Joachim Trier es una rara avis en el panorama actual: no solo garantiza calidad, sino que además deja una huella emocional al salir del cine. Película tras película, Trier se está convirtiendo en un auténtico artista cinematográfico, alguien que pone el lenguaje al servicio de la historia con una lucidez poco habitual hoy día. Su evolución es ascendente y da la sensación de que su cima está aún por llegar. Su anterior cinta, La peor persona del mundo, fue premiada y aclamada en todo el mundo. Ahora regresa con Valor sentimental, un título que está teniendo mayor éxito si cabe: ganó el Gran Premio del Jurado en la 78ª edición Festival de Cannes, el Premio Puerta América del Festival de Sevilla y ha sido nominada en numerosos certámenes. Se estrena en salas de cine españolas el 5 de diciembre de 2025.
Crítica de 'Valor sentimental'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Valor sentimental
Título original: Sentimental Value / Affeksjonsverdi
Reparto:
Renate Reinsve (Nora Borg)
Elle Fanning (Rachel Kemp)
Stellan Skarsgård (Gustav Borg)
Inga Ibsdotter Lilleaas (Agnes Borg Pettersen)
Cory Michael Smith (Sam)
Catherine Cohen (Nicky)
Jesper Christensen (Michael)
Jonas Jacobsen (Anders)
Lena Endre (Ingrid Berger)
Bjørn Alexander (Stian)
Pia Borgli (Thea)
Año: 2025
Duración: 135 min.
País: Noruega
Director: Joachim Trier
Guion: Joachim Trier, Eskil Vogt
Fotografía: Kasper Tuxen
Música: Hania Rani
Género: Comedia dramática
Distribuidor: Elástica Films
Tráiler de 'Valor sentimental'
Sinopsis
Las hermanas Nora y Agnes se reencuentran con su padre ausente, un director de cine muy reconocido en el pasado que ha vuelto para ofrecer a Nora el papel principal de su próxima película.
Aunque ella lo rechaza, Gustav decide seguir adelante y utilizar la casa familiar como escenario de su nuevo rodaje, lo que reaviva las tensiones entre ellos, especialmente tras la llegada de una joven actriz de Hollywood que acepta el papel en su lugar.
El vínculo entre las hermanas se convertirá en su mayor refugio frente a las heridas del pasado. (Elástica Films)
Dónde se puede ver la película en streaming
Otra familia desestructurada
Por más que se haya repetido, y pese a sonar redundante, es imposible obviarlo: Valor sentimental bebe de Bergman en lo esencial. A diferencia de Paolo Sorrentino —que a veces se deja llevar por la exageración al reverenciar a Federico Fellini—, Joachim Trier es un discípulo aventajado de Ingmar Bergman. No es la temática, ni el uso de la luz, ni la música, ni los personajes, es la forma de mirar. Prácticamente cualquier escena aislada podría haber sido concebida por el maestro sueco.
No obstante, Valor sentimental no cae en el misticismo y se mantiene como un fiel retrato —dolorosamente contemporáneo— de la familia desestructurada. Además, Trier introduce alusiones constantes a la vida de Bergman. El protagonista, Stellan Skarsgård, es un director de cine que dejó de lado su labor parental para centrarse en la creación artística. Su hija, Nora, interpretada por Renate Reinsve, le reprocha ese abandono y le cuestiona incluso la decisión de tener hijos cuando tu vocación absoluta es el arte. Algo que resulta tan lícito como criticable.
Por otra parte, hay un eco constante del mejor cine de Woody Allen. Admirador confeso de Bergman, Woody intentó en Interiores (1978) combinar la espiritualidad y la comicidad en la misma narración. Trier recupera ese espacio: la casa como símbolo emocional y testigo íntimo de la fractura familiar a lo largo del tiempo. En Valor sentimental encontramos ese punto irónico donde los grandes problemas vitales, observados con distancia, quedan reducidos a la nada. El final de la película retrata con delicadez esa idea.
El arte no sirve como terapia
Valor sentimental orbita alrededor de Nora y de cómo el arte imita —y en ocasiones distorsiona— a la vida. Ella sufrió un abandono que le condicionó su forma de relacionarse con el mundo y también su modo de habitarlo. Al igual que su padre, y quizá en contra de su deseo, Nora se apoya en el arte como instrumento para buscar ayuda interior; no es una elección, sino una necesidad. La necesidad de perdonar a un padre ausente, intentando tomar su perspectiva para comprenderlo. Sin embargo, cuando su padre le propone protagonizar su próxima película autobiográfica, ella se niega. Es un gesto de miedo, se niega por temor a su crítica, porque su mirada la aterroriza y teme que vuelva a no ser suficiente para él.
Así, Joachim Trier nos muestra que el arte es muy poderoso, pero también limitado. Nos sirve de espejo para confrontar nuestras heridas, aunque la reparación, si llega, es interior y sobrepasa al propio arte. El final de la película cataliza ese punto en el que arte y vida se entrelazan y se funden.
La puesta en escena
Joachim Trier utiliza la sobriedad y el silencio como instrumentos dramáticos para retratar la soledad de una hija abandonada por su padre. Junto a ella, aparecen dos personajes que sirven de contrapunto: por un lado, está su hermana, que relativiza lo ocurrido y prefiere mirar hacia otro lado; y por otro, Trier introduce a una joven estrella, que debería crear tensión, Elle Fanning. El padre la pone en el foco de su filme, ocupando el lugar de su hija. De hecho, hay un curioso encuentro entre ambas en un cine, dialogando sobre cómo hacer el papel central de la obra. Por tanto, resulta ser un personaje simbólico más que real, reforzando que el arte a veces duele.
Mientras tanto, la cámara de Trier los acompaña en los interiores de una casa muy iluminada, pero emocionalmente fría. Es un cine donde la forma es inseparable de la emoción y lo estético se traduce en lo afectivo. El cineasta vuelve a colaborar con Kasper Tuxen, el director de fotografía, que define los amplios espacios de esa casa a través de planos fijos, amplios encuadres, y una profundidad de campo que revela tanto como nos oculta.
Conclusiones de 'Valor sentimental'
La inspiración de Valor sentimental puede ser Ingmar Bergman —ese cine que perturba y abruma al mismo tiempo—, pero Joachim Trier no es un imitador. A partir de esa referencia crea su propia voz. La premisa es la tensión entre arte y vida, entre creación y culpa, y desde ahí trasciende para mostrar la dificultad nórdica de comunicarse y de expresar afectos dentro del núcleo familiar. Trier no busca grandilocuencia emocional, sino que siembra la duda y abre espacios ambiguos, sugiriendo que se puede perdonar sin necesidad de olvidar.
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