Andrés Fernández es el creador de Y se apagan las luces, bajo la dirección de Jonatan González. Además, Fernández también protagoniza la pieza, junto a Jaime Macanás. Desde su estreno, ha logrado consolidar una buena recepción por parte del público. Este 13 de septiembre regresa al escenario de SOJO Laboratorio Teatral, manteniéndose en cartel hasta el 27 de septiembre.
Crítica de 'Y se apagan las luces'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Y se apagan las luces
Título original: Y se apagan las luces
Reparto:
Jaime Macanás
Andrés Fernández
Duración: 65 min. apróx.
Dirección: Jonatan González
Dramaturgia: Andrés Fernández
Producción: Producciones La Vaca Feliz
Sinopsis de 'Y se apagan las luces'
Y se apagan las luces nos lleva a la noche en la que Carlos viaja a Madrid para hacer un casting. Así, se ve obligado a dormir en el único sitio que encuentra: el piso de un viejo compañero de escuela que quedó paralítico el día en que el actor consiguió su gran papel.
El rencor, el valor de la amistad, la libertad, la capacidad de elegir y la culpa irán reapareciendo a lo largo de la noche que pasan juntos. (PRODUCCIONES LA VACA FELIZ).
Aquello que quedó en el pasado
Andrés Fernández escribe un thriller con buenas dosis de comedia ácida en Y se apagan las luces. El dramaturgo explora las cuentas pendientes de dos amigos no tan bien avenidos, que se reencuentran tras varios años sin verse. Lejos de ser una reunión plácida y distendida, se convierte en una guerra dialéctica, en la que se sabe controlar a la perfección los golpes de pura ironía, ofreciendo a un protagonista lleno de carisma. Además, al compensarse con un personaje más conservador, sobrio, se crea una dicotomía que gusta al espectador. Ese contraste entre ambos hace que sea interesante lo que se está viendo sobre las tablas. El debate entre el significado de culpabilidad se plantea desde una hilaridad oscura, siendo éste su mayor fuerte.
Por este motivo, no se comprende algunos giros de guion, llevándolo ante un tono más oscuro y más serio, perdiéndose la frescura que le otorgaba el humor. A pesar de ello, se agradece que haya una vuelta de tuerca en la resolución de la relación entre ambos. No obstante, la justificación no se sostiene con la misma contundencia y fluidez con la que se produce el suceso. La tensión adquirida es otro de los elementos que han sabido fomentar para remar a favor en el conjunto narrativo de la historia. En resumen, sería interesante reencaminar la dirección de la pieza en su recta final aderezándolo con esa personalidad lenguaraz que se queda en la mente del espectador. También se podría profundizar más en las motivaciones de los dos personaje, incluso dejándolo caer sin definirlo en su totalidad para dar más misterio.
Dos amienemigos
Jaime Macanás y Andrés Fernández son los protagonistas de Y se apagan las luces. En primer lugar, Macanás apuesta por una interpretación llena de sobriedad, con una naturalidad que encaja a la perfección con su personaje. Además, hay que aplaudir el excelente uso de la voz que plantea en su labor dramática. También se puede decir que le acompaña una personalidad muy especial, un duende que hace que los espectadores caigan rendidos ante su propuesta. Su tranquilidad se erige como uno de los aspectos principales de su sello de identidad, permitiéndole aprovecharlo en aquellos momentos que contrastan absolutamente con lo que transmite. La razón no es otra que esa frialdad e hipocresía son llevadas a cabo con profesionalidad y verosimilitud por Macanás. Como apunte, se puede echar en falta más matices y perfiles en este trabajo.
Andrés Fernández conoce mejor que nadie a su personaje y se nota. Desde el principio se ve lo histriónico que es, algo que Fernández comprende a la perfección y lo lleva todo hasta el final. Por tanto, los asistentes no tardan en soltarse y las carcajadas se acometen de una forma asidua durante sus intervenciones. También se agradece que no se haya quedado comedido, sino que vaya hasta el final con la propuesta. Gracias a ello, hay ese contrapunto entre sendos intérpretes, formando una sinergia muy potente. Como detalle a mejorar, se encuentra alguna escena en la que los silencios se apoderan, rompiendo algo el dinamismo que se forja entre los dos actores. Aún así, lo compensan con la inteligente guerra y contraposición que se produce entre ellos.
Una visita inesperada
SOJO Laboratorio Teatral se ha convertido en la casa de Y se apagan las luces, con una propuesta escénica minimalista y efectiva. La escenografía se compone de una estructura cotidiana, adornada por lo que podría ser un salón para estudiantes. Sin embargo, uno de los puntos a favor es utilizar algunos objetos clave para dar mayor juego a la escena y los actores puedan expresar mediante el cuerpo y el movimiento. Ahí es donde se genera la tensión que encaja como anillo al dedo con el desarrollo del guion. La iluminación elegida es lúgubre, tal vez, en algún momento, sea excesivo, aunque le sirve como contextualización de lo que ocurre sobre las tablas. No obstante, se echa en falta que hubiera algún toque más interesante en el diseño de iluminación, sobre todo por el título de la obra.
El vestuario también se tercia por una propuesta cercana, del día a día, aunque la silla de ruedas sabe tomar su importancia en la trama. El ritmo mantiene un buen nivel en una parte importante del montaje, aunque se producen algunos cortes en la dinámica, así como una ralentización en algunos momentos. Pese a ello, es una producción que atrae a los espectadores, quedándose con buen sabor de boca. También acompaña la duración de la propuesta, sabiendo que alargarlo podría haber sido una decisión que no sumara. En conclusión, la propuesta cumple con su cometido y destaca en el matiz para aportar ese punto de oscuridad y tensión, que visualmente da personalidad a la obra. Así, iguala algunas flaquezas técnicas, disminuyendo su efecto para el espectador.
Conclusión
Y se apagan las luces es un thriller que gana en su humor ácido y en unos protagonistas muy distintos entre ellos. Por tanto, su historia gana en esa dicotomía. Sin embargo, flaquea en algunas decisiones narrativas que no tienen suficiente consistencia. Después, Jaime Macanás y Andrés Fernández ofrecen un trabajo más que notable, destacando el primero en el uso de la voz y personalidad y el segundo por el carisma que aprovecha en su personaje. La puesta en escena es minimalista, ganando en la oscuridad que genera y el uso que da a los objetos. Un cara a cara lúgubre donde las cuentas pendientes generan una tensión humorísticamente ácida que gusta a la audiencia.
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