Estrenada originalmente el 25 de enero de 2008, con Isabelle Huppert en el reparto, llega ahora una nueva versión de Un dios salvaje, de Yasmina Reza. La adaptación corre a cargo de Jordi Galcerán, quien ha vuelto a reunir al cuarteto que ya triunfó con Conspiranoia: Luis Merlo, Clara Sanchis, Natalia Millán y Juanán Lumbreras. La producción se ha consolidado como uno de los éxitos de la cartelera, manteniendo su buena acogida desde el verano hasta el inicio de la nueva temporada. Puede verse de miércoles a viernes a las 20:00 horas, los sábados a las 18:00 y 20:00 horas, y los domingos a las 18:00 horas, hasta el 28 de junio de 2026 en el Teatro Alcázar de Madrid.
Título: Un dios salvaje Título original: Le Dieu du Carnage
Reparto: Luis Merlo Natalia Millán Juanán Lumbreras Clara Sanchis
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Tamzin Townsend Versión: Jordi Galcerán Autoría original: Yasmina Reza Dirección de producción: Carlos Larrañaga Diseño escenografía y vestuario: Ana Garay Diseño iluminación: José Manuel Guerra Diseño música y sonido: Andrés Belmonte Ayudante de dirección: Ricardo Cristóbal Ayudante de producción: Beatriz Díaz Dirección técnica: David González Construcción escenografía: Mambo Decorados Prensa: La Cultura a Escena | Ángel Galán Fotografía: John Ribes y Juan Carlos Arévalo Vídeo y fotografía de escena: Nacho Peña Diseño gráfico: Hawork Studio Gerencia y regiduría: Sabela Alvarado Producción: Verteatro
Tráiler de 'Un dios salvaje'
Sinopsis de 'Un dios salvaje'
Un dios salvaje nos presenta a dos parejas que se reúnen. El hijo de una de ellas, de tan solo nueve años, ha golpeado al de la otra en un parque. Deciden quedar para arreglar el asunto de la forma más cívica posible. Benévolos y conciliadores mantienen un discurso común de tolerancia y comprensión. Con la misma sutileza con la que se comienza su conversación, se va iniciando un cambio de actitud entre ellos. Ese ligero cambio lleva a otro un poco mayor hasta desembocar en un enfrentamiento abierto que deja de lado cualquier civismo. Ambas parejas defienden su territorio hasta que la lucha comienza entre ellos mismos. Todos contra todos.
Es el momento en el que surge, de dentro de cada uno de esos personajes, ese Dios Salvaje que se revela contra la insatisfacción en sus vidas.
Reza ha escrito una profunda tragedia cuyas situaciones, tan extremas como reales, las convierten en una desternillante comedia. Eso sí, dejando intacto el mensaje sobre la complejidad en las relaciones humanas. (GRUPO SMEDIA).
Foto de Verteatro
Ser padres es una tarea difícil
Jordi Galcerán rescata una de las obras más icónicas de la dramaturga francesa Yasmina Reza: Un dios salvaje, la cual ha cosechado un éxito internacional notable en países como Estados Unidos, Reino Unidos y España. Estrenada originalmente en 2008, es una pieza cómica que bebe de esa acidez característica del teatro francés. El libreto plantea diversas reflexiones sobre la naturaleza humana a través de escenas caóticas, alocadas, extravagantes y llevadas al límite de la desesperación de sus personajes. Ahí radica el éxito de este título, en no tener miedo a lo extremo para reflejar la condición de la sociedad y colocar un espejo ante el público, que inevitablemente se reconocerá en alguno de sus comportamientos.
Galcerán realiza una adaptación muy fiel al texto original, pero aprovecha para trasladar la acción a Madrid, mencionando el conocido barrio de Ciudad Jardín, en Chamartín. Además, construye unos estereotipos muy bien definidos en las dos parejas protagonistas, que luego revuelve y deforma para que no se quede en una mera representación del arquetipo. Es indudable que la pieza conserva toda su vigencia, pues, a pesar de los casi 20 años de su estreno original, sigue explorando temas plenamente actuales. Lógicamente, se ven comportamientos reprochables en sus personajes, pero es parte imprescindible de su desarrollo. La incomodidad y la reflexión se dan de la mano para generar interés en el público.
Foto de Verteatro
Matrimonios ¿felices?
Tras su unión en Conspiranoia, se vuelve a juntar el cuarteto actoral formado por Luis Merlo, Natalia Millán, Juanan Lumbreras y Clara Sanchis. Los cuatro demuestran una química orgánica a lo largo de la función. En el plano individual, Luis Merlo ofrece un trabajo con gusto, pausado, sabiendo donde colocar la puntilla cuando su personaje se lo requiere. Va yendo de menos a más, lo que hace que se vea su forma de zambullirse en la locura. Natalia Millán muestra carácter, confianza y una personalidad arrolladora. Sin embargo, se echa en falta algo más de matices en su construcción. Juanán Lumbreras está brillante, maneja a la perfección la comedia y el costumbrismo. Una interpretación impoluta. Lo mismo sucede con Clara Sanchis, que entrega una labor desternillante, cuidada al milímetro y combinando tanto texto como expresividad no verbal. Excelente.
La puesta en escena presenta con una escenografía vistosa, estéticamente atractiva y que da rienda suelta a la interacción entre los actores en todo momento. Gracias a ello, el espacio cuenta con un dinamismo bien ejecutado. Sin embargo, se puede ver que la propuesta peca de faltarle toda la idiosincrasia que ofrece esta locura de texto, quedándose en una energía excesivamente constante y lineal. En consecuencia, da la sensación de no haber cambio de registros en cada parte de la obra. Lamentablemente, afecta al conjunto, dado que no permite aprovechar todo su potencial y más teniendo un libreto y un reparto magníficos. A pesar de ello, el resultado global es solvente y se disfruta.
Foto de Verteatro
Conclusión
Un dios salvaje recupera un clásico contemporáneo de la comedia francesa, que sigue planteando debates vigentes en la sociedad actual. Jordi Galcerán firma una adaptación a la altura del original y se puede ver un cuidado por el estilo de Yasmina Reza. El elenco tiene una química pura, con unos estupendos Juanán Lumbreras y Clara Sanchis, que se erigen como el estandarte de la comedia en esta obra. La puesta en escena es estéticamente atractiva, con un espacio escénico dinámico, pero se resiente en un ritmo y despliegue excesivamente lineales. La represión de lo primitivo sale a la luz en una concatenación de escenas alocadas, que dejan un buen sabor de boca.
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