"Un secreto a voces": Entre dimes y diretes llega la sorpresa

El secreto. Guardar un secreto. He ahí la cuestión. Guardar un secreto no es cualquier cosa. Requiere de alguna que otra cualidad. Autocontrol, fidelidad, frialdad, templanza… parece fácil. Sin embargo… seguramente, usted, que está leyendo esta sinopsis en este momento… sí, sí, usted… se ha visto más de una vez incapacitado a la hora de guardar un secreto.

Aquello que parecía una tarea de lo más sencilla le ha hecho fracasar como persona. Ante la tentación de tener un pequeño tesoro en su haber a modo de información, ha tenido la necesidad imperiosa de contarlo al primer ser humano que se le ha cruzado en su camino. Lo peor es que todo esto conlleva daños colaterales. El más importante, transformar la historia de inicio según el secreto vaya pasando de boca en boca de tal manera que al final sea irreconocible.

En Un secreto a voces, se va ha producir dos errores: no saber guardar un secreto y lo que es peor, no saberlo informar. Vivimos en la era de la información. Tenemos que saber filtrar todo aquello que nos llega. Contrastar. En muchos casos nada es lo que parece y aquello que en un principio tenía un sentido informativo se convierte en un fake. Ahora se dice así, fake. Pero de eso ya hablaremos en otra ocasión. Ahora disfruten de la obra y si no les gusta, por favor, no se lo digan a nadie. Guarden el secreto. (TEATROS LUCHANA)  

Una comedia muy bien hilvanada

Álvaro Carrero escribe una comedia que desde el inicio busca un compadreo con el público. Por ello, puede parecer que Un secreto a voces va a ser solo una pieza ligera que disfrutar, pero no. Carrero ha sabido conocer bien su obra y amoldarla de tal forma que sea un espectáculo en el que no se escatime en carcajadas. Con lo cual, el libreto goza de una perspicacia para saber hacer reír a los espectadores y mantener el nivel en todo momento, consolidando y equilibrando los momentos de máxima locura. Gracias a ello, se valora de una forma máxime la manera de conservar su espíritu en todo momento y no ir decayendo o solo mostrar escenas pegadas entre sí, sino que hay una coherencia y una unión que encumbra la pieza.

La historia de cuatro amigos, donde los secretos es su punto de unión, se hilvanan de forma que construyen un laberinto hilarante y estrambótico, dejando escenas verdaderamente histriónicas. Por ello, no necesitan una construcción mucho más profunda de cada uno de ellos, sino que logran que el público los identifique fácilmente con los detalles que se dan sobre ellos. Asimismo, se hacen pequeños guiños a la popularidad de algunos de sus actores, como las tazas en el caso de Miguel Ángel Martín o el canto en el de Pablo Puyol. De esta manera, se crea una atmósfera cómplice con los asistentes, que no dejan de mirar lo que ocurre sobre la escena. Como detalle, las canciones funcionan al introducirlas sin un sentido concreto, siendo así parte del ADN de la pieza. Se aplaude el ser una comedia que entretiene, pero que logra las risas en todo momento.

Amigos y ¿algo más?

El reparto de Un secreto a voces ya podía augurar, como mínimo, la atención de los espectadores. En primer lugar, Pablo Puyol ofrece un trabajo muy limpio, encaja a la perfección con su personaje, lo que le permite disfrutarlo y dejarse llevar por lo que sucede sobre el escenario. Disfruta y hace disfrutar, pero además potencia sus fuerzas artísticas, lo que hace que sea un gusto verle sobre el escenario. Ha encontrado un personaje que encaja a la perfección con su manera de actuar, siendo todo un acierto esta elección. Después, Virginia Muñoz inicia en esa templanza cotidiana para después desatarse y confeccionar una locura que encumbra su labor, uno de sus momentos más lúcidos es en el que escenifica los síntomas de lo que podría ser su destino fatal (para no hacer spoiler).

Miguel Ángel Martín ya mostró su personalidad como humorista, gracias, en gran parte, a su éxito en las redes como “Tú no mandas”. Sin embargo, Martín no se queda en la anécdota, sino que construye un personaje con el que aprovecha cada momento en escena. Esa personalidad tan especial le permite pisar fuerte, siendo uno de sus principales virtudes la voz. Por último, Noemí Ruiz completa el reparto con una interpretación sublime, un puro torrente sobre el escenario. Ruiz explosiona todo su potencial y regala una actuación auténticamente llena de vitalidad y carisma. Además, se valora su uso del humor más físico, acompañado de una expresividad estupendamente utilizada. Como último detalle, la sinergia que hay en el elenco es una obviedad, fluye la energía de una manera muy efectiva.

Cotidianidad y realidad post-COVID

Parece que haya quedado atrás la dura realidad de la COVID-19, aunque es lógico que cuando se pone sobre la escena, se cree una especie de hilo de comunicación al ser una experiencia compartida por la sociedad. Por tanto, la idea de ambientarlo en la todavía era del COVID-19, ya bastante avanzada en su recuperación, es un acierto, invita a ya tener una sonrisa cómplice con la idiosincrasia curiosa (y disparatada algunas veces) de aquel tiempo. Después, la escenografía construye un espacio que invita a la cotidianidad, al día a día, siendo acogedor en su diseño. El uso de los objetos que se ven en escena son gratificantes, como las botas o el confeti. Otro de los puntos a destacar es el movimiento, los actores desarrollan una muy buena coreografía, llenando de acciones el espacio teatral y dándole así más vida.

El vestuario encaja con la personalidad cercana a la que desean llegar, al igual que haberse decantado por sacar pecho por el acento andaluz y no buscar un castellano neutral. Con lo cual, ese tipo de pequeños detalles definen bien el sello de identidad de Un secreto a voces. Por otra parte, el ritmo es un auténtico parque de atracciones en el que no se para en ningún momento. Gracias a ello, el público se mete de lleno y disfruta la obra de principio a fin, indicando así un montaje fluido, lleno de dinamismo, que hace que se salga de la sala con auténtico buen rollo. Una sorpresa teatral a la que hay que aplaudir por lo bien que ha sabido confeccionar este tipo de comedia, cumpliendo absolutamente su fin.

Conclusión

Un secreto a voces es una comedia disparatada que llena de carcajadas el patio de butacas y no baja el nivel en ningún momento. Por tanto, el libreto ha sabido conocerse y saber sus intenciones, no solo ofreciendo entretenimiento, sino una coherencia y una energía que consiguen enganchar al espectador. Además, el reparto ofrece un trabajo estupendo, con una sinergia entre ellos muy fluida, viéndose una química que les permite a los cuatro brillar individualmente y en conjunto. La puesta en escena saca partido al humor físico, a la acción y a la energía que se forma, siendo una pieza dinámica en todo momento, que no escatima en risas, algo que no es fácil de hacer. Un trabajo muy consciente de su estilo, que va a por todas y triunfa por lograr un resultado espléndido. Risas aseguradas.

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