Kihachi Okamoto fue uno de los grandes directores del cine japonés moderno y sus obras se distinguieron por una puesta en escena arriesgada y su tendencia a utilizar un sentido del humor sarcástico con el que burlarse del clasicismo que aún imperaba en la industria, especialmente en las películas de género. Warring Clans (o Sengoku yarô) fue su primera incursión en el cine de aventuras feudales y samuráis. Una superproducción financiada por Toho que apostaba por el gran despliegue de medios y el uso de un reparto estelar, mientras dejaba total libertad creativa al director, pues sus anteriores trabajos cosecharon un gran éxito y los productores se mostraron generosos con él, algo de lo que se arrepentirían poco después.
Acción, aventura y humor se unen en esta fábula que relata a la vez que tergiversa las continuas guerras que, en pleno periodo Sengoku, hacen temblar los cimientos de muchos reinos, dividen a señores feudales y marcan el comienzo de grandes cambios para la nación japonesa...
Crítica de 'Warring Clans (Sengoku yarô)'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Warring Clans
Título original: Sengoku yarô
Reparto:
Yûzô Kayama (Ochi Kittan)
Yuriko Hoshi (Saghiri)
Makoto Satô (Kinoshita Tokichiro)
Ichirô Nakatani
Tatsuyoshi Ehara
Kumi Mizuno (Takihime)
Tadao Nakamaru
Jun Tazaki (Ariyoshi Munesuke)
Hideo Sunazuka
Hideyo Amamoto
Año: 1963
Duración: 98 min.
País: Japón
Director: Kihachi Okamoto
Guion: Kihachi Okamoto, Ken Sano, Shinichi Sekizawa
Fotografía: Yuzuru Aizawa (B&W)
Música: Masaru Satô
Género: Acción. Aventuras
Distribuidor:
Tráiler de 'Warring Clans (Sengoku yarô)'
Sinopsis
Kichi es un poderoso ninja que huye del clan Takeda, y más concretamente de otro ninja llamado Saburoza. En su viaje conoce a dos hombres misteriosos. El primero es un enemigo sin demasiadas ganas de jugarse la vida; Doko Harima. El otro es un alegre vagabundo convencido de que algún día será el señor de Japón, y su nombre es Tokichiro Kinoshita. Este último les convence para unirse a los Bashaku y transportar 300 rifles hasta su señor Nobunaga Oda.
Un curioso Japón feudal
Kihachi Okamoto, que con sólo cinco años de carrera en Toho se había alzado como una de sus mayores promesas, iba a gozar de cierta libertad para acometer su primer film de temática histórica, que escribirá junto a Shinichi Sekizawa (guionista de la saga "Godzilla").
Se trató de una libre recreación de algunos conocidos episodios que tuvieron lugar durante el periodo Sengoku, el de los crueles enfrentamientos civiles, y que tan bien usó Akira Kurosawa en sus elaboradas fábulas samuráis; el director, como estaban haciendo sus coetáneos en ese momento, iba a plantear también una visión de la era feudal desde la más ácida, sucia y mordaz perspectiva. Okamoto comienza Warring Clans (Sengoku yarô) al estilo de las obras de su compañero de estudio: con la unión en el camino de los protagonistas de la historia, quienes, durante su transcurso, se irán separando y volviendo a encontrar; son en esta ocasión Ochi, Tokichiro y Harima.
Este tipo de inicio estará muy presente en futuros títulos de su filmografía (su obra maestra "Kiru", por ejemplo). Por sus actos, sus diálogos y sobre todo por el peso emocional que se les confiere, ya quedan los personajes perfectamente definidos, y estas emociones fluctúan tanto desde el drama como el humor. Si ya en sus películas de acción había hecho buen uso de su particular y socarrón absurdo con la intención de parodiar el género y darle un toque fresco y original, ésta no será una excepción.
Las crónicas de la era Eiroku
La aventura a la que nos sumamos de la mano del trío protagonista tiene unas bases sostenidas en la pura farsa: uno es un joven ninja/samurái que decide seguir un camino recto y puro (Ochi), el segundo es un cansado y experto guerrero harto de poner su espada al servicio de las injusticias, cercano a Sanjuro (Harima), mientras que Tokichiro es la versión aún joven del real comandante Toyotomi Hideyoshi, sirviente de Oda Nobunaga y futuro creador de la sociedad feudal/moderna de Japón tal y como la conocemos...
Pero claro, tratado desde la mofa, como el propio film, que ridiculiza en extremo la grandilocuencia de los dramas de época. Estos tipejos fingirán ser quienes no son ante el humilde clan de transportistas liderado por la valiente Sagiri, y a partir de aquí todos los pintorescos personajes ocultarán sus verdaderas intenciones con tal de beneficiarse de la ignorancia del enemigo.
Tokichiro engaña al grupo de ésta última para llevar una partida de armas de fuego a Nobunaga, mientras por otro lado hace tratos con una banda de piratas. Resulta curioso el detalle de que estos clanes plagados de aguerridos hombres estén gobernados por mujeres.
Pero aún más cómo la sucesión de engaños hace avanzar la trama: los samuráis protagonistas dicen ser pobres campesinos, los guerreros que comanda Tokichiro para proteger el cargamento son campesinos disfrazados, cargamento que actúa de "macguffin" argumental y que el anterior cambia por piedras para despistar a todos, mientras la princesa pirata Taki le miente y seduce con tal de hacerse con esas armas.
Destruyendo las leyendas
Entre traiciones y manipulaciones se crea esta guerra absurda que Okamoto, ferviente seguidor del "western" y sus maestros (como Kurosawa), dispone en grandes espacios abiertos llevándonos de un lado para otro como a sus actores.
Así este periplo mantiene un movimiento constante y veloz, equilibrando las dosis de comedia con los excitantes momentos de acción y no poca violencia que tienen lugar entre bosques, montañas y mares, a pie, a caballo o en barco, incrementándose al mismo tiempo la sensación de aventura y humor, que por sus salidas de tono se acercan a registros más "pulp", desmitificando todo clasicismo.
Refuerza esta desviación el villano Saburoza (que pareciera creado por el escritor Keitaro Hasegawa), el ninja de cara cortada y líder del grupo Takeda que persigue sin descanso a Ochi y termina involucrado en el asunto de las armas (lo interesante es que será uno de los pocos que se muestra tal como es).
Yuzuru Aizawa aprovecha los placeres del CinemaScope y modela con gran detalle zonas sombrías y paisajes luminosos bajo un espectro de blanco y negro grasiento y sucio que le da el toque realista que precisa la película, entrando en contraste de una forma sorprendente con el tono más bien leve y a menudo delirante que pretende el cineasta.
Incluso se nos brindará ciertos instantes en que se quiebran las atmósferas de la realidad donde la expresión visual y la abstracción lo son todo (en especial esto sucede durante las secuencias nocturnas; una muy destacada es la hipnosis que el guardián de Taki le practica a Sagiri).
Conclusión de 'Warring Clans (Sengoku yarô)'
Además de Masaru Sato, quien con su partitura moderna crea una cadencia musical llena de ritmo que encaja de maravilla con los movimientos y la transición entre escenas, tenemos a ese genial grupo de actores, a quienes el director les hace hablar, expresarse y moverse de manera única, para resaltar su faceta más auto paródica.
A la cabeza un impagable Makoto Sato de Tokichiro, seguido del joven actor y artista "pop" Yuzo Kayama, un Tadao Nakamaru que se merecería protagonizar su propia película como el ninja Saburoza y esas dos bellezas, de increíble carisma, Kumi Mizuno y Yuriko Hoshi.
Kihachi Okamoto en Warring Clans filma un cruce entre "La Diligencia" y "The Hidden Fortress", ensamblando como un maestro los géneros y estilos en un engranaje cinematográfico de alta precisión.
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