler de 'Un animal en mi almohada'

Sinopsis de 'Un animal en mi almohada'

Un animal en mi almohada nos cuenta la historia de Eva, una mujer víctima de violencia de género, que ya está casi recuperada y a punto de empezar una nueva vida. Gregorio acaba de salir de la cárcel después de intentar asesinar a Eva. Una jueza ha dicho que ya está rehabilitado, ya puede quedarse con sus dos hijos. Eso hace que los planes de Eva se vean truncados, quería empezar una nueva vida en otra ciudad. Ahora tiene que decidir si confía en el hombre que la ha estado maltratando o si vuelve con él para proteger a sus hijos o si se escapa con ellos huyendo de la justicia y convirtiéndose en una fugitiva. (COMPAÑÍA LA PROMESA). 



Un animal en mi almohada
Foto de Compañía La Promesa

Cuando la sinrazón persigue la justicia

Vanessa Espín profundiza sobre la abominación de la violencia machista, que sigue causando estragos en la sociedad actual con Un animal en mi almohada. De esta forma, revela una situación que, desgraciadamente, podría ser una historia completamente real. Por tanto, la fuerza con la que aborda el texto es máxime, dejando sin palabras durante muchos de los pasajes de la pieza, donde no se es capaz de respirar. Así, a lo largo de la evolución de las realidades que muestra, no solo expone la desprotección por parte de las instituciones, sino que pone en jaque la mirada femenina desde diferentes perspectivas que revelan un retrato lleno de aristas que solo pueden engrandecer aún más el montaje. Sin duda, una obra imprescindible, que deja constancia de la necesidad de hablar de esta manera sobre una realidad que sigue costando vidas.

También cabe destacar el cuidado del lenguaje, que se mueve en una poética bien traída, que se compatibiliza con la cotidianidad y los aires de pueblo que se respira en algunas expresiones. A pesar de no ser la decisión más fácil, es una delicia poder escuchar las expresiones utilizadas. De ahí, se puede ver el alto conocimiento de Espín sobre la palabra, dado que hay escenas en las que logra transmitir el infierno, el sentimiento. Únicamente, puede haber momentos en los que se llegue a desconectar efímeramente por la intensidad de una dramaturgia que merece de plena atención, por lo que, si no se conecta, se produce ese tiempo fuera de la palabra. A pesar de ello, es una decisión narrativa arriesgada y se agradece que se haya apostado por engrandecer la lengua.

Teatro Fernán Gómez
Foto de Compañía La Promesa

Coro de mujeres heridas

Uno de los motivos por los que Un animal en mi almohada se convierte en una oportunidad muy bien aprovechada es su elenco actoral, formado por cinco magníficas actrices. En primer lugar, Rebeca Hernando interpreta de una forme sublime, se descarna la emoción de su cuerpo, permitiendo llenar de puro sentimiento el patio de butacas. Por lo que, su sentimiento, su verdad, se palpa en su forma de adornar la expresión. Es una delicia poder ver una actriz que maneje de esa forma la intimidad, lo sensitivo, lo reflexivo... Una maravilla. Después, Laura Galán otorga un trabajo bien medido, que cae en el momento justo y permite que se luzca en escena. Únicamente, se queda algo menos lúcida frente a sus compañeras, pero es una pieza imprescindible en la labor en conjunto.

Elena González contrasta sus diferentes facetas que debe desempeñar en la escena con un equilibrio óptimo, que no solo otorga matices a sus personajes, sino que los humaniza, permitiendo que no caigan en el antagonista per sé, sino en la intención de poner todos los elementos sobre la mesa. Por ende, a pesar de tener que meterse en la piel de uno de los personajes menos favorables de la obra, se aplaude su labor en la escena, al darle una sinceridad muy bien escogida. Sucede lo mismo con Concha Delgado, la cual expone esa dicotomía que hay entre las distintas facetas que muestra sobre las tablas. Tiene una vigorosidad única, una energía atrayente, que coincide con una mirada fuerte que da más personalidad a su desempeño artístico. Por último, Paula Iwasaki da una luz especial, que sirve de salvavidas y sirve de acompañamiento para el público por su frescura.

Teatro Fernán Gómez
Foto de Compañía La Promesa

Poesía del dolor

Un vestido atravesado por hilos rojos recibe al público en Un animal en mi almohada, un claro símbolo de las heridas mortales de las víctimas de la violencia machista, que todavía sigue siendo una de las lacras más preocupantes de la sociedad. Por tanto, ahí ya se ve una estructura visual que cautiva desde el principio. Con lo cual, se construye sobre un simbolismo elegante, donde no hay florituras, pero tampoco escatima en sacar adelante los aspectos más vistosos para apoyar la emoción de la palabra. Por ello, se gesta una escenografía sutil, sin pirotecnias innecesarias, pero tampoco se limita a un minimalismo contraproducente. Gracias a ello, se alimenta de movimiento y dinamismo, sin repercutir en el sello de identidad calmo que se halla en la propia pieza teatral. De esta forma, se combina, siendo una delicia para los que vienen a escuchar, a aprender, a dejarse invadir.

Los cantos, las flores, el vestuario... van adquiriendo diferentes motivaciones, desde las más estéticas, con una buena combinación de los colores seleccionados, hasta más abstractas como el significado que se puede extraer de cada una de ellas. Por otra parte, el ritmo se lanza ante una disposición en el que se mastica las palabras, se digieren, permite pararse a los asistentes para dar rienda suelta a los aprendizajes que se pueden extraer de ella. No obstante, sí hay partes donde los discursos y los monólogos ralentizan el transcurso de la obra, convirtiéndose en una distracción para el conjunto global. Aun así, no sucede en demasía, siendo un resultado estupendamente construido. En conclusión, han sabido llevar la poética ante la creación artística, siendo una propuesta que no pasa absolutamente desapercibida, sino al contrario.

Un animal en mi almohada
Foto de Compañía La Promesa

Conclusión

Un animal en mi almohada es un grito contundente, es una bandera contra la violencia machista, es una obra necesaria. Gracias a una poética bien desarrollada, se transmite las incongruencias ante un sistema que no funciona como debiera, conjugándose con un relato lleno de emoción, de sensaciones y reflexiones. Asimismo, se acompaña de un reparto excelso, donde hay una buena conexión y química entre ellas, dejando que cada una pueda brillar en su parcela. También destaca un ritmo sosegado, reflexivo, que se conjuga con el simbolismo y la riqueza de significados estéticos que hay en la propuesta escénica. Una denuncia teatral que dignifica a las víctimas de esta abominación, convirtiéndose en una obra espléndida.

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